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Reportaje:

Coixet en las 10.000 ciudades

La directora catalana ultima en Tokio el rodaje de su nueva película, un 'thriller' pasional en el que la urbe y sus sonidos son personajes principales

Gregorio Belinchón

A las 5.30, un puñado de tipos se encarama a sus atriles y agitan unas campanas de mano con las que dirigen la subasta. A sus pies, escrupulosamente alineados, centenares de atunes ultracongelados, iguales en tamaño y peso. Dentro de la nave, el pequeño corazón de la lonja de Tsukiji, el mercado de pescado más grande del mundo, comienzan las pujas a gritos y algunos pescadores enganchan los atunes para subirlos a alargadas carretillas manuales y mecánicas. Los vehículos salen disparados por los intrincados pasillos que rodean centenares de pescaderías, donde son troceados a lo largo, mientras el resto del pescado hace su aparición desde millones de cajas de porexpán inmaculado: anguilas, moluscos, mariscos, peces de roca...

Delante de la cámara, una extraña pareja: Sergi López y Rinko Kikuchi

Los conductores piden paso a gritos, sólo huele a hielo descongelándose y tal vez muy poco, al fondo de la nariz, al género que se vende. Y sobre todo suena. Un rugido de actividad frenética que sirve de banda sonora para Mapa de los sonidos de Tokio, el filme que rueda hasta Navidad en la capital japonesa Isabel Coixet.

Este mercado es además el escenario del germen de la película. Donde asaltó a la directora la idea del guión, cuando una joven pescadera se negó a ser fotografiada por la realizadora catalana. "Me llamó la atención, además de su rechazo, que sólo en la lonja de Tsukiji las mujeres y los hombres hablan en el mismo tono de voz. En el resto del Japón ellas son mucho más silenciosas". A la pescadera remisa le inventó una doble existencia como esporádica asesina a sueldo, y la rodeó de un español que tiene una tienda de vinos y que tras el suicidio de su novia vive una brutal pasión sexual con la protagonista; de un empresario obsesionado con la muerte de su hija; y de un testigo mudo, un ingeniero de sonido que intenta crear el mapa del título de la película y que servirá de narrador y guía para el espectador.

En el rodaje, que atravesó su ecuador tras la cuarta semana, se mezclan sin complejos los técnicos españoles con un prolijo y educadísimo equipo japonés. Delante de la cámara, la extraña pareja: Sergi López y Rinko Kikuchi, candidata al Oscar por su adolescente sorda en Babel.

López disfruta por igual hablando del pachinko, un intrincado juego japonés similar a las máquinas tragaperras en el que los pescaderos pierden sus salarios, como de su percepción de Tokio. El catalán se erige de guía a los periodistas visitantes -llegados en un viaje pagado por la pro-ductora- en el Golde Gai, un laberíntico barrio de angostos callejones donde los minúsculos bares (algunos sólo admiten un cliente) se apelmazan, y abre la puerta para que sus acompañantes puedan entrar en el pequeño karaoke propiedad de Nobuyoshi Araki, fotógrafo estrella creador de una inmensa obra obsesionada con la muerte y el sexo.

Es lunes, un día extraño porque no rueda, y así puede explicar pausadamente sus ganas de trabajar en inglés, un idioma que no controla perfectamente. "Me permite actuar más, no me puede comer el coco con el significado de las palabras, y me centro más en mi cuerpo, en los matices de mis gestos. La Coixet tiene mucha gracia escribiendo, pero es que en éste las frases son brutales".

Y para Rinko Kikuchi, su compañera de reparto, sólo tiene palabras de agradecimiento: "Es una esponja, siempre viva, siempre en la misma onda que yo, ayudando a que construya mi papel". Kikuchi, que aparenta menos que sus 27 años, devuelve los elogios en japonés (entiende el inglés, pero no acaba de soltarse con él). "Con Sergi llego a un nivel que no lograría con otros. Es maravilloso. Como con el resto del equipo español. En Japón, los actores y los técnicos no salen juntos por ahí, aquí sí y es muy divertido".

No es capaz de asegurar si Coixet está haciendo una película japonesa, pues no sabe "lo que es el cine japonés". Tampoco se siente extraña rodando con un equipo extranjero en su país natal. "Cuando el año pasado volví de Hollywood, de filmar Los hermanos Bloom, me costó adaptarme de nuevo a esta industria. Con Isabel, la primera mujer que me dirige, disfruto cada momento. Nos comunicamos sin palabras".

El rodaje lleva al equipo por diversos barrios de la capital japonesa, cada uno tiene su vibración, sus sonidos; "Tokio es 10.000 ciudades", comenta Coi-xet: desde el parque de atracciones de Hanayashiki, ejemplo de épocas más azucaradas, el más antiguo de la capital y rodeado de los templos del barrio de Asakusa, donde en una cabina de una atracción de feria a 20 metros de altura la protagonista, Ryu, recibirá el encargo de matar a su pareja; a la colina en Shibuya de los love hotels, pequeños establecimientos en los que las habitaciones se alquilan por horas para algo más que echar siestas. Allí, los yakuzas (mafiosos japoneses) y los host (unos jóvenes gigolós lánguidos, que se dejan contratar sólo para beber y charlar) rodean a la pareja protagonista. "Hago la película para gente como yo, afín a mi gusto, que espero que sean muchos", asegura Coixet, que tiene las venas llenas desde hace años de cultura nipona. "Siempre quise venir aquí a rodar, pero no tenía claro si quería embarcar a más gente en mi pasión. Y creo que incluso hice Elegy para postergar esta visita". En Tokio, ese amor es correspondido. Una extra que ya ha trabajado en cinco jornadas en exteriores ha visto 300 veces Mi vida sin mí, y recita fluidamente los diálogos sin saber nada de inglés. De fondo, en el rodaje, auténticos yakuzas vigilan a los falsos. Disciplinados, aportan su silencio a Mapa de los sonidos de Tokio.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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