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El interés del público

Cómo lograr que los diarios acierten el interés del público y se aseguren un espacio genuino en el desbocado mercado de la información? Ante factores tecnológicos y económicos que no han favorecido a la prensa en los últimos lustros, algunas voces han llegado a poner fecha concreta y próxima a su desaparición.

En el caso concreto de España, la potente renovación de los años de la transición ha desembocado en una crisis estructural, que produce aturdimiento e incertidumbre, y cuyo desenlace es arriesgado predecir.

En sentido inverso, la aparición del primer diario publicado en España, hace ahora 250 años, tampoco fue fácil, ni parecía viable. En 1758, el Diario Noticioso, Curioso-Erudito y Comercial, Público y Económico afrontó con éxito el escepticismo justificado de sus contemporáneos.

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El futuro de los diarios no está en la cantidad sino en la calidad: filtro y poso del ruido informativo

Sin las noticias políticas y militares que estaban reservadas a la Gaceta de Madrid, el periódico semanal, oficial y único de la Monarquía, ¿a qué podía aspirar un diario local como el fundado por Francisco Mariano Nipho, el olvidado primer periodista español?

El primer diario se dirigió a un público nuevo, nutrido principalmente por personas que acudían a la capital a resolver sus asuntos. Funcionó, redujo su largo nombre programático a Diario Noticioso y se llamó más tarde Diario de Madrid, publicado hasta 1918.

Uno de sus oficiales, Pedro Pablo Husón de Lapazaran, que creó en 1792 el Diario de Barcelona, definió en cuatro palabras la función originaria de la prensa diaria en España: contribuir a "la general instrucción y a la común utilidad".

Los primeros diarios no podían ocuparse de la actualidad política, pero respondían al interés de un público más amplio por la divulgación cultural -el libro quedaba al alcance de muy pocos- y los servicios, entendidos también como un precedente de la publicidad. Se había ampliado el mercado con un espacio nuevo.

Al cabo de dos siglos y medio se habla precisamente de lo contrario, de la pérdida de espacio propio de los diarios ante la primacía informativa de radio y televisión y la competencia irresistible de Internet. Es un fenómeno universal, agravado en los últimos meses por la repercusión de la crisis económica en la publicidad, que es la fuente principal de financiación de los medios.

Es un fenómeno crítico, incluso en países con largas y enraizadas tradiciones periodísticas como Gran Bretaña y Estados Unidos, donde la historia de la libertad de prensa no presenta los retrasos ni los accidentes históricos que ha tenido en España. El origen de los diarios se retrotrae a Leipzig en 1650, pero sobre todo, al Daily Courant del Londres de 1702, el primero en régimen de libertad, medio siglo antes que el madrileño.

Las limitaciones actuales del mercado periodístico español se resienten de lo accidentado de su escaso siglo liberal -entre la muerte de Fernando VII en 1833 y la Guerra Civil de 1936-, del retraso económico y cultural y del paréntesis histórico de las cuatro oscuras décadas del franquismo.

Pero las ideas fundacionales de Francisco Mariano Nipho continúan vigentes. Fue un creador compulsivo de periódicos, bajo el reinado del ilustrado Carlos III, única época propicia para la prensa durante el Antiguo Régimen. Además de ese primer diario como innovación genuina, se inspiró en los primeros magazines británicos para fundar el célebre Caxón de Sastre, en 1760, y en el llamado periodismo moral o de costumbres de Steele y Addison para El Duende Especulativo, en 1761. Nipho entendió la importancia del interés del público como medio de identificar un espacio propio para los diarios. Concibió el periodismo como un oficio difícil, "penoso y poco lucrativo", a la vez que creativo, dotado de una función educativa, y destinado a elevar el nivel económico, moral y cultural del país.

Pese a los temores fundados y a las voces agoreras, hay indicios positivos para el futuro de la prensa. Sería un error subestimar el éxito popular de los diarios gratuitos de las grandes ciudades, más allá de la favorable coyuntura publicitaria de su aparición, al que había precedido, dos décadas atrás, la expansión y fortalecimiento de la prensa regional y local. Es evidente, también, la decidida y agradecida aceptación del público ante propuestas en las que se aprecien esfuerzos de calidad y de autonomía informativa.

A diferencia de su nacimiento histórico, la supervivencia futura de los diarios no se orienta hacia la expansión del mercado sino a una especialización cualitativa. Los diarios, como filtro y poso necesarios de un ruido informativo que ensordece y obnubila. Los diarios, como generadores de noticias de interés general frente a la banalidad creciente de los medios. Los diarios, como espacio libre para el análisis y el escrutinio críticos de la acción política y de gobierno, frente a la amenaza de su conversión en mero campo de juego y caja de resonancia de los partidos.

Potenciar esos aspectos diferenciales, junto al rigor y la exactitud de la información, ayudaría al pleno reencuentro con el interés del público.

Jaume Guillamet es catedrático de Periodismo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

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