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El sastre que voló de Tegucigalpa a Nueva York
Carlos Campos creció rodeado de dedales, agujas y personajes importantes del Honduras de los años ochenta. Su padre, uno de los más reputados sastres del país centroamericano, le inculcó el gusto por el corte y la confección; Nueva York, donde decidió establecerse para estudiar en el Fashion Institute of Technology, le insufló ese espíritu tendencioso y rebelde .