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Tentaciones
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EN PORTADA

El hombre que hizo llorar al bestia

¿QUE si era fan de Jean Claude? Por supuesto, ¿y quién no lo era a los 15 años? Que levante la mano el que no haya alquilado al menos una vez Contacto sangriento o Kickboxer". Confiesa el realizador Mabrouk El Mechri, camisa verde, móvil a su izquierda, sentado en una mesa a merced del vendaval en un hotel de Sitges. El Mechri visita el festival de esta localidad a orillas del Mediterráneo para presentar la tan singular obra, JCVD.

¿Y esto qué es? ¿Un mockumentary (falso documental) con sorna? ¿Una bio-pic? "No me gustan las etiquetas", dice El Mechri, "me ponen nervioso". "Pero algo habrá que decir", insiste el periodista: "Si quieren decir que es un mockumentary, me parece bien; si quieren decir que es otra cosa, también. Odio las etiquetas", recalca con la cabellera del revés, cortesía de la brisa huracanada.

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VAN DAMME QUIERE OTRA OPORTUNIDAD

Pues vale, pasemos a algo con más sustancia. ¿Cómo se lía a un tipo como Jean Claude Van Damme para que se ría de sí mismo hasta hacerse sangrar? "Pues pidiéndoselo con cariño. Con los años he descubierto que uno puede pedir casi cualquier cosa siempre que lo haga con cariño y educación. No fue diferente con Jean Claude, simplemente quedamos un día para comer, le expliqué lo que quería hacer, que no quería que fuera mi estrella, sino mi actor principal, que no tendría ningún tipo de control sobre la producción o sobre el resto del reparto. Que sólo quería que fuera un actor, sólo eso". Sorprendentemente, parece que Van Damme no efectuó un doble mortal sobre la mesa del restaurante para acabar golpeando la glotis de El Mechri con su talón izquierdo, sino que dijo "que sí. Que necesitaba aire fresco. Que estaba harto de hacer películas de mierda rodadas durante cuatro semanas en Bulgaria y que luego se editaban directamente en DVD". Aleluya.

"Alejados los fantasmas de una negativa prematura, había que ponerse manos a la obra", continúa relatando el director, nacido en Versalles, en excelente inglés. "Una vez en el plató, intenté que se sintiera a gusto con el equipo, con el resto del reparto y, sobre todo, consigo mismo". Y, créase o no, parece que el belga sabe actuar: "Yo no tenía ninguna duda de que iba a hacerlo de primera".

Así, JCVD se convierte en la primera vez en la que el espectador tendrá ocasión de ver a un Van Damme reposado, lúcido, articulado, hasta dramático; un Van Damme espléndido en su papel, que se permite el lujo de confesar a cámara y en primer plano por qué ha llegado hasta aquí, lo que duele caerse desde la cima.

Pero la película no sólo cuenta con la sorprende actuación del actor, sino que, además, tiene una marcada preocupación por la estética: "Por supuesto, cuando hablé con mi director de fotografía le dije que una de las cosas que más me preocupaba era que la película caducase, así que intentamos darle un look al filme tipo Robert Richardson [director de fotografía que ha trabajado con Martin Scorsese, Quentin Tarantino o Robert de Niro], de forma que nadie pudiera decir exactamente cuándo se rodó. Algo vintage, para entendernos".

Con todo, también hay malas noticias: "En Francia, la cosa no acaba de funcionar, creemos que tardará un poco en arrancar. El problema es que allí tienen muy nítido el Van Damme que iba a los programas del corazón hasta las cejas de cocaína. Será un poco difícil superar todos esos prejuicios, pero creo que lo conseguiremos".

¿Y cómo reaccionó el viejo ídolo después de verse así de expuesto? "Vamos a poner los prolegómenos de eso en el DVD, con todo el equipo abandonando la habitación de visionado: vimos la película él y yo solos, con la mejor copia disponible en aquellos momentos. Al final de la película, Jean Claude lloró".

JCVD puede ser la segunda oportunidad, la que reza el dicho que todos merecemos, para un hombre que lleva una eternidad cayendo en picado. Esperemos que la aproveche. De momento, su próximo proyecto, Full love, escrita y dirigida por el actor, se publicita como "un drama"... Y, si no, siempre nos quedará Contacto sangriento. Algo es algo.

EL ARTE DE RESUCITAR A LOS MUERTOS

Es tendencia. Da credibilidad cool a los directores que lo perpetran. A saber: The wrestler, Protagonizada por Mickey Rourke, gana en Venecia; Travolta, candidato al Oscar con Pulp fiction; Arnie... ¡de gobernador de California...! Lo dicho: sólo a un alienígena podría sorprenderle el regreso al planeta Tierra de Van Damme.

Lázaro era ese señor que aparecía en la Biblia y que, en un momento dado, era resucitado de entre los muertos por el mismísimo Jesús de Nazaret. Unos cuantos años más tarde, Travolta es ese señor que

aparecía en Grease y que fue resucitado por un tipo que no era de Nazaret, pero que tiene mucho de profeta: Quentin Tarantino. El director consiguió con Pulp fiction un auténtico milagro: que el mundo volviera a emocionarse con las caderas del actor (y hasta se atrevió a ponerle una coleta y una jeringa en el brazo).

Lo mismo se puede decir del realizador Darren Aronofsky, que ha recuperado —a lo grande— para el cine al luchador profesional, camorrista aficionado y guaperas oficial de finales de los ochenta Mickey Rourke. Todo ello con The wrestler. ¿Más? Marisa Tomei, aquella actriz de figura delgada y cutis impecable que ganó un Oscar en 1993 porque Jack Palance se había bebido el Mediterráneo (o eso dicen los rumores), que no volvió a sacar la cabeza hasta 2002 (otra nominación) y que ahora se muestra radiante, madura y guapísima en Antes de que el diablo sepa que has muerto. Otros no Necesitan a nadie para volver a la vida: Stallone, crecidito y con un rostro cada vez más picassiano, ha resucitado de un plumazo a Rambo y Rocky con notable éxito. Tampoco Schwarzenegger, con una Carrera que iba a la baja, tuvo ningún tipo de manía: ¿Que las películas no me dan dinero? Pues me meto a político. Ahí lo tienen, de gobernador de California. Dame pan y dime tonto. T. G.

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