Figurantes sin frase
La llamada Declaración de México podría haber sido perfectamente escrita con antelación al reciente Congreso de Cultura Iberoamericana. Poblada de generalidades y buenos propósitos -los que se persiguen en el mundo del cine desde hace décadas- el documento no hizo ninguna referencia concreta a nada de lo discutido en la multitud de mesas redondas y actos diversos -43 en cuatro días- al que habían sido convocados representantes del cine español y latinoamericano.
Un ejemplo muy revelador: el realizador Benito Zambrano se topó el sábado pasado con un tropel de cineastas españoles en los largos y soleados pasillos exteriores del Centro Nacional de las Artes, en Ciudad de México. El grupo de actores y directores buscaba el lugar donde se iban a leer las conclusiones de este Congreso auspiciado por el ministro español César Antonio Molina. "¿A dónde vais?", preguntó Zambrano. "A la lectura de las conclusiones", le respondieron. "¿Las conclusiones? ¡Pero si yo todavía no he empezado mi mesa redonda!".
El acto de conclusiones, ceremonioso y solemne, se había adelantado siete horas y ni siquiera se tuvo la delicadeza de avisar a los que todavía daban vueltas a lo que expondrían en público, con la esperanza de que habían viajado hasta México para algo más que ser simples floreros. Nada más lejos de la realidad.
Lo cierto es que el escepticismo y la incredulidad se instalaron rápidamente en los españoles que acudieron a la cita. Empezando por la separación física de las delegaciones española e iberoamericana en dos hoteles a una más que considerable distancia el uno del otro y por supuesto con diferente categoría -"es ridículo que estemos separados, hemos venido aquí a estar y dialogar con los colegas iberoamericanos y no con los españoles que nos tenemos ya muy vistos", se lamentaba un ponente- y continuando por la caída de algunos de los nombres más llamativos (Alejandro Amenábar, Guillermo Arriaga o Diego Luna, entre otros) y el escaso público en algunas de las sesiones, el congreso se vivió como una gran operación de marketing.
"Somos como figurantes sin frase", se lamentaba uno. "No hay ninguna coordinación en las mesas, aquí cada uno suelta su rollo y a correr", decía otro, "ha sido una pérdida de tiempo".
A pesar de la pompa y el humo, muchos querían reconocer que el impulso no deja de ser interesante. ¿Fe ciega o pura esperanza?