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El hipnotizador

Bien cerca ya de cumplirse los dos años desde las últimas elecciones al Parlamento catalán, la actual legislatura se halla prácticamente en su ecuador y es, por tanto, un momento propicio para esas evaluaciones y balances que los americanos llaman de mid term. Estos balances, quiérase o no, tendrán como elemento de comparación el primer Gobierno tripartito, el que encabezó Pasqual Maragall.

Las diferencias de perfil, de carácter y de estilo entre éste y su sucesor -y también correligionario- José Montilla eran evidentes de entrada. Pero los efectos prácticos de esas diferencias no empezaron a hacerse perceptibles hasta la toma de posesión presidencial del ex alcalde de Cornellà, el 28 de noviembre de 2006. Y el resultado es espectacular.

Montilla está consiguiendo amansar a ERC e ICV, y que gestionen sus negociados sin golpes de efecto ni polémicas cruzadas

La faceta más previsible -pero no menos importante- del nuevo escenario político en la Generalitat ha sido la perfecta armonía entre presidente y partido, entre la plaza de Sant Jaume y la calle de Nicaragua, eso que tanto faltó durante el trienio anterior. Obra de la tríada compuesta por el propio Montilla, Miquel Iceta y José Zaragoza, esta entente permite al presidente catalán mantener con el PSOE y con Rodríguez Zapatero un grado de confrontación verbal y gestual que, de protagonizarlo Maragall -o cuando Maragall lo ensayó- provocaría en el cuarto de banderas del PSC un amenazador ruido de sables. Ahora, en cambio, el aparato cierra filas con Montilla, bien sea porque lo percibe como uno de los nuestros que defiende la credibilidad de la marca, o porque sabe que, en el conflicto fraternal con Moncloa y Ferraz, la sangre no llegará al río.

Más llamativo es todavía el cambio de actitud de los socios de coalición. Pese a haber trenzado su Entesa Nacional pel Progrés desde una posición electoral más débil que la de Maragall en 2003, José Montilla ha logrado amansar a republicanos y ecosocialistas. No, no digo que los haya arrastrado con un hiperliderazgo arrollador. Pero, con su autoridad taciturna y sin alharacas, casi hipnótica, está consiguiendo aquello que a lo largo de la anterior legislatura parecía imposible: que gestionen los respectivos negociados sin polémicas cruzadas, ni golpes de efecto, ni aquel antiguo afán por singularizarse cada dos por tres.

Es indudable que circunstancias específicas de cada uno de sus partners han coadyuvado a este éxito del presidente Montilla. Esquerra Republicana (ERC) vive desde hace muchos meses absorbida por sus disputas faccionales, que consumen las energías del colectivo y erosionan la imagen de éste. Pero es que, además, un Carod Rovira cada vez más aburrido de las querellas intestinas y enfrascado en sus tareas de gobierno quiere poder desarrollarlas durante cuatro años, sin sobresaltos o interrupciones abruptas como la que protagonizó en 2004: he aquí, pues, a un sólido aliado de José Montilla. En cuanto a Joan Puigcercós, parece haber optado por una estrategia light -la que mostró en el reciente debate de política general-, que favorezca su imagen de futuro presidenciable, que recupere el antiguo cliché de una Esquerra equidistante entre socialistas y convergentes. Puigcercós -han dicho sus allegados- quiere una Esquerra con proyecto propio. Pues ojalá la consiga; pero, de momento, sostiene el proyecto del PSC con mansedumbre y se diría que ha renunciado a condicionarlo.

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Por lo que se refiere a Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), sus dos departamentos en el Gobierno de Montilla han sufrido, en este bienio, un serio desgaste de gestión y de discurso -los más críticos con el sistema, al frente de la represión; los más ecologistas, a cargo de resolver la sequía...-, desgaste que ha convertido a sus máximos dirigentes en devotos de aquella vieja jaculatoria mariana: ¡Virgencita, que me quede como estoy! En términos de política diaria, eso se traduce en un perfil bajo y en una extrema prudencia ante asuntos que, no hace mucho tiempo, levantaban polvareda, como la MAT o el Cuarto Cinturón. Sólo ante la futura ley de Educación, Iniciativa ha amenazado con plantarse, en el bien entendido de que ello no provocaría ninguna crisis de gobierno.

El cuerpo a tierra de los ecosocialistas viene siendo tan notorio, que ha acabado por incomodar a una parte de la organización, y el malestar difuso se exterioriza desde hace semanas en forma de corrientes críticas, manifiestos, reivindicaciones y una cierta presión a favor del rejuvenecimiento de liderazgos. ¿Cuáles son las banderas de esta pequeña fronda? Unos, entre los que se cuenta el ex consejero Salvador Milà, denuncian que ICV se ha apartado de su ideario de izquierda transformadora y cuestionan su papel en el gobierno de Entesa. Otros, y no sólo veteranos procedentes de Nacionalistes d'Esquerra (como Josep Maria López Llaví o Jordi Altarriba), sino también históricos del PSUC (como Ignasi Riera o Jordi Coca) y, sobre todo, cargos de elección popular muy importantes (el eurodiputado Raül Romeva o el alcalde de Cerdanyola del Vallès, Antoni Morral), han suscrito el documento titulado Manifest per unes politiques sobiranistes a ICV, donde acusan a la formación ecosocialista de "ambigüedad", de haber "pasado de puntillas" sobre la cuestión nacional. Así las cosas, y sintiéndose contestado por primera vez en una década, Joan Saura promete "más voz propia" para Iniciativa en el seno de un Gobierno del que él es, al menos sobre el papel, número tres.

A raíz del debate parlamentario de la pasada semana, diversos opinadores han discutido sobre si el presidente Montilla pujolea, si imita a Pujol. Al menos, empieza a tener a sus socios de gobierno en el estatus en que Pujol tenía a los consejeros de Unió Democràtica.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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