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La carrera hacia la Casa Blanca

Obama afianza su ventaja frente a McCain

La victoria en el Estado de Florida será clave para ganar la presidencia

Antonio Caño

"Podemos ganar las elecciones sin ganar en Florida, pero si ganamos en Florida no hay nada más que hablar", dijo Barack Obama en Miami hace apenas un par de semanas. Entonces eso parecía misión imposible. En efecto, una victoria en Florida, donde George Bush ganó dos veces, supondría un golpe decisivo en la noche electoral, tal vez el preludio de una goleada. Pero hace dos semanas, John McCain marchaba claramente por delante en las encuestas en Florida y se daba por seguro que este Estado, el de población más vieja del país, un feudo de militares retirados y de latinoamericanos huidos de regímenes de izquierda, no apoyaría a un candidato demócrata negro que se ha confesado dispuesto a negociar con Raúl Castro.

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Eso era así en Florida y en otras partes del país hasta que estalló la crisis en Wall Street, que situó la economía en el centro de las preocupaciones de la mayoría del electorado y que precipitó una serie de movimientos que pusieron en evidencia mejor que nunca las virtudes y los defectos de ambos candidatos.

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En el tiempo transcurrido desde entonces y a falta de un mes exactamente para acudir a las urnas, Obama ha pasado a liderar las tres últimas encuestas realizadas en Florida, en una de ellas con ocho puntos de ventaja sobre McCain. Las reservas sobre el pasado de Obama, su color y su inexperiencia han quedado a un lado ante el riesgo que amenaza las pensiones y los ahorros del enorme colectivo de jubilados que pueblan el litoral de esta región.

Lo mismo ha ocurrido en otros Estados en los que la economía aprieta y las elecciones se jugaban en apenas miles de votos. McCain ha dejado de encabezar las encuestas en Ohio -otro lugar decisivo-, así como en un tradicional baluarte republicano como Virginia, y se ve amenazado en un Estado tan conservador y religioso como Carolina del Norte.

Obama ha consolidado, además, su ventaja en Estados en los que sentía el aliento de McCain en la nuca, como Pensilvania, y prácticamente ha echado de la carrera al candidato republicano en un territorio de tradición demócrata en el que hasta hace pocos días McCain se atrevía a competir, Michigan.

Al mismo tiempo, Obama consolida su ascenso en Estados del oeste hasta ahora vetados a los demócratas, como Colorado o Nevada. El cálculo que diariamente realiza en su página web Karl Rove, el antiguo asesor de George Bush, predice, en estos momentos, una victoria amplia del candidato de la oposición. No sólo porque su ventaja en las encuestas nacionales se ha consolidado por encima del margen de error (cerca de seis puntos en la media elaborada por Real Clear Politics, la más alta desde que Obama y McCain compiten) sino porque esa diferencia se repite también en el reparto de los votos electorales por Estados, que es el sistema mediante el que se elige presidente.

El caso de Florida es el más revelador. Con sus 25 votos electorales, Florida fue responsable de que Bush saliera elegido en 2000 después de aquel discutido recuento de papeletas, sancionado por el Tribunal Supremo, que cautivó la atención mundial. Ahora Florida se ha convertido en un lugar que McCain tiene que ganar si quiere ser presidente.

Ésa es una de las razones que explican la retirada de McCain de Michigan, donde ha cancelado sus comparecencias, ha reducido personal y ha suspendido la inversión en anuncios de televisión con el objeto de desviar gran parte de esos recursos a Florida.

Obama lleva meses tejiendo una amplia red de contactos (incluyendo el apoyo sorprendente de la Fundación Nacional Cubano Americana) en un Estado en el que partía de cero y en el que en las primarias arrasó Hillary Clinton. Hoy cuenta ya con 50 oficinas en Florida, 350 empleados y una nómina mensual cercana a los 40 millones de dólares. Como consecuencia, los demócratas han registrado a medio millón más de votantes que los republicanos.

La buena planificación y el trabajo metódico son algunos de los contrastes entre ambas campañas y también el reflejo de la personalidad de ambos contendientes. Tras el estallido de la crisis financiera, en pleno momento de desorientación, el instinto llevó a McCain al gesto teatral de suspender sus actividades, mientras que Obama apareció ante el electorado con más aplomo y seguridad que nunca. "Míster Frío contra Míster Caliente", dice la portada del semanario Newsweek.

Ese aplomo es el que ha convencido a gente como Johnny Brown, un pensionista de West Palm Beach. "McCain ha perdido el norte; es como Bush pero más impulsivo. Es arriesgado dejar la economía en sus manos en momentos como éste", dice para explicar por qué está inclinado, aunque todavía no decidido, a votar por Obama. Es justo decir que la opinión de muchos jubilados de esta área comenzó a cambiar después de un anuncio de Obama en el que denunciaba que la política económica de McCain supondría la liquidación de las pensiones públicas. Pero el gran giro -con reservas- hacia Obama se produjo tras el terremoto financiero.

Menos reservas parecen guardar los expertos en esa materia. Aunque la campaña de McCain hizo circular recientemente una declaración firmada por cerca de 600 economistas en apoyo a las propuestas del candidato republicano, el semanario The Economist incluye en su último número una encuesta con cerca de un millar de profesionales de esa especialidad que, de forma abrumadora, se decantan del lado de Obama, incluso cuando se excluye del recuento a aquellos economistas que se definen como demócratas.

Las propuestas económicas de Obama, que incluyen una controvertida subida de impuestos a los ingresos anuales superiores a los 250.000 dólares, pueden ser motivo de discusión y crítica, pero, al menos en momentos como éste, cuando el público mira con desesperación la obra legada por los ocho años de Administración republicana, se ven como un bálsamo curativo, una oportunidad que vale la pena intentar.

Si la economía sigue dominando el debate nacional, no va a ser fácil modificar el rumbo tomado por esta campaña. McCain necesita introducir nuevos elementos de controversia que distraigan la atención de los votantes de los males económicos. Su campaña ya está trabajando en ello.

En Florida, por ejemplo, empezó el viernes una nueva campaña de anuncios en televisión en los que se advierte del peligro que representa para EE UU la elección de un presidente débil frente a los enemigos extranjeros.

Otros anuncios de esas características, apelando al miedo de los votantes, a los rumores sobre la biografía de Obama y a su supuesto, aunque muy discutible, izquierdismo empezarán a circular esta misma semana. Los estrategas de McCain han reconocido a The Washington Post que la campaña se va a poner más dura a partir de ahora y que el objetivo es conseguir que el foco se desplace de nuevo hacia la figura del candidato demócrata y que el debate vuelva a ser sobre valores personales.

Sarah Palin algo hizo en el debate del jueves pasado para conseguir ese propósito, pero no lo suficiente. Su simple reaparición en escena -la crisis financiera la había borrado del mapa- sirve para recordar al público los valores tradicionales y el papel del americano medio en toda esta situación.

Pero se trata de una reaparición muy tímida, arrasada prácticamente por noticias como la aparecida ayer en todos los diarios sobre la pérdida de casi 160.000 puestos de trabajo en septiembre, la peor cifra en cinco años.

En el segundo debate que McCain y Obama celebrarán pasado mañana, el candidato republicano intentará, probablemente, incidir en la descalificación personal de su contrincante, en su falta de experiencia, en la inocencia de su política exterior. Como afirma el columnista conservador William Kristol, alentando a su desmoralizada parroquia, todavía queda tiempo para darle la vuelta al marcador. Ejemplos hay de sobra en el pasado electoral norteamericano en los que eso ha ocurrido. Al Gore, sin ir más lejos, estaba seis puntos por delante en las encuestas a esta altura de la carrera hace ocho años. Pero entonces no existía el clima de fin de época que ahora se detecta.

Barack Obama, en el aeropuerto de Reno (Nevada) la semana pasada.
Barack Obama, en el aeropuerto de Reno (Nevada) la semana pasada.AFP

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