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Reportaje:65ª Mostra de Venecia

Retrato del gran vanidoso

Un documental desnuda en el certamen la intimidad del mito Valentino

"Sé lo que les gusta a las mujeres, sí", dice Valentino a la cámara con un puntito de vanidad. "Lo que les gusta es estar maravillosas". Es uno de los grandes momentos de Valentino, el último emperador, el estupendo documental-homenaje dirigido por Matt Tymauer, que ayer convirtió al modista que vistió a las mujeres más elegantes de los últimos 50 años en la estrella del día en la Mostra de Venecia. La película se proyectó anoche en el teatro La Fenice, antes de una cena en la Fundación Peggy Guggenheim. Entre los 250 invitados estaban Claudia Schiffer, Gwyneth Paltrow y Uma Thurman.

Casi octogenario, con su pelo enlacado y su moreno perpetuo, luciendo su autoritarismo pero también toda su fragilidad, muchas veces gracioso hasta lo hilarante, enajenado a ratos por su propia genialidad, Valentino logra que la película sea a la vez testamento de su vida, glosa de su arte y un homenaje a la belleza. Sobre todo a la creada por él mismo. "Me gustan las cosas bellas, las mujeres bellas, los perros bonitos. Me gustaba desde pequeño la belleza, yo no tengo la culpa", explica en una de las secuencias, poco antes de montar un numerazo a la cámara por centrarse en sus empleados. "Si no me sacan a mí, se acabó el documental", brama.

"Me gustan las cosas bellas, las mujeres bellas, los perros bonitos. No es culpa mía", dice el modista
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El retrato bucea en la intimidad del diseñador, viaja de lo público a lo privado. Tymauer refleja su fina inteligencia y su potencia creativa y económica, pero no esconde la fragilidad del emperador, su soledad, su incapacidad para transmitir y compartir sus sentimientos.

La obra se apoya en la narración de su inseparable y fidelísima pareja, un gran personaje en la sombra, llamado Giancarlo Giammetti, que se define a sí mismo como "amante, amigo y empleado", y que desde que conoció a Valentino en Roma hace 50 años sólo se ha separado de él "dos meses en total".

El opulento ritmo de vida que mantiene Valentino brilla también con impactante exhibición de poderío. Ahí están sus cinco perros -con el cuidador que les lava los dientes-, el yate fastuoso, el avión privado con sofá para los canes, el castillo en Francia abierto a las fiestas con famosos, la preciosa villa romana, el taller donde cosen todo a mano las costureras de siempre y la pasarela de París. La realidad desfila ante el espectador y parece una ficción increíble.

Al mismo tiempo, se cuenta el ocaso de los 45 años de carrera del diseñador. La venta de la firma en 1998 a un grupo inversor marca la enorme distancia entre la alta costura artesanal y la moderna línea de producto, al que Valentino se niega a adaptarse. Sus últimas creaciones, que diseña antes de la gran despedida en Roma, en julio de 2007, aparecen en el homenaje montado por su pareja. "¡Cuántas cosas he hecho!", exclama mientras acaricia algunos modelos. Poco después, abomina del célebre rojo: "Los trajes rojos son los más fáciles y estúpidos". Al final, su amigo y colega Karl Lagerfeld le coge del brazo y susurra: "Comparados con nosotros, los demás diseñan trapos".

Valentino y la modelo Eva Herzigova llegan ayer por la mañana a Venecia.
Valentino y la modelo Eva Herzigova llegan ayer por la mañana a Venecia.AFP

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