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Reportaje:

"¡Ya tenemos jugadora!"

Carla Suárez se mete en cuartos de Roland Garros, la primera española desde 2003

El diagnóstico tuvo la precisión de las apuestas seguras: "Hay que trabajar para que las piernas le vayan a la velocidad de los ojos". Carla Suárez se clasificó ayer para los cuartos de final de Roland Garros, el primer torneo grande que disputa, al ganar a la italiana Flavia Pennetta por 6-3 y 6-2. Fue una victoria dictada con su revés de coleccionista. La conclusión de año y medio de trabajo físico para impulsar su "talento y creatividad". Y un triunfo labrado bajo órdenes estrictas. La española, de 19 años, está en París con su madre, "mami", la mujer del I can't live without you (No puedo vivir sin ti) en la camiseta. Duerme en un modesto apartahotel, en el que cocina el desayuno y la cena junto a su técnico. Tiene racionado el contacto con la prensa, a la que atiende en grupo. El móvil, apagado con frecuencia por recomendación de su entorno. Y todo, las medidas de seguridad, los mimos, se ha puesto al servicio de una frase. "¡Ya tenemos jugadora!", estalló Miguel Marguets, el seleccionador femenino.

"Sus piernas tenían que ir a la velocidad de los ojos", dice su entrenador
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Desde 2003, cuando estuvo Conchita Martínez, no había españolas en los cuartos de París. Y desde 2001 ninguna jugadora de la previa había llegado hasta esa ronda. Para romper esas marcas ha hecho falta que Suárez abandonara Las Palmas, se mudara a Barcelona, decidiera vivir sola en un piso con 18 años y se resistiera a las tentaciones del mercado de la seda de Pekín. El terremoto que empezó con el análisis de sus piernas y la mejora de sus apoyos continuará mañana ante la serbia Jankovic, la tenista momia, que siempre juega protegida por alguna venda y es la número tres del mundo. En medio, sus paseos nocturnos con sudadera por la calle Louis Armand, cordón umbilical entre su habitación y la pizza de atún y cebolla de L'Olivier. Las aceras en obras. Y su tranquilidad pasmosa, fruto de la obsesión de su entorno por la repetición de rutinas. Suárez, que lleva 16 días y siete partidos en París, está en los cuartos por un pelo.

"Hubo un partido de la previa que me costó muchísimo. Si no hubiera luchado un par de juegos más, no estaría aquí", razona; "cuando veo el ambiente del torneo, los nervios me empiezan a florecer en la barriga, pero si a la rival le demuestro que estoy nerviosa o cansada es ventaja que le estoy dando. No me conformo con nada".

"Antes hacía muchos golpes ganadores y muchos errores no forzados. Ya no. Por eso ha explotado. Ha madurado", dice Margets. "Una tarde de nuestro viaje a Pekín para jugar la Copa Federación fuimos al mercado de la seda, donde todo está barato", recuerda; "las chicas estaban encantadas. Al día siguiente, antes del partido, la mayoría volvió. Carla, no. Se quedó en el hotel. Tiene ambición y sabe priorizar. Quería estar preparada para la batalla".

"La gente compite como vive", resume Budó, su entrenador; "y ella vive independiente y con responsabilidad. Le montamos partidos de baloncesto y fútbol, que es su pasión, porque la gente talentosa como ella necesita que le sorprendan para no perder la creatividad. Estaba claro que tenía un revés innato que podía pegar con los ojos cerrados. Había que compensar con la derecha y conseguir que las piernas le fueran a la velocidad de los ojos. Todavía le falta trabajo físico y constancia mental. Ahora no nos queda mucha gasolina. Venden sus golpes, pero lo importante es lo que tiene dentro".

Suárez, que con su victoria se aseguró 130.500 euros y un puesto entre las 50 mejores jugadoras del mundo, personifica una excepción en el tenis del siglo XXI. Rodeada de pegadoras que buscan el punto por aplastamiento, la española es una chispa de juego angulado. Una esgrimista frente a las bombarderas. "Es muy talentosa", dice Catalina Castaño, compañera de entrenamientos; "tiene muy buenas manos. No es como Sharapova, que lo manda todo plano. Te mantiene en la incertidumbre, variando".

Suárez ya está en los cuartos. Le acompañan su revés endemoniado y una comparación. "He escuchado lo de Justine Henin", confiesa; "mi juego es siempre hacia adelante y llevando la iniciativa, pero hay algo que tiene ella y que yo tengo que mejorar muchísimo: la velocidad y la movilidad de las piernas". Hay cosas que no cambian. Suárez ya no puede levantarse de madrugada para ver los partidos de los Lakers, como hacía cuando vivía en Las Palmas, pero sigue trabajando para que sus piernas corran tanto como sus ojos.

Carla Suárez , tras ganar un punto a Pennetta.
Carla Suárez , tras ganar un punto a Pennetta.AFP

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