Columna

¡Chuta, Pablo!

Cuenta Oliver Cyriax en su diccionario del crimen que el fútbol era la gran pasión del narcotraficante Pablo Escobar. El tipo vivía a todo tren en su pueblo natal, Evingado, repleto de sucursales bancarias mucho antes de la euforia financiera. Solía jugar y hacer de árbitro a la vez, y jamás daba por finalizado un partido hasta que el marcador favoreciera a su equipo. "Cuando Pablo chutaba el balón, los contrarios nos apartábamos para que entrara en la portería". Hay espectadores que recuerdan maratonianos partidos de cuatro horas, que no avalan la pericia del crac colombiano. El fútbol, al me...

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Cuenta Oliver Cyriax en su diccionario del crimen que el fútbol era la gran pasión del narcotraficante Pablo Escobar. El tipo vivía a todo tren en su pueblo natal, Evingado, repleto de sucursales bancarias mucho antes de la euforia financiera. Solía jugar y hacer de árbitro a la vez, y jamás daba por finalizado un partido hasta que el marcador favoreciera a su equipo. "Cuando Pablo chutaba el balón, los contrarios nos apartábamos para que entrara en la portería". Hay espectadores que recuerdan maratonianos partidos de cuatro horas, que no avalan la pericia del crac colombiano. El fútbol, al menos en Valencia, es un deporte de riesgo y en cuestión de habilidades balompédicas pocos podrían afearle la táctica a Escobar. Hace unos días, los contribuyentes valencianos se solidarizaban a la fuerza con los compañeros del metal, digo de la mercantil Levante UD, ya que el Ayuntamiento debía apechugar con 50.000 euros por avalar una empresa con ánimo de lucro, valga la redundancia, insolvente para abonar los intereses de cuatro millones de crédito. Cuando paguen sus impuestos, los vecinos también evocarán la grandeza del fútbol. En esta cuestión, como en otras de parecida índole -lo del Valencia CF, con sus permutas, recalificaciones y privilegios está al salir en Wikipedia- la oposición no hace sangre, acaso porque no quiere perderse la jugada, si es posible desde el palco ¡Chuta, Pablo! Sin contar que las corporaciones partidistas marcharon sin dejar señas o están de congresos y exposiciones. Dejen su mensaje.

Para el sábado por la tarde se anuncia una multitudinaria cacerolada que recorrerá céntricas calles de Valencia, entre el Ayuntamiento y la Generalitat, para protestar contra los daños sonoros a la vecindad y demás efectos perniciosos derivados del circuito de carreras impuesto por los señores del negocio. Lo de convertir las urbes en scalextrics comienza a ser una plaga. Ni París está a salvo de tío Bernie. Cualquier día llega un pirado con la cartera llena y monta un safari de avestruces en Viveros, previa recalificación y reserva de suelo para hoteles con spa. ¡Chuta, Pablo! Se entiende que a 20.000 euros de salida al balcón para ver pasar, es un decir, el bólido y respirar hondo su combustión, puede solucionarle la cesta de la compra al titular del mirador. También se prevé un estímulo en la demanda de camareros y sector cárnico de ambos sexos, titulaciones que no imparten las universidades, tan elitistas y alejadas de las verdaderas pulsiones del pueblo pagano. Ya tiene razón Camps, cuando estrangula sus finanzas y detrae del presupuesto la calderilla para bibliotecas, a favor del Moët & Chandon que correrá por un circuito paralelo a la Fórmula 1. Seguro que el presidente y la alcaldesa se tomarán con mejor humor la percusión del sábado que las luchas del PP entre liberales de piedra picada y absolutistas de rancio abolengo. Puestos a sodomizar, al menos podrían ejercer con la ciudadanía el mismo trato que el funcionario romano de La vida de Brian, cuando preguntaba a la fila de condenados: "Crucifixion? Oh, yes. Thank you very much". Con amabilidad y sin ruido ensordecedor.

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