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Reportaje:

El oso se habitúa al hombre

El oso pardo cantábrico pierde el miedo y entra cada vez más en los pueblos - Una empresa británica organiza sin permiso viajes para avistar el animal

El 23 de agosto de 2004, los vecinos de Somiedo (Asturias) descubrieron un osezno comiendo en sus panales. Cada día durante más de una semana el oso, de año y medio y lomo plateado, se dejó ver por allí. Comía tranquilamente la miel y hasta se dejaba fotografiar. Lo bautizaron como Abeyeru (Abejero). No tenía miedo al hombre. Otro: en diciembre de 2004, un osezno entró varios días seguidos en las casas de Quirós: tiró contenedores y comió pienso. Sus huellas quedaron marcadas en la puerta metálica roja de uno de los garajes. Y sus pisadas sobre la harina le delataron en otro de los lugares que visitó.

No son casos aislados. Hay decenas. Cada vez más. Y aunque es un síntoma de la buena conservación de la especie, también revela un problema: el oso pardo cantábrico se está habituando al hombre. Lo que hace 20 años era insólito, cruzarse con un oso pardo en la Cordillera Cantábrica, es cada vez más habitual. En eso coinciden profesores universitarios, guardas forestales, vecinos y el Principado de Asturias.

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"Hay que ir con cautela, pero los indicios nos hacen pensar que es así, que se está produciendo la habituación del oso", señala Javier Naves Cienfuegos, biólogo profesor de la Universidad de Oviedo y uno de los mayores expertos en la materia. "Cada vez se ven más osos. Esa es la impresión que tenemos", coincide el guarda forestal del Principado de Asturias Raúl García. No sólo hay más avistamientos. Los ataques a las colmenas, el ganado y los frutales se han disparado. De 50 reses muertas en 1999 a unas 150 en la actualidad; el número de colmenas asaltadas se ha duplicado en 10 años.

La explicación es sencilla: todos los factores empujan en esa dirección. Por un lado, el furtivismo ha reducido la presión sobre los osos. Llevan 20 años sin recibir disparos -mejor dicho, recibiendo pocos- y las crías no huyen tanto del hombre. Además, hay más osos. Si a principios de los noventa los expertos calculaban que había unos 70, ahora la población ronda los 130, según explica Guillermo Palomero, de la Fundación Oso Pardo. El curso pasado se batió el récord de osas con crías, con 18 hembras controladas. Y este año, a falta de concluir el censo definitivo, volverá a superarse.

Más factores. Los osos tienen más basuras a su alcance y hay más gente por el monte. Algunos expertos añaden que cada vez hay menos arándanos en la Cordillera Cantábrica, un fenómeno probablemente asociado al calentamiento global. La reducción de uno de los alimentos básicos del oso empuja a los animales a buscar alimento en los valles. Como no parece que estas tendencias vayan a cambiar, lo previsible es que la habituación vaya a más.

Lo que puede parecer un síntoma de lo bien que van las cosas en la cordillera se puede volver contra los osos. Como explica Naves, "no es bueno que el oso se habitúe al hombre, que no se alimente por sí mismo. Un oso que come del hombre está muerto".

El investigador recuerda el caso del Parque Yellowstone, en EE UU, donde a finales de los sesenta las autoridades cerraron los basureros de los que se alimentaban los animales: "Murieron unos 150 osos, pero a la larga fue lo mejor para su conservación". De ahí surgió la imagen del guarda forestal persiguiendo al oso Yogui y a quienes le daban emparedados para comer.

La situación no es única. En Eslovenia, Rumania o Austria hay osos acostumbrados al hombre que crean problemas. "Si un oso se habitúa al hombre hay que espantarlo. Y deberíamos ir pensando en soluciones similares para la Cordillera Cantábrica", señala Naves. Una de las opciones más usadas es dispararle pelotas de goma cuando se acercan a una población, o asustarle con ruido. "Lo mejor es hacerle daño", sentencia.

La gestión del oso ya es complicada en la cordillera -un espacio relativamente pequeño y habitado, no es Alaska-. Por si faltaba algo llegaron los turistas. Tanto ha mejorado el avistamiento que ya hay empresas que, sin control, ofrecen viajes para verlos. Una de las pioneras es la británica Naturetrek, que el año pasado organizó su primer tour y que en junio de este año repetirá.

El responsable de los viajes a Somiedo (Asturias), Andy Tucker, explica: "No garantizamos a nuestros clientes que verán un oso, pero sí que lo buscaremos durante días, que iremos por el parque de Somiedo con guías locales". Una empresa francesa y varias locales ofrecen servicios parecidos.

Tucker niega que vayan a molestar a los osos. "Si vemos un oso estaremos en la otra ladera del valle, a distancia". La empresa no ha pedido permiso y no lo necesita: "Vamos por caminos públicos con guías locales. No hay que pedir permiso para pasear por el campo". La empresa organiza viajes para ver lobos en Zamora, linces en Andalucía y cetáceos en el Estrecho, entro otros muchos viajes para ver animales por el mundo. El viaje a ver los osos cuesta 1.200 euros.

El Principado de Asturias se opone al turismo en Somiedo. "El modelo [actual de conservación] está dando resultados y no queremos ponerlo en riesgo", explica una portavoz. Ésta añade que la Consejería de Medio Ambiente "no tiene ningún conocimiento de ninguna iniciativa de esa naturaleza". Pero de poco sirve.

Muchos científicos y ecologistas como la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábrica, una de las asociaciones más activas, apoyan que se restrinja al máximo el turismo, ya que la población no está suficientemente consolidada. El guarda García sentencia: "Ya hay mucha gente siguiendo a los osos: guardas, fundaciones, profesores... Aunque se lleve cuidado molestamos a los osos y ellos se enteran de cuando llegamos aunque sólo sea por cerrar la puerta del coche".

Otros, como Palomero, apuestan por regularlo: "La gente quiere ver osos, como en otros sitios ve tigres o leones. O lo regulamos o funcionará sin control y puede ser peor".

Hace una década, los científicos radiomarcaron un oso en la cordillera. Con él seguían a toda su familia. Y lo que descubrieron fue que el turismo sí les afecta: "Los viernes por la tarde perdíamos casi siempre a los osos, se iban lejos. No sabíamos por qué hasta que nos dimos cuenta de que la llegada de gente al campo les expulsaba de su zona natural", señala Naves.

El oso marcado murió accidentalmente y se armó tal revuelo que nunca más se volvió a implantar un transmisor a ningún animal cantábrico. Eso la ha convertido en la única población europea sin ejemplares controlados 24 horas al día, algo que dificulta su estudio.

El turismo supone un riesgo potencial: ¿qué ocurrirá si una de estas empresas crea puestos fijos con comida para garantizarse el avistamiento del oso? Que se habituará aún más y cada vez tendrá menos miedo del hombre.

Aparte del riesgo de que los osos se acostumbren existe otro más remoto aunque mayor: que un día un bicho se cruce con un vecino que saca la basura y le ataque. El 1 de enero de 2000, un oso le desgarró la vena femoral a un hombre que, mientras paseaba por la montaña palentina, se acercó demasiado al animal. "Un oso es un animal salvaje con capacidad de matar. No debemos olvidarlo. Los incidentes que ha habido han sido generalmente por imprudencias de las personas, pero no podemos descartar que haya un ataque serio un día", señala Palomero.

Hasta ahora, el caso de Palencia es la excepción. En 2005, tres obreros leoneses hallaron un osezno atrapado en unas obras y se fotografiaron con él. La experiencia en otros países europeos con poblaciones estables de osos es que todos los años hay ataques.

Los científicos temen que, sino se frena la acomodación al hombre y aumentan los ataques al ganado o los panales, algunos vecinos puedan tomarse la justicia por su mano. En diciembre de 2005, el pueblo asturiano de Quirós recibió visitas continuas de un oso. De repente desapareció. No se le volvió a ver. Perdió el oso.

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