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Elecciones en Italia

Italia elige entre dos mundos

La abstención de la izquierda puede abrir la puerta al regreso de Berlusconi

Lluís Bassets

Hay momentos en la historia de las naciones en que todo se juega a cara o cruz. Lo habitual es que cada elección e incluso cada alternancia contribuya a modelar una línea de continuidad. Lo excepcional, y éste puede ser el caso de las elecciones parlamentarias de hoy y mañana en Italia, es que desemboquen en un quiebro, que se jueguen a todo o nada.

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Si regresa Silvio Berlusconi, seguirá y culminará su asalto a la República desde los negocios, la personalización del poder, la presión sobre jueces y periodistas, la confusión entre los intereses privados y las responsabilidades públicas, después del paréntesis de dos años con Romano Prodi, que tuvo las manos atadas por una mayoría insignificante y volátil.

Si vence Walter Veltroni, empieza un nuevo ciclo político, del que queda excluido para siempre el multimillonario incordiante, y que tendrá como protagonista al centro-izquierda, a quien corresponderá revitalizar un país paralizado y desmoralizado e intentar la reforma de un Estado envejecido, obsoleto y sobredimensionado, tarea similar a la que en Francia le toca emprender a Nicolas Sarkozy al frente de la derecha.

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Veltroni tiene 20 años menos que Berlusconi. Ha sido elegido en unas primarias por una formación, derivada de la izquierda ex comunista y de la democracia cristiana más progresista, con vocación mayoritaria; mientras que su adversario es el patrono de un partido personal, creado hace 14 años como extensión política de su conglomerado de negocios. El ex alcalde de Roma ha sabido desembarazarse de las pequeñas formaciones oportunistas de centro, como el partido familiar napolitano de Clemente Mastella que ocasionó la ruina de Prodi ahora, y de izquierda, como la Refundación Comunista de Fausto Bertinotti, que produjo la caída del primer Gobierno de Prodi hace 10 años. La fuerza política que dirige será, muy probablemente, el primer partido de Italia a partir de esta semana próxima, por encima de cada una de las dos formaciones que componen el Pueblo de la Libertad, es decir, la posfascista Alianza Nacional, de Gianfranco Fini, y el partido privado de Berlusconi, Forza Italia. Y ha conseguido ya una primera victoria al levantar en pocos meses una formación como el Partido Democrático y estrechar la diferencia de 22 puntos que le separaba de Berlusconi hasta 3,5 que le daban los sondeos no publicados esta misma semana. Su campaña ha sido impecable, hasta el punto de que ha conseguido desembarazarse de la obsesión con Berlusconi, que ha caracterizado a la izquierda en los últimos 14 años. No ha pronunciado su nombre ni una sola vez, como si fuera gafe para la izquierda, y se ha dedicado a explicar sus propuestas y a aventar el fatalismo sobre el futuro de Italia, con su consigna inspirada en Obama, "Si puó fa".

Veltroni es uno de los productos más depurados de la refinadísima cultura católica y comunista que construyó la República tras la caída del fascismo y convirtió Italia en un mito antes de empezar la inacabable agonía del berlusconismo. Es el heredero de Enrico Berlinguer y de su compromiso histórico entre comunistas y democristianos, evolucionado hasta converger en un proyecto de un partido reformista a la americana, políticamente centrado, con primarias y tendencias. Que el amigo y émulo italiano de Vladímir Putin le reproche ahora un pasado comunista a maquillar es una ironía que hace sonreír, pero de incredulidad, a los propios seguidores de Il Cavaliere. Durante la campaña, Berlusconi no ha cesado de citarle y de provocarle como hace el torero con el toro en la plaza, pero Veltroni no ha entrado al trapo.

El partido de la abstención es el que puede darle la victoria mañana a Berlusconi. El sociólogo Ilvo Diamanti, en un artículo publicado en La Repubblica el 6 de abril y titulado Cuánto cuenta el partido de los que no votan, ha clasificado a quienes están tentados por el abstencionismo en tres apartados. Los vafa (por vafanculo, que mandan al garete a todos los políticos, con palabras más gruesas, con el motivo de que todos son iguales), los radicales (que desprecian el centrismo veltroniano y querían una campaña abiertamente antiberlusconiana) y los tradicionalistas (que añoran los viejos buenos tiempos del voto claro para unos, el PCI, u otros, la DC). En Italia parece que adormecer a los votantes para que se abstengan favorece a Berlusconi, pero hay que recordar el reciente ejemplo español, en el que finalmente la participación le fue bien a la derecha. De momento, la movilización de la derecha ha sido inferior a la de la izquierda, como mínimo en la calle, aunque muchos citan como un conjuro contra Veltroni al socialista Pietro Nenni y una célebre frase suya: "Plazas llenas, urnas vacías". En la oscuridad de la fase final sin encuestas, los sociólogos aseguran todavía que un 30% no había decidido su voto. De ellos depende que Italia dé el quiebro o siga en la agotadora agonía del berlusconismo.

Silvio Berlusconi (con traje y corbata), rodeado de simpatizantes, es aclamado por sus seguidores tras el mitin celebrado el jueves en Roma.
Silvio Berlusconi (con traje y corbata), rodeado de simpatizantes, es aclamado por sus seguidores tras el mitin celebrado el jueves en Roma.ASSOCIATED PRESS

Fútbol, mafia, chicas y cardenales

No ha faltado en la ensalada que es una campaña berlusconiana el imprescindible aliño italiano: fútbol, mafia, chicas guapas y cardenales. Il Cavaliere jugó con la idea de fichar a Ronaldinho para el Milan, pero lo hizo en su último mitin, nada menos que en Roma, donde aprovechó además, en una doble metedura de pata, para meterse con el capitán Francesco Totti por su apoyo al candidato del centro-izquierda a la alcaldía Francesco Rutelli. Es imposible sintetizar las numerosas menciones a las señoras por parte de tan galante candidato, que considera a las de derechas más guapas; basta con recordar la solución que brindó a una joven que se quejaba de la precariedad de su puesto de trabajo: cásate con mi hijo que es millonario.Las relaciones de Berlusconi con la Mafia han sido siempre un tema misterioso como las meigas: nadie dice creer en ellas pero haberlas haylas, y el propio candidato lo confirmó cuando tachó de héroe al mafioso triplemente condenado que fue guardés de su finca de Arcore, probablemente con tareas más amplias y de confianza que el mero cuidado de su mansión; su heroicidad consistió en no implicarle a él y a sus colaboradores en las actividades delictivas en los interrogatorios judiciales. Los cardenales, finalmente, han metido los dedos en esta campaña como sólo puede suceder en Italia; sus periódicos y portavoces han señalado sus preferencias en cuanto a coaliciones y programas: la Unión de los Demócratas Católicos y de Centro de Pier Ferdinando Casini, con su cruz roja democristiana bajo fondo blanco, no debía perder su identidad como partido independiente a favor de Berlusconi; los radicales son una fuerza perturbadora laicista en el PD de Veltroni, donde hay también democristianos; el programa de este último debe alejarse de Zapatero en temas sociales y morales.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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