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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Un obituario fallido

Hay una cierta deriva hacia la falta de rigor en distintos redactores de EL PAÍS cuando de antidepresivos se trata. Hace bien poco aparecían comentarios muy desafortunados en relación a los usos y efectos de la fluoxetina Prozac en su página editorial. Y no hace tanto, en relación con los supuestos efectos de la paroxetina sobre la timidez.

Pues bien, la última joya aparece en forma de obituario fallido: ni Frank Berger es el creador del primer antidepresivo, ni el meprobamato, actualmente ya retirado del mercado, ha tenido nunca incidencia -ni real ni supuesta- sobre los estados de ánimo.

Se trata de un agente con características hipnóticas y sedantes utilizado en su momento para combatir los síntomas del insomnio y aquellos relacionados con la ansiedad.

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Debió su éxito comercial al sustituir en los años cincuenta a los barbitúricos -compuestos con estrecho margen terapéutico entre dosis útil y letal y alto potencial de abuso- en el tratamiento de dichos problemas. Introducido en la clínica hacia el año 53 sería sustituido, sin embargo, a partir de los sesenta por las benzodiazepinas: el Librium y el Valium con un perfil de mayor seguridad en caso de sobredosis y menos riesgo de dependencia.

Con la perspectiva del tiempo pasado y los conocimientos actuales, podemos decir que se trató de un medicamento con moderada capacidad terapéutica y potencial de abuso mayor que las benzodiacepinas e incluso, según algunos estudios, que los propios barbitúricos, situándose, por tanto, más como una variante de estos últimos que como su alternativa, papel ocupado hasta la actualidad por las benzodiacepinas. Una muestra de la falta de seguridad común al meprobamato y los barbitúricos es el riesgo de entrar en estado de coma con concentraciones de meprobamato en sangre superiores a 12 mg/dl.

Volviendo al título de la columna, hay que señalar su efecto cuando se añade a los antidepresivos (tricíclicos) consistente precisamente en reducir el efecto antidepresivo por un mecanismo de inducción metabólica.

Por último, conviene recordar que hicieron falta muy pocos años para la aparición del primer antidepresivo, éste sí, la imipramina: sintetizado en 1955 se introdujo en la clínica con éxito para el tratamiento de los síntomas depresivos a partir de 1957.

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