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Columna
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José Tomás: regresa la pasión

José Tomás arranca hoy, en la plaza de toros de Castellón, su esperadísima nueva temporada. Una temporada en la que el diestro de Galapagar debe ratificar cuanto de excepcional tiene su toreo, cuanto de importante es su dignidad profesional y humana y cuanto de mítico y legendario es lo que hace en los ruedos.

Es este año un serio y preocupante compromiso para él, ante la legión de admiradores y ante la no menos combativa escuadra de sus enemigos, cuyo origen, gustos aparte, se remontan a una tarde de otoño de 1998, cuando José Tomás rechazó la oferta que le hicieron los entonces empresarios de Madrid, los hermanos Lozano, para evitar que José Tomás cayera en manos de un apoderado independiente que utilizara su fuerza para echar pulsos a las grandes empresas. José Tomás escuchó los proyectos de futuro que le ofrecían y cuando habló fue sólo para decir algo parecido a: "Mi concepto del toreo no es el que vosotros representáis".

Sus aliados le identifican como el último héroe romántico

La frase no es más que una potente evidencia del pensamiento taurino del torero más importante de los últimos años del siglo XX y de lo que llevamos del XXI. Frente a la tentación del poder, el torero esgrimió un principio, un concepto, una visión, su manera de ver la fiesta de los toros.

Aquel día, y han pasado ya 10 años, José Tomás se ganó su libertad, su autonomía y su autoestima como artista. También firmó su condena. Desde ese otoño, ha sido vilipendiado por quienes hacen de la adulación un oficio. Los tres años que siguieron fueron duros, descarnados, en los que se minusvaloraron sus éxitos en La Maestranza y en casi todas las plazas y se puso en cuestión su concepto del toreo. En septiembre de 2002 se fue del toreo, harto de todo, asqueado de tanta manipulación y de tanta lucha en solitario contra todos los molinos.

Con su retirada se frotaron las manos los que creían que el héroe no era tan suicida como para además de enfrentarse a los toros, hacerlo todos los días a las fuerzas vivas de la tauromaquia en los ruedos.

Pero después de cinco años de disfrute de la felicidad del anonimato, en la primavera de 2007 José Tomás anunció que regresaba, que de nuevo empuñaba las poderosas armas del riesgo auténtico como bandera, la emoción como irresistible imán para muchos aficionados hartos de tanta exhibición de técnica, de tanta torería sometida.

Y con el regreso de José Tomás volvió la pasión. El mundo de los toros se rearmó de argumentos, mientras José Tomás callaba, seguía sin atender los reclamos del moderno mundo de las comunicaciones y decidía hacer el paseíllo de nuevo en la mudéjar plaza de toros de Barcelona, vestido con un ajustado vestido celeste y oro. Ese día, Barcelona recuperó su autoestima como parte vital de una tradición y todo el mundo supo que un torero iba a ofrecer su vida para que esa tradición no sucumbiera ante la zafia manipulación de la historia.

Con él estaban y están los aficionados libres, los que han recuperado la ilusión por sentir la emoción de ir a una plaza de toros, por sentir el cosquilleo del cite inverosímil, la majestad, el hieratismo, su escrupulosa actitud en el ruedo y fuera de él. Con José Tomás ha vuelto un argumento estético y ético de la condición de ser lidiador de reses bravas.

Con él prospera un nuevo modelo de ídolo taurino, alejado de las grandes cifras, de los compromisos artificiales, de la sumisión a los grandes intereses, de la impúdica exhibición de miserias. Ver a José Tomás es también compartir una filosofía de la vida. Le han acusado de todo, pero él calla. Su silencio cuenta con aliados: aquellos que se identifican con el torero como el último héroe romántico, quienes creen que tras su silencio hay fortaleza y humanidad. Son sus anónimos aliados, la gente, el público, los aficionados, la ciudadanía. Nosotros.

Inconfundible estampa de José Tomás en Barcelona el año pasado.
Inconfundible estampa de José Tomás en Barcelona el año pasado.EFE
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