_
_
_
_
_
Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tadao Ando en la Aduana

El pasado septiembre, en presencia del alcalde de Venecia, el filósofo Mássimo Cacciari, François Pinault y el arquitecto japonés Tadao Ando desvelaron sus planes para el acondicionamiento de la Aduana del Mar, uno de los más bellos lugares de la ciudad. La ceremonia puso fin a las vacilaciones de la fundación del multimillonario bretón, que, en mayo de 2005, había renunciado al gigantesco edificio de más 30.000 metros cuadrados que pretendía construir en la isla Seguin, según un proyecto que había confiado también a Ando. La elección representó, además, un nuevo fracaso de los intentos de despliegue de la Fundación Guggenheim iniciados por Thomas Krens a finales de los años ochenta, antes de que se concretara el proyecto de Bilbao. Ya antes habían hablado con Salzburgo, Madrid, Sevilla y Chile para que acogieran sucursales. Después fueron Berlín, Hong Kong, Liverpool, Lyon, Tokio, Seúl, Taichung, Macao, Shanghai, Cantón, Guadalajara, México, Río de Janeiro y Las Vegas. En 1991, la mención de un proyecto de origen estadounidense para la Aduana del Mar suscitó la polémica; sin embargo, en diciembre de 1999, se firmó un acuerdo con la ministra italiana de Cultura. Vittorio Gregotti elaboró dicho proyecto, pero, al final, la cosa quedó en nada.

Más información
"La arquitectura espectacular no echa raíces"

El edificio está en desuso desde hace 30 años. Se encuentra en la punta del Dorsoduro, en la prolongación de la iglesia barroca de la Salute, al lado del seminario patriarcal de Venecia y después de una amplia explanada sobre el Gran Canal, al que se llega por unos grandes escalones. Está formado por una serie de almacenes que ya figuraban en la perspectiva a vista de pájaro grabada por Jacopo de Barbari en 1500: ocho naves de ladrillo sobre una parcela triangular, cuyas fachadas, rediseñadas de acuerdo con el gusto neoclásico, culminan en la célebre torre de piedra blanca de Istria coronada por un globo terrestre que sostienen dos atlantes y sobre el que danza la Fortuna. La ciudad de Venecia lanzó una licitación en julio de 2006 para la subconcesión de este edificio, después de que, tras largas negociaciones, el Estado se lo cediera durante 90 años. Lo que estaba previsto que fuera una mera formalidad se volvió más tenso con la candidatura sorpresa, in extremis, de la región de Venecia, asociada al banquero Alberto Rigotti y la Fundación Guggenheim y respaldada por la arquitecta Zaha Hadid. La lucha fue áspera: como ejemplo, el desprecio que destilaba en febrero Rigotti en relación con Pinault, ese "coleccionista privado de los miles que existen en el mundo", ese "comerciante errante que no encuentra dónde exponer su mercancía".

Al final, el 5 de abril, ganó la candidatura del financiero, con una concesión de 20 años renovable. Su fundación o, al menos, la Palazzo Grassi Spa que él preside, cuenta ya con tres locales en Venecia: el Palazzo Grassi presentará en 3.000 metros cuadrados exposiciones temporales de arte moderno y contemporáneo, en alternancia con exposiciones sobre civilizaciones como la de Roma y los bárbaros a partir de enero; en la Aduana del Mar se exhibirá de forma permanente, en una superficie más o menos equiparable, una parte de la colección Pinault, que incluye unas 2.500 piezas; y además dispone de unos 2.500 metros cuadrados en el teatrino anexo al Palazzo Grassi, que está cerrado desde hace años. El antiguo ministro francés de Cultura Jean-Jacques Aillagon, que dejó la responsabilidad del Palazzo en verano para presidir Versalles, ha sido sustituido por Monique Veaute, que, desde 1984, dirigía el festival Romaeuropa.

La inauguración debería coincidir con el lanzamiento de la próxima Bienal, en junio de 2009. Una vez que haya obtenido la licencia para construir, quedarán aproximadamente 14 meses de obra. El proyecto de Ando es simple y contenido: dos columnas de hormigón para señalar la entrada en la esquina de la explanada de la Salute, una entrada deslizada a lo largo de la orilla. En el interior se derribará la mayoría de las paredes transversales para restaurar la geometría original de las ocho naves. Se dejarán a la vista los viejos muros de ladrillo, quizá ligeramente encalados, limpios y restaurados, así como la pesada carpintería de madera y el techado en tavelle, baldosas de terracota. Los linternones del tejado se regularizarán y se acabarán desplazando para dar luz natural a las zonas de doble altura. En el centro, un patio cuadrado de hormigón llevará la impronta del arquitecto y garantizará la transparencia de una orilla a otra, desde el Gran Canal hasta el canal de la Giudecca. Las ventanas de medio punto perderán su carpintería, y las puertas que dan a los muelles, de metal, recibirán un tratamiento contemporáneo; se ha pedido a Ando que introduzca en ellas un toque de modernidad. François Pinault planea invertir entre 20 y 30 millones de euros, aparte de la colección: "Lo tengo pensado casi al céntimo", ha dicho. "Pero, como tengo experiencia en este tipo de obras, sé que siempre puede haber sorpresas".

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_