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El cardenal Tarancón lo intentó en 1971

El cardenal Tarancón figura por fin en la galería de retratos de presidentes de la Conferencia Episcopal, pintado por sor Isabel Guerra. No ocupa un lugar destacado, reservado a sus sucesores -el arzobispo Díaz Merchán (1981-1087), el cardenal Suquía (1987-1993), el arzobispo Yanes (1993-1999) y el cardenal Rouco (1999-1995)-, pero al menos está. "Nos recuerda un tramo decisivo de nuestra historia", subrayó ayer Ricardo Blázquez al anunciar ante la asamblea plenaria de los obispos la colocación del retrato.

Tarancón nació hace cien años en Burriana (Castellón) y fue providencial para el catolicismo español. Si la Iglesia salió viva de su encendido apoyo a Franco en la guerra civil y durante la dictadura fue gracias, sobre todo, a eclesiásticos como el ya mítico cardenal, bien arropado por una mayoría del clero de base.

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Sin Tarancón y su grupo de colaboradores, apoyados en todo momento por el papa Pablo VI, la transición desde el nacionalcatolicismo hacia la democracia hubiera sido imposible. Cardenales como Marcelo González, primado de Toledo, y obispos como Guerra Campos, entonces secretario general de la Conferencia Episcopal, pelearon contra él para que el episcopado se opusiera, oficialmente, a la Constitución de 1978, que tachaban de atea y anticlerical.

Dijo Blázquez ayer sobre Tarancón: "Lo recordamos con profunda gratitud. Nuestra memoria es homenaje y reconocimiento de su persona y de su obra. Fue, en una coyuntura crucial, un don de Dios para la Iglesia y la sociedad española".

La Asamblea Conjunta

La alambicada petición de perdón que ahora proclama Blázquez en solitario tampoco pudo sacarla adelante Tarancón. Por bien poco. Fue en la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes españoles celebrada en Madrid en 1971. La proposición que se sometió a votación entonces, con gran escándalo de la prensa del momento -con contadas excepciones, entre otras la de la revista católica Vida Nueva- decía: "Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está con nosotros. Así, pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no supimos a su tiempo ser verdaderos ministros de reconciliación en el pueblo dividido por una guerra entre hermanos". La propuesta contó con el apoyo de más del 60% de la Asamblea, pero no valió porque se exigían los dos tercios de los sufragios.

"Fue el momento de la ruptura de la Iglesia católica con la dictadura y con el rancio nacionalcatolicismo que hasta entonces la había sustentado, y del compromiso con la democracia", dice el teólogo católico Juan José Tamayo.

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