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Reportaje:

Gimnasia milenaria en Tetuán

La Asociación de Tai Chi Taoísta de España muestra otro método para estar en forma

Esther Sánchez

"Esto es algo de defensa personal u otra cosa parecida", aclaraba ayer a mediodía convencido un vecino a otro, mientras observaba con atención cómo unas 30 personas evolucionaban con armonía al ritmo de una tabla de gimnasia taichi taoísta, en la plaza de la Remonta, en Tetuán. "Pues no se dan patadas", apostillaba el compañero de paseo un tanto incrédulo. Hasta que una de las organizadoras de la exhibición puso punto final a la pequeña disputa mañanera: "No señores, es gimnasia para la mente y para el cuerpo. Un saber milenario, adecuado a las personas de cualquier edad y condición física".

Los componentes del grupo, ajenos a la expectación, continuaban con su tabla en una coreografía de movimiento y quietud perfectamente ensayada. Forman parte de la Asociación de Tai Chi Taoísta, que ayer celebró su día mundial en 26 países. En España son 2.300 socios, de los que 450 residen en la Comunidad de Madrid (www.taoist.org).

Rosario González, de 69 años, cuenta que lleva cinco años con la práctica del taichi. Antes nunca había pisado un gimnasio. Le hablaron del método, se acercó, lo probó y le gustó. "Estoy fenomenal, me siento ágil a pesar de los años, incluso mejor que antes. O al menos eso es lo que yo me creo", se ríe.

Su marido, Ángel, sentado en una terraza delante de una cerveza y unos cacahuetes, asiente. Aunque a él ese tipo de gimnasia no le "atrae nada", asegura que su mujer "tiene mucha más agilidad que muchos jóvenes".

Rosario tardó años en controlar todos los movimientos. "Todos los días aprendes y sigues corrigiendo las posturas. Porque, por ejemplo, si pones mal un pie, ya no puedes girar", explica.

El taichi taoísta nació en China. El maestro Moy Lin-shin, un monje que dedicó su vida al estudio de los principios curativos de las artes internas taoístas, lo introdujo en Occidente en el año 1970.

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Se compone de una tabla de 108 movimientos lentos y armoniosos, diseñados para restablecer la salud de una forma natural y permanecer en una buena condición física, mental y espiritual. Los ejercicios se llevan a cabo en una sucesión continua sin interrupciones, que suele durar unos 20 minutos.

Carlos Martínez, presidente de la Asociación española de Tai Chi Taoísta, asegura que su práctica favorece la respiración, mejora la circulación, fortalece los músculos y los huesos, aporta equilibro y coordinación a los movimientos. Además, combate el estrés y la fatiga de la vida diaria. Se trabajan giros, estiramientos, apertura de brazos y piernas.

"En definitiva, se mueven todas las articulaciones y aunque no lo parezca es un ejercicio aeróbico. Parece que el esfuerzo es mínimo, pero estimula la circulación y el ritmo cardiaco", puntualiza Martínez. "Es cierto", asiente José Francisco Encinar, de 35 años, al escuchar las explicaciones sobre las ventajas de la práctica del taichi. Encinar sufrió un accidente a finales de 2001, que le obligó a usar una silla de ruedas durante tres meses. "No podía hacer ninguna clase de ejercicio. Un día mi madre me dijo que se iba a apuntar a taichi y me animé. Con la práctica continuada me empecé a sentir muy bien, incluso mejor que antes del accidente".

El aprendizaje básico dura unos tres meses. En un año, el alumno ha aprendido la tabla completa. "Depende de las personas, por supuesto", comenta Martínez.

Una vez controlados los movimientos, se puede practicar en cualquier lugar. La asociación ofrece clases semanales en sus tres centros de Madrid. Los monitores no cobran por impartir las clases. "Somos una organización sin ánimo de lucro, cada uno tenemos nuestro trabajo. Nos mantenemos con la cuota que pagan los socios de 21 euros mensuales".

Decenas de personas practican ayer taichi en Tetuán.
Decenas de personas practican ayer taichi en Tetuán.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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