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Columna
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'Déjà vu?'

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el presidente Mahmud Abbas, en su primera entrevista celebrada en territorio de la intangible autonomía palestina, se han puesto de acuerdo, según terminología diplomática, sobre los puntos esenciales para el establecimiento de un Estado palestino en los territorios ocupados del antiguo Mandato británico, aunque dejando para más adelante la solución de los asuntos más espinosos como la soberanía sobre la Jerusalén árabe, el trazado definitivo de fronteras, y la cuestión de los refugiados. O sea, todo.

Se trata de dar cumplimiento, antes de que el presidente Bush entre o se descalabre en los libros de historia, a su declaración, hará ya cuatro años, de que en su tiempo se crearía un Estado palestino soberano y viable, contraseña de un territorio continuo y que no tenga la forma imposible de un reptil enroscado sobre sí mismo. Las negociaciones, si algún día se inician, constituyen la oportunidad que la Casa Blanca concede a la secretaria de Estado, doctora Condoleezza Rice, de avanzar en la resolución del conflicto antes de que proceda otro movimiento. Mientras haya negociaciones es de presumir que Irán estará al abrigo de una acción militar norteamericana, y recuérdese que Dennis Ross, enviado especial del ex presidente Clinton en la zona, fijaba recientemente en 18 meses el tiempo que tenía Teherán de ofrecer algo para evitar que actuara la máquina militar de Estados Unidos. Los calendarios, con el fin del mandato de Bush en enero de 2010, coinciden casi al minuto. El problema reside, sin embargo, en que se da un caso grave de déjà vu en la nueva tentativa de paz. Nos hallamos ante una situación muy parecida, sólo que peor, a la que coronaban los Acuerdos de Oslo y la firma en septiembre de 1993 en Washington.

La OLP y el Estado sionista llegaban entonces a un acuerdo para establecer una autonomía palestina en algún lugar de Cisjordania y Gaza, a partir de la que se negociaría la progresiva retirada israelí, pero sin que nunca se llegara a saber cuánto repliegue habría, ni si existiría el Estado palestino. Paralelamente, se acordaba discutir, así que pasaran tres años y con la autonomía en marcha, el estatus de Jerusalén Este, que los palestinos reclamaban como capital, fronteras y refugiados -hoy ya más de cuatro millones- a los que cabría ofrecer una compensación económica más la repatriación de algunos a sus lugares de origen en Israel, o nada de nada. El Estado sionista nunca puso, sin embargo, un mapa sobre la mesa porque prefería dejar los disgustos para última hora. Y mientras tanto proseguía la colonización de los territorios, hasta el punto de que hoy medio millón de acomodados expedicionarios pueblan la orilla del Jordán y la Jerusalén árabe.

Cuando comiencen esas negociaciones ya sabremos, en cambio, a tenor de las declaraciones tanto del ex líder en coma Ariel Sharon, como de su sucesor Olmert, que Israel piensa retener más de un 40% de Cisjordania -donde ya coloniza, sin punto de reposo, la mitad de lo que dice que quiere anexionar- el valle del Jordán y todo Jerusalén. Al tiempo, la autonomía palestina está fraccionada entre el difícil asentamiento de Abbas en la orilla occidental y el movimiento integrista y terrorista de Hamás en Gaza. Cualquier debilidad del presidente en esa negociación amenazará con robarle el apoyo que le quede, y su única esperanza es que la ayuda internacional, que ahora fluye como los ríos de leche y miel con que describía la Biblia la tierra prometida, decanten la opinión palestina del lado de los que Washington y Jerusalén califican de "moderados". La posición palestina sigue siendo hoy la de pedir que Israel se retire, como reza la resolución 242 del Consejo de Seguridad, de todo lo conquistado en 1967; Cisjordania, y Jerusalén Este, en lo que concierne a las reivindicaciones del pueblo palestino.

Parece claro que sólo un raro acceso de desprendimiento de Israel, unido a un cese definitivo del terrorismo palestino, puede acercar posiciones ante la negociación aplazada de las grandes cuestiones. Pero lo que urge es que Bush pueda irse a su rancho pensando que ya hay Estado palestino; el que sea.

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