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¿Quién teme al PP feroz?

Fiel a su estrategia mediática de falsedad virtual, el PP pretende vendernos las elecciones del domingo como unas primarias victoriosas. Nada más primario y falso. Confundir el éxito madrileño con el de toda España es muy propio de un bunker centralista, pero no puede engañar a quien compruebe unos resultados inequívocos. El PP es derrotado en su antiguo feudo gallego, pierde en 11 capitales y logra menos concejales que el PSOE. No gana nuevas comunidades, mientras que su rival conserva las suyas y puede arrebatarle cuatro. En votos empata (0,7% a su favor) y sin el caladero de Madrid obtendría 250.000 menos que los socialistas. El PSE es ya la primera fuerza en Guipúzcoa y Álava y puede gobernar en Vitoria con el PNV. La izquierda abertzale, pese a la ilegalización de muchas de sus candidaturas, es ahora la tercera fuerza vasca, pues ANV, con casi 100.000 votos, logra 40 alcaldías y medio millar de concejales. Los nacionalistas pacíficos y el PSOE desbancan al PP en Navarra, pese a la campaña apocalíptica de éste. Su denuncia de un supuesto apoyo del PSOE a Batasuna ha fracasado. Si José María Aznar dijo que todo voto que no fuese al PP apoyaría dicho pacto,las urnas le han dado en parte la razón a esa posibilidad, pero han rechazado su temor agorero. La llamada al miedo no ha calado en los navarros. Y sólo los ingenuos fanáticos del PP han vivido los comicios como un preasalto al poder. Los demás ciudadanos han votado a sus gobernantes más próximos como venían haciéndolo en el pasado. El mensaje moderado de Rajoy no ha sido acogido por el elector "normal y de sentido común", aunque el PSOE no haya movilizado a cuantos no votan al PP. En eso estriba su único y peligroso fracaso, pues la estrategia bronquista ha triunfado en este punto: provocar la abstención, asqueada pero contradictoria, de los que achacan por igual al PSOE y al PP la crispación que éste practica por sistema y con cierto éxito, que puede ser decisivo a la larga.

Es verdad que, con la excepción de Baleares y Canarias, la campaña del PSOE contra la corrupción urbanística y el destrozo ambiental de las derechas no ha obtenido el castigo en feudos conservadores como Madrid, Valencia o Murcia. Una sociedad movida más por el lucro que por el bien común tiende a votar a quien le ofrece beneficios particulares. Ya el PP compró con dinero el voto de las víctimas del Prestige. Fue la corrupción inmobiliaria de unos socialistas tránsfugas la que dio a la señora Aguirre la comunidad madrileña, pese a que, según las encuestas, su población se declara mayoritariamente de izquierdas. De nuevo aparece la contradictoria abstención frívola e irresponsable de unos supuestos progresistas, a los que el PP sigue incitando con su machacón ataque personal a ZP. ¿Se creen los votantes socialistas madrileños las evidentes mentiras sobre la debilidad del Gobierno ante Batasuna o su complicidad con ETA? ¿Son esos votantes tan parecidos a los del PP que no aplauden la serenidad y las razones del presidente del Gobierno ante el insulto personal que busca ilegitimarle ante los ciudadanos? Por suerte para España, ésta no se confunde con Madrid y la victoria conservadora en la Villa y Corte es tan sólo un arma propagandística más de la conocida ceremonia de la confusión pepera.

Nos quedan 10 meses para que las elecciones generales acaben de una vez con esta indignante confusión. Quien la practica con tanto fervor y aparente éxito no cejará en ella, ahora más que nunca, pues cree haber engañado de nuevo al personal. Seguirá, pues, el ataque mendaz sin fundamento y en contra de la más obvia evidencia sin que se ruboricen sus autores, tan avezados. El verdadero problema es saber si seguirá también la incoherente abstención culpable y la falta de coraje democrático de un PSOE temeroso ante el PP. Aznar ganó a Felipe González sólo cuando el PSOE se aproximó en demasía a la derecha. Rajoy puede ganar a Zapatero (pese a su bajísima valoración como jefe de la oposición, según las encuestas) si el PSOE no juega a fondo sus bazas, que son muchas, en diálogo y alianza con el resto de la izquierda y los nacionalistas pacíficos de Euskadi y Cataluña. El ejemplo catalán y gallego sirve para Navarra y el País Vasco. Sólo basta algo de imaginación y valor. Las urnas acaban de darle el necesario estímulo. Otra baza que no debiera perder es el apoyo catalán. Esos miles de votos que perdió el domingo aquí por su ambigüedad en el proceso estatutario y su desarrollo posterior le hubieran sido muy útiles frente a la retórica victoria del PP. Temer las denuncias del PP es darle en bandeja el triunfo final, pues sólo sirve para aumentarlas. Defender la lógica y la ética democráticas, con firmeza y transparencia comprensibles para la ciudadanía, es a la larga una derrota para quien sólo destruye la convivencia con su actitud. El país así lo exige y así lo dijo el pasado domingo electoral frente a toda corrupción y al grito amenazador de cruzada del nuevo bunker madrileño. Hacer de ingenua caperucita es olvidar que el lobo feroz es tan sólo un tigre de papel.

J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la UB.

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