Un 'yihadista' detalla quién colocó las mochilas en los trenes de cercanías
Kamal Ahbar culpa a suicidas y chivatos y exculpa a los procesados como jefes y autores del 11-M
Fue una sorpresa y parecía el testigo perfecto. El yihadista Kamal Ahbar, preso por la Operación Sello II, afirmó ayer en el macrojuicio de la Casa de Campo que los siete suicidas de Leganés, ayudados por los huidos Mohamed Afalah, Daoud Ouhnane y un desconocido llamado Elia el Harouchi fueron los que colocaron las mochilas-bomba en los trenes y que el atentado fue planificado en Valencia, si bien su credibilidad cayó en picado cuando se advirtió que culpaba a los muertos, a los chivatos y a los españoles y exculpaba a los considerados jefes intelectuales y autores materiales que siguen vivos.
El caso es que Kamal Ahbar, que cuando fue arrestado en enero de este año por la Operación Sello II ya estaba en la prisión de Teixeiro (La Coruña) por otras causas desde el 20 de junio de 2005, resultaba el testigo perfecto porque al ser amigo personal de tres de los huidos en el 11-M, Said Berraj, Mohamed Afalah y Daoud Ouhnane, podía rellenar aquellos huecos de la investigación que tras los suicidios de los siete islamistas en Leganés, habían quedado vacíos.
Ahbar, a preguntas del letrado de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo, Antonio García Martín, explicó con profusión de detalles que Afalah le contó cómo el atentado del 11-M se gestó en Valencia, siguiendo instrucciones del propietario de una pollería llamado Safwan Sabagh, que era amigo de Allekema Lamari, uno de los suicidas de Leganés (estuvo imputado en la causa, pero el juez Del Olmo decidió no procesarle) y de un tipo que fue imán de una mezquita de Madrid y que era conocido como Abu Jaber.
Precisamente, Abu Jaber habría sido la persona que entregó en las fechas previas a los atentados, en la finca de Morata de Tajuña, los teléfonos móviles modificados con cables soldados que sirvieron como activadores de las bombas. Los integrantes de la célula sólo habrían tenido que conectar los cables de los teléfonos a los detonadores para que las bombas estuvieran operativas. Y según lo que contó Kamal, las bombas las colocaron los siete suicidas de Leganés, es decir, Sarhane el Tunecino, Jamal Ahmidan, El Chino, los hermanos Rachid y Mohamed Oulad Akcha, Asri Rifaat Anouar, Abdenmabi Kounjaa y Allekema Lamari, ayudados por Mohamed Afalah, un desconocido llamado Elia El Harouchi y el propio Ouhnane que colocó dos de las mochilas en los trenes.
Repartir culpas
Sus fuentes no podían ser mejores porque, según dijo, fueron Afalah y Berraj, que no participó en los atentados porque estaba en contra de los mismos, pero es yihadista de pro y Ouhnane. De los tres dijo que han muerto en Irak en atentados suicidas, aunque esa circunstancia no constaba más que en el caso de Afalah.
El caso es que testificando con la supuesta autoridad que le otorgaba el narrar lo que le habrían contado los tres fugados Kamal Ahbar fue culpando y exculpando a los procesados de la pecera. Y así dijo que los supuestos jefes intelectuales, Rabei Osman El Egipcio, Hassan el Haski y Youssef Belhadj no tenían relación con la célula autora de los atentados. Tampoco tenía vinculación alguna Jamal Zougam, que no habría participado en los atentados a pesar de haber sido reconocido por cuatro testigos en los trenes. Ni Basel Ghalyoun.
Según el testimonio, Larbi Ben Sellam -a pesar de haberlo reconocido ante el juez- no habría comprado un teléfono para que Afallah se despidiera de su padre, sino que lo hizo él.
En cambio, el testigo implicó en la operación a Rafa Zouhier, Antonio Toro y José Emilio Suárez Trashorras, como las personas que proporcionaron los explosivos.
Pero, la versión proporcionada ahora por Kamal Ahbar tiene puntos muy oscuros. Uno de ellos, y no el menor, es que, curiosamente, salva a los supuestos autores intelectuales y materiales de los atentados que están procesados y culpa a los confidentes policiales, a los que ya están muertos y a los españoles que llevaron a la policía hasta la célula.
Así, Abu Jaber no es otro que el confidente policial conocido como Cartagena, que facilitó datos de algunos de los islamistas del 11-M y posteriormente sus confidencias desembocaron en la denominada Operación Nova, es decir, a la detención de 36 yihadistas que pretendían atentar contra la Audiencia Nacional con un camión cargado con 500 kilos de explosivos. Si bien en el juicio, después de que se airease su identidad, cambió por completo su declaración.
Zouhier y Trashorras eran también confidentes policiales y concitan el desprecio de la mayoría de los procesados.
Se da la circunstancia de que este testigo sólo había sido propuesto por Antonio Alberca, defensor de Rafa Zouhier y estuvo a punto de renunciar a su testimonio por innecesario, pero no lo hizo a petición del abogado Julio Sánchez-Majano, defensor de Larbi Ben Sellam.
Durante la primera parte de su testimonio -ya que continúa el próximo lunes- Kamal Ahbar exculpó a Larbi y hundió un poco más, si cabe, a Zouhier.
A la salida de la sesión Ahbar había logrado lo que nadie había conseguido hasta entonces, poner de acuerdo a todos los letrados de las defensas, acusaciones e incluso de los que defienden la teoría de la conspiración: Ahbar había venido a mentir.
Les cogió por sorpresa, pero el lunes reaccionarán. En todo caso, la valoración corresponderá al tribunal.

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