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Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

La fábula del talibán

Un islamista preso desde 2005 dice que conoció a los huidos del 11-M e inculpa a los suicidas

Hace cuatro meses, un conocido juez español aterrizó en Argel acompañado de un fiscal, un secretario judicial, un policía y un guardia civil. Los servicios secretos argelinos le habían advertido de que un preso encarcelado allí desde hacía un año parecía tener buena información sobre los atentados del 11-M. El lunes 15 de enero de 2007, el juez decano de Argel abrió su despacho en el Palacio de Justicia para que la delegación española pudiera entrevistar a Farid Chabira. Al juez Juan del Olmo, quien durante los tres últimos años había tomado declaración a decenas de sospechosos de participar en los atentados de Madrid, le llamó la atención la predisposición a declarar del tal Chabira.

Da la impresión de que a Kamal no le importa inmolarse en favor de los acusados
Argelia avisó al juez Del Olmo de que tenía un preso relacionado con el 11-M
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-Quítenle los grilletes.

La jornada 32 del juicio del 11-M va camino de convertirse en la más intrascendente de todas. Los últimos testigos de la defensa han sido tres agentes -dos hombres y una mujer- que detuvieron en Ceuta a Abdelila El Fadoual, uno de los acusados. Los tres cuentan lo mismo, una detención sin sobresaltos, de la misma forma, casi con las mismas palabras. Sólo quedan dos testigos y apenas hay público. El juez Gómez Bermúdez llama entonces a un tal Kamal Ahbar. Nadie sabe quién es, pero su entrada en la sala alivia el sopor de la mañana. No le falta un detalle: su larga barba negra, sus ropajes blancos y amplios, sus babuchas grises le otorgan un aspecto inequívoco de talibán de reglamento. Los policías le quitan los grilletes y Antonio Alberca, el abogado de Rafa Zouhier, le formula una pregunta:

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-¿Conoce usted a Zouhier?

-No.

-No hay más preguntas.

El abogado Alberca y su cliente se dirigen su habitual guiño de complicidad. Eso es lo que querían y ya lo tienen. No sospechan lógicamente lo que se les viene encima.

En Argel, el juez Juan del Olmo escucha al preso. Le cuenta que fue detenido en Turquía por un asunto de drogas e internado en un centro de internamiento para extranjeros donde conoció a un tal Mohamed Afallah, quien le contó que había huido de España tras participar en los atentados de Madrid. El caso es que hicieron buenas migas y el argelino le consiguió al fugitivo un pasaporte falso para viajar a Irak a través de Siria. Farid también le cuenta a Del Olmo que entre sus amistades de aquella época se encuentran Daoud Ounani, otro de los huidos del 11-M, y... ¡Kamal Ahbar! Del Olmo toma nota de ese nombre. "Ahbar, Ahbar...". ¿No está ese encarcelado en España por un asunto también relacionado con el terrorismo islámico?

En el juicio, a Zouhier le dura poco la sonrisa. Cuando todo el mundo piensa que el testigo está agotado, la fiscal Olga Sánchez le dirige una primera pregunta y el talibán de reglamento empieza a largar. La sala no sale de su asombro. Kamal Ahbar explica que conoció a Afallah -uno de los autores del 11-M- en Turquía, que vivieron juntos, que le ayudó a huir a Irak, que él también se quiso ir. Habla de sus buenos contactos con los combatientes iraquíes -"nosotros le llamamos resistencia y ustedes terrorismo"-. Habla de nombres, de lugares, de culpables, de inocentes... La sala no entiende de dónde ha salido esa mina, si bien conforme pasan los minutos su testimonio parece basado en cuatro directrices muy claras: echarle la culpa del 11-M a los muertos, implicar a los que traicionaron a los suyos y le fueron con el cuento a la policía -los confidentes Zouhier, Cartagena y un pollero de Valencia-, y salpicar de paso a los españoles -Toro, Trashorras y algún que otro guardia civil-. La cuarta y principal directriz es salvar a los acusados que asisten a su declaración desde la habitación de cristal blindado. Da la impresión de que, para exculparlos a ellos, a Kamal Ahbar no le importa inmolarse en directo.

-¿Usted sabe a qué se refiere la expresión "coger un taxi para París"?, le pregunta un abogado.

-Fue una idea mía, responde ufano el integrista, y se refiere a participar en un atentado suicida en Irak.

El jueves 18 de enero, Del Olmo y sus acompañantes regresan a Madrid en un vuelo de Iberia. Vienen cargados de los típicos regalos protocolarios que nadie sabe dónde colocar cuando llega a casa, pero, sobre todo, traen un objetivo muy claro: interrogar a Kamal Ahbar , a quien tan claramente el preso argelino había relacionado con el suicida Afallah. La declaración del yihadista se produce en parecidos términos que la que, ayer, protagonizó en el juicio de la Casa de Campo. Kamal larga y larga sin necesitad de que le pregunten. Del Olmo no le otorga demasiada credibilidad. Hay datos que sí parecen ciertos -su relación con Afallah- y otros sencillamente descabellados. Así que el juez declara las diligencias secretas, envía una copia de la declaración a la comisaría general de Información -por si la policía puede sacarle punta al asunto- y aquí paz y después gloria.

-¿Alguien tiene más preguntas?

Los abogados levantan la mano y el juez aplaza la declaración hasta el lunes. Kamal Ahbar se marcha satisfecho, sonriente. El relato que Del Olmo consideró fábula ha triunfado en el juicio. Nadie sabe que existió un viaje a Argel y todos quieren más. Gómez Bermúdez, ese maestro del suspense, corta en el momento justo. El lunes, a las diez, audiencia asegurada.

Kamal Ahbar, durante su declaración en la jornada de ayer.
Kamal Ahbar, durante su declaración en la jornada de ayer.EFE

LA VISTA AL DÍA

Las pruebas periciales llegan al juicio

Las pruebas testificales, si todo sigue como parece, concluirán el martes que viene y al día siguiente, 9 de mayo, comenzará la fase de las pruebas periciales. La prueba estrella, la de la pericia de los explosivos, está previsto que se celebre en la primera semana de junio, pero el preinforme estará listo el 16 de mayo.

UN ISLAMISTA ADJUDICA LOS ATENTADOS A LOS SIETE DE LEGANÉS Y A TRES HUIDOS A LOS QUE DA POR MUERTOS

Kamal Ahbar, un islamista preso por enviar suicidas a Irak, aseguró que el 11-M fue gestado en Valencia por el confidente Abu Jaber, más conocido como Cartagena, y el pollero de la capital del Turia Safwan Sabagh, amigo de Allekema Lamari

"Las bombas las hizo el imán Abu Jaber, que fue quien les dio [a los miembros del comando] los teléfonos de las bombas preparados y ellos sólo enlazaron los cables con los detonadores"

"Jamal Ahmidan, El Chino, buscaba armas. Compró tres Kaláshnikov, dos pistolas y una bolsa de balas, que se los vendió una persona que trabaja para la Guardia Civil"

"Con esas armas hicieron un primer ataque a una mafia de Europa oriental, a los que les quitaron más de 200 kilos de hachís y 135.000 euros en dinero. Con ese dinero se financiaron los atentados, pero fue gracias al apoyo de la policía"

"Los atentados los cometieron los siete que murieron en Leganés, Mohamed Afallah, Daoud Ouhnane, que puso dos bombas, y Elia el Harrouchi, del que no hay foto porque no estaba fichado. Después de los atentados, Ouhnane se fue a Pamplona, que es donde vivía"

"Todo esto me lo han contado Afallah, Ouhnane, sobre todo, y Said Berraj, que no tenía nada que ver con el 11-M e incluso estaba en contra"

"A Afallah lo detuvieron en Turquía después de los atentados, pero la Embajada de España dijo que no tenía nada contra él y lo soltaron"

EL TESTIMONIO BOMBA DE AHBAR

Un islamista revela que el 11-M fue gestado en Valencia por Cartagena

Kamal Ahbar, cuyo testimonio se esperaba que fuera anodino, aseguró que el 11-M se gestó en Valencia y que los teléfonos preparados para las bombas fue entregado al comando por el confidente llamado Cartagena

Los siete de Leganés y tres huidos ejecutaron el ataque

El islamista aseguró que los siete suicidas de Leganés y los huidos Mohamed Afallah, Daoud Ouhnane y un tal El Harrouchi fueron los autores materiales del atentado.

Los letrados coinciden en la poca credibilidad del testigo

El islamista, preso por enviar suicidas a Irak y que considera el terrorismo "resistencia", hizo coincidir a los abogados en la poca credibilidad de su relato.

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