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Nacionalistas contra la nación

Parecía que ERC había sentado por fin la cabeza, que CiU iba a hacer una oposición constructiva y que todos los impulsores del nuevo Estatuto se unirían para lograr su pronto cumplimiento dentro del inseguro clima que rodea al Gobierno, acosado por el PP y con un Tribunal Constitucional casi de éste. Pero los nacionalistas han seguido, a derecha e izquierda, pugnando por su común espacio electoral so capa noble de promover un Estado independiente si dicho tribunal anulase algunos de los artículos estatutarios. Su desacuerdo y refriega en el proyecto soberanista estirándolo cada uno en su hipotético provecho ha desgarrado la capa. Lo mismo hicieron durante la tramitación del Estatuto y de su referéndum. Su rivalidad sólo les une en un idéntico perjuicio al país del que presumen ser sus más fieles servidores y representantes. Ya es indiscutible que ambos utilizan a la nación de todos para sus intereses partidistas. ¿Quién se creerá sus duras críticas al nacionalismo del PP cuando dice defender la unidad de España para hundir al presidente Rodríguez Zapatero si ellos hacen lo mismo a su manera? Como el PP con el asunto ETA-Batasuna, el señor Mas promueve un debate que debía versar sobre cómo desplegar entre todos el Estatuto para atacar al presidente Montilla y volver a dividir su Gobierno como hizo con el de Pasqual Maragall. Pero también ERC vuelve a caer en las trampas de su rival. Repite su deslealtad al PSC e ICV al ofrecer la cabeza de Montilla a Mas y divide a Cataluña en dos bloques. Para colmo, el reciente match-show nacionalista sólo era un bluff publicitario: sabían que el plebiscito autodeterminante propuesto por ambos partidos no es posible por ilegal. No lo pretendían de verdad, pues prepararon frases inaceptables para el rival que impidieran el acuerdo. Sólo buscaban competir ante sus respectivos electores en cuanto a imagen nacionalista. ¿Qué es lo que explica esta anécdota de partidismo irresponsable y antinacional, tan difícil de entender por unos ciudadanos ya muy quemados?

El catalanismo social de la Entesa tiene futuro si no lo impide en su ceguera suicida el nacionalismo antinacional

La victoria de la Entesa que preside José Montilla provocó en la mayoría no sectaria de los analistas políticos la impresión, para mí acertada, de que el catalanismo práctico y no retórico no podía prolongar el pujolismo (y menos con el maquillaje soberanista) ni perderse en más delirios de un Estado independiente, como si Cataluña fuera Lituania o Kosovo. La Entesa y su proyecto era la fórmula más idónea para un futuro de progreso, pues su catalanismo social aúna la tradición de izquierda plural socialista con el nacionalismo integrador socialdemócrata de ERC, sustituto de una CDC derechista y monopolizante de la catalanidad, ya en franco declive histórico. La Entesa sería en realidad la verdadera sociovergencia. Ahora bien, mientras que el sucesor de esa CDC, que es la UDC del señor Duran, se prepara ya para el relevo y sueña con un Piqué liberado de los neocons hispanos con vistas a formar la nueva derecha catalana, ERC está partida entre su nacionalismo radical, hoy por hoy inviable, y su posibilismo gubernamental, no menos patriótico e incluso más. Al verse abocada la CDC actual a una larga oposición, prosigue, en su desespero, la ya fracasada estrategia de acoso y derribo de la Entesa, con métodos similares a los del PP. Va, pues, como éste, al suicidio político. Pero la última insensatez de ERC indica que está labrando su división interna entre los sensatos que quieren gobernar para bien del país, ganándose así la confianza y la adhesión a su ideal secesionista, y los insensatos, que creen factible y victorioso un plebiscito independentista ilegal dentro de un año, como si les molestase que ETA-Batasuna se les adelantara por tenerlo más fácil. También en este caso la tentación suicida es fuerte. Si los sensatos acaban imponiéndose por puro sentido político y patriotismo coherente, los otros pueden acabar en un partido testimonial, como era ERC antes de dirigirla Carod y Puigcercós. ¿De qué habrá servido el esfuerzo de éstos, apoyado por Montilla, para que ERC gobierne?

Los comentarios de la prensa al último espectáculo nacionalista no han podido ser más contundentes sobre la complicidad de ambos partidos en su error culpable, aunque algunos no hayan osado citar el nombre de CiU y sólo citen a ERC porque quien manda manda. Se ha destacado la risa del nacionalismo español, que ha tachado el evento de ridículo. Se ha recordado la necesidad de estar todos unidos en el apoyo al Gobierno de la Generalitat en su difícil tarea de defender el Estatuto y en no dar de nuevo motivos inútiles a la catalanofobia. Dirigentes empresariales han vuelto a reclamar acción política seria y dejarse de falsos debates identitarios. Pese al descrédito catalán sufrido, el presidente Montilla aparece el mejor librado, pues, con su (en palabras de un rotativo nada sospechoso de simpatías) "contundente seriedad", ha respetado la libertad de los parlamentarios republicanos mientras mantenía la cohesión de su Gobierno tripartito. Su paciente pedagogía de integración de la ERC sensata en la construcción de la nueva Cataluña dará fruto. Sólo el catalanismo social de la Entesa tiene futuro si no lo impiden en su ceguera suicida los nacionalismos antinacionales.

J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.

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