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Reportaje:

El 'Watergate' de Bush

Un jurado de 11 miembros se acerca a un veredicto en el 'caso Plame', que puede poner en aprietos al vicepresidente de EE UU

El jurado de 11 miembros que estudia el veredicto para Lewis I. Scooter Libby, el ex jefe de Gabinete del vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, acusado de cinco delitos -incluyendo el de falso testimonio ante la policía y un gran jurado-, comienza hoy su novena sesión en un tribunal de distrito de Washington DC.

¿Culpable o inocente? Para llegar a esta conclusión, el jurado necesita aclarar, según la pregunta elevada el pasado viernes a Reggie Walton, juez que presidió el juicio, dos extremos: "¿Nos gustaría clarificar el concepto duda razonable?". Y, "¿es necesario que el fiscal aporte pruebas de que no es humanamente posible que alguien recuerde un hecho para declararle culpable más allá de una duda razonable?". Contra lo que cabría pensar de estas preguntas, el juicio de Libby puede ser una pieza esencial en el rompecabezas político de Washington, con la Casa Blanca en un lugar central.

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El fiscal especial Patrick Fitzgerald solicita la condena de Libby, ex asesor del presidente Bush y ex jefe de Gabinete del vicepresidente hasta ser procesado, por haber mentido y tratado de obstruir la labor de la justicia en la investigación de una campaña de la Casa Blanca para castigar a un diplomático disidente, Joe Wilson, por haber osado sostener públicamente que George W. Bush había exagerado la amenaza nuclear que suponía Sadam Husein.

El propósito de esta exageración, basada en falsedades, según Wilson, tenía como objetivo persuadir a los norteamericanos para que apoyaran la invasión de Irak. Fitzgerald ha sentado como testigos de cargo de las mentiras -ya probadas, pero que Libby justifica por problemas de memoria- a conocidos periodistas de los principales diarios y cadenas de televisión de Estados Unidos: Judith Miller, ex redactora de The New York Times; Bob Woodward, de The Washington Post; Matt Cooper, de la revista Time; Tim Russert, de la cadena NBC, o Robert Novak, columnista sindicado, entre otros.

Wilson escribió el 6 de julio de 2003 en The New York Times que el presidente Bush manipulaba la información al afirmar que Sadam Husein quería comprar uranio enriquecido en Níger para fabricar armas atómicas más o menos inmediatamente. El argumento de Wilson: la CIA le propuso viajar a Níger para investigar y los resultados fueron negativos. Es decir: la supuesta compra de uranio era una patraña. Cheney lanzó personalmente una campaña contra Wilson. Y Libby fue el brazo ejecutor.

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Como la esposa de Wilson era agente encubierta de la CIA, se montó una campaña en torno a una idea sencilla: Wilson, simpatizante del Partido Demócrata, había sido enviado a África por sugerencia de su esposa, Valerie Plame. El periodista conservador Robert Novak publicó la historia el 14 de julio de 2003 y por primera vez se difundió el nombre de Plame. La agente quedó sin la cobertura clandestina que utilizaba -una empresa fantasma de la CIA- y se vio obligada a abandonar su actividad. Era especialista en el departamento que investigaba las armas de destrucción masiva.

Otros dos acusados, que van más allá de la culpabilidad o inocencia de Libby, han emergido en el juicio. El primero es la responsabilidad de los medios de comunicación en el apoyo de las mentiras de la Administración de Bush para invadir Irak. El segundo es Cheney. Las mentiras que Libby pudo haber dicho al FBI y al Gran Jurado durante la investigación de la campaña contra Wilson estaban diseñadas para proteger a Cheney.

"El fiscal Fitzgerald ha demostrado que Cheney estaba en la conspiración para hacer público el nombre de Plame", explicó a este periódico Scott Horton, abogado de Nueva York, directivo de la American Bar Association.

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