Voces de ultratumba
Lo impactante en el programa La verdad de Lola (Antena 3) fue la emisión de fragmentos del docudrama confesional grabado por ella misma en 1994, titulado El coraje de vivir. Se suele decir que la autobiografía es el género literario más manipulador. Lo es. Y con eso no quiero decir que La Faraona omitiera asuntos espinosos. Lo sorprendente es que contara casi con pelos y señales las circunstancias en que perdió la virginidad, cómo tuvo que vender su cuerpo por 50.000 pesetas, su tormentosa historia de amor con Manolo Caracol, sus infidelidades, los nombres de sus amantes y otros aires y desaires. No todos, pero es de suponer que repasó buena parte de sus amoríos. Por supuesto, salieron a relucir los tan traídos y llevados hijos del Pescaílla, que fue el verdadero -quizá único- motivo de este programa -o contraprograma-, que aprovechó el anuncio y la frustrada emisión por orden judicial del reportaje El marido de Lola de Tele 5.
Sin embargo, las razones que trajeron a antena estas secuencias quedaron minimizadas por la fuerza y la extraña naturaleza del documento. Salía Lola Flores contando su vida con exagerado dramatismo, bien aprendidas maneras, decenas de cambios de vestuario y de decorado, y, sobre todo, con la intensidad de esa mirada suya que parecía taladrar al espectador desde el más allá. Podía, con la Piaf, haber cantado Je ne regrette rien. Con ese desparpajo, tirando su libertad de vivir a la cara de quienes aún la desentierran para medrar de ella. Un personaje contradictorio, revulsivo. ¿Qué imagen quería dejar?
Desde otro lado del pasado llegaban también en la noche del domingo los escalofriantes ecos de la voz de Augusto Pinochet. TVE-1 preparó un reportaje a pocas horas de su muerte con documentos sonoros en los que el dictador chileno soltaba: "Tengo mal genio, soy desconfiado", o "duermo como un león porque tengo la conciencia muy tranquila". Es mejor que los muertos callen.
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