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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hard Rock semínola

La imagen universalmente difundida de los indios norteamericanos confinados por la fuerza de las armas en reservas geográficas, cuya expresión artística más lograda es Cheyenne Autumn, de John Ford, empieza a resquebrajarse por el flanco de los negocios. Se sabía que las tribus indias disponen del casi monopolio de los casinos en EE UU -el otro monopolista es el Estado de Nevada-; concretamente, gestionan 200 casinos que generan más de 15.000 millones de euros al año. Con los beneficios de algunos de ellos, la nación de los semínolas, que ya gestionaba hoteles y casinos, ha comprado la cadena de restaurantes Hard Rock Cafe por 732 millones de euros.

La imagen de una tribu comprando una de las marcas más famosas del fast food estadounidense -122 locales en todo el mundo, de los cuales 69 con gestión propia y el resto franquicias-, en dura competencia con Permira, TDR Capital y Apollo Management, es colorista, sin duda, pero no debe llevar a la conclusión de que las naciones indias nadan en la abundancia. La irrupción de alguna de ellas en negocios reservados -juego, hoteles- ha abierto una brecha enorme entre las que obtienen pingües ingresos para sus miembros, como el caso de los semínolas o los apaches, que viven bien de la artesanía, y otras que viven en pésimas condiciones en sus reservas, como los oglala.

En todo caso, es color local sobre color internacional. Porque Hard Rock también puede presumir de una historia diferente. El primer Hard Rock Cafe fue abierto en Londres en 1971 por un grupo de pacifistas que se negaron a ir a Vietnam. Las trayectorias de los dos grupos de rebeldes han confluido en una operación financiera singular. El consejo tribal de los semínolas tiene ahora la palabra sobre las hamburguesas de Hard Rock.

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