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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reanudación precaria

Los beneficios de la globalización comercial serán mera retórica hasta que no se llegue a un acuerdo amplio entre las economías avanzadas y aquéllas en desarrollo que pugnan por hacerle un hueco a sus productos en el comercio mundial. La novena ronda de negociaciones en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) nació con esa pretensión, tras la reunión ministerial celebrada en Doha, Qatar, en noviembre de 2001. En concreto, la de reducir las barreras de todo tipo que se interponen a la extensión del libre comercio mundial. Desde entonces han sido varias las reuniones ministeriales en las que se ha tratado de avanzar en esta dirección hasta el fracaso más reciente, en Ginebra, el pasado julio. La reanudación ahora de esas conversaciones, a nivel exclusivamente técnico, no invita al optimismo, como se deduce de las recientes declaraciones a este periódico del director general de la OMC, Pascal Lamy.

El principal obstáculo al acuerdo sigue siendo la resistencia a la reducción de las subvenciones a la agricultura en los países avanzados y la correspondiente de los aranceles sobre la importación de productos agrícolas. La posición de los países más ricos es, cuando menos, contradictoria: defienden el libre comercio en bienes y servicios, pero se atrincheran en el proteccionismo más descarado a la hora de abrir sus mercados agrícolas. Son precisamente los productos agrícolas, de importancia mínima en la producción total de los países ricos, los que constituyen la principal fuente de ingresos exportadores de la mayoría de las economías en desarrollo. Lleva razón Lamy cuando advierte que, dada esa manifiesta desigualdad sobre la significación de la agricultura para unos y otros, han de ser las economías ricas las que flexibilicen su posición.

La definición final del calendario negociador seguirá condicionada por la opinión que asuma la recién conformada mayoría demócrata en el Congreso estadounidense, la cámara que por mandato constitucional ha de aprobar los tratados comerciales. En julio expira el mandato con que cuenta la Casa Blanca, por lo que cualquier señal favorable a la consecución de un acuerdo debería concretarse antes. De lo contrario, las probabilidades de fracaso serán más elevadas que las que Lamy admite.

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