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Un Govern para la nueva Cataluña

Las elecciones del pasado 1 de noviembre dejaron a Cataluña más o menos como ya estaba. Por encima de encuestas arriesgadas y pretensiones electorales excesivas, el mapa político se vio poco modificado. Puesto que ningún partido se acercaba a la mayoría absoluta, cualquier alianza electoral era igual de legítima y democrática. Hacía falta leer la situación. Y después de tres años tormentosos de injurias, capítulos de exagerada trascendencia mediática y política y una agenda gubernamental absorbida por el proceso de redacción y aprobación del nuevo Estatuto, la obra de Gobierno se vio poco relucida.

El acuerdo entre PSC, ERC e ICV para la formalización del Govern d'Entesa Nacional pel Progrés se basa en dos aspectos fundamentales: la mayor parte de las políticas iniciadas en la legislatura anterior merecen continuidad para que se pueda apreciar su trascendencia social; la evaluación de la ciudadanía catalana de estos tres años sigue siendo positiva, y las conclusiones para el Gobierno de coalición del año 2003 siguen teniendo validez.

La decisión tomada, sin embargo, conlleva un proceso de gestación meticuloso, en especial cuando en el pasado se han producido desencuentros muy relevantes, que requieren la exposición de argumentos. No esgrimiré aquí condiciones de oportunidad, coyuntura o de carácter táctico que cada formación haya podido tomar, legítimamente, en consideración. Los motivos de Esquerra a favor de esta opción responden, además de los ya apuntados, al compromiso de profundizar y ampliar las políticas sociales. Nunca nos hemos mostrado partidarios del intervencionismo público injustificado en ámbitos en los que el mercado ya resuelve con eficacia la provisión de bienes y servicios. Pero, a la vez, centramos nuestros esfuerzos en garantizar la calidad del Estado del bienestar.

Las políticas sociales deben ser el eje troncal del nuevo Govern. Continuando los planes iniciados y desarrollando un plan ambicioso que permita recuperar terreno perdido durante décadas por causa de unas prestaciones y unos servicios públicos inadecuados, que han contado siempre con partidas presupuestarias insuficientes. Se trata de políticas sociales orientadas a resolver los problemas reales de los ciudadanos, que permitan mejorar la calidad de vida del conjunto de la población, con especial atención a los sectores menos favorecidos, sean de donde sean, se apelliden como se apelliden, hablen lo que hablen. Porque son estas actuaciones las imprescindibles para lograr una mayor cohesión social y una más fluida inserción de toda la ciudadanía en las redes e instituciones de la sociedad civil. Para Esquerra, cohesión social y cohesión nacional no son sino dos caras de un mismo objetivo.

Esta cohesión social que nos proponemos obtener es también pieza crucial y palanca para el buen desarrollo de la diversidad característica de la Cataluña de hoy. Una diversidad que debemos compatibilizar como uno de los principales activos en el proceso de consolidación nacional. Que la calidad de vida, el bienestar y la igualdad de oportunidades sean los hechos diferenciales e identificadores de la nueva catalanidad que queremos compartida, de mano de la lengua y la cultura nacionales.

Ni PSC, ni CIU, como ya se ha observado en el largo debate del Estatut y en sus programas, tienen voluntad de ir más allá del marco legal vigente. Nosotros seremos la garantía de su desarrollo al máximo. Pero somos conscientes de que ni unos ni otros quieren ni han querido nunca la soberanía completa para nuestro país. Partiendo, pues, de las bases de bloqueo del horizonte nacional, prefijado en el techo estatutario, la elección tenía que poner acento en las cuestiones sociales.

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Pero Esquerra se encomienda otra empresa con esta decisión. Creemos firmemente en la necesidad de reformular, desde la izquierda y desde los valores republicanos y democráticos, el discurso y las políticas del catalanismo. Sabemos que es una apuesta arriesgada y compleja, pero urgente y estimulante, porque en sus actuales formulaciones no tienen garantía la viabilidad en el nuevo entorno marcado por la globalización, el pluralismo y la diversidad. Queremos desplazar el centro de gravedad del catalanismo del pasado hacia el futuro. Es sólo el futuro lo que todos podemos tener en común, lo único que depende de nosotros y de la voluntad de cada cual. Trasladar el reflejo defensivo y resistencial -a menudo más que justificado- hacia actitudes sin complejos y a la afirmación, la construcción y la imaginación creadora. No en vano ninguna tradición sobrevive si no se transforma en sucesivas modernidades. Queremos, pues, un catalanismo renovado en sus discursos y en sus políticas. Más abierto, más inclusivo, más atractivo para aquellos que aún no se sienten partícipes. Ésta es una gran oportunidad para repensarse.

Es un proyecto ambicioso para Cataluña que no proporciona retos fáciles ni salidas políticas cómodas. Es una apuesta en clave de futuro. Una decisión de mirada larga. Exige asumir compromisos y riesgos. La decisión de ERC se fundamenta en estos pilares, de acuerdo con nuestro ideario y compromiso político. Estamos ilusionados y decididos a poner todo nuestro empeño para que los logros obtenidos nos otorguen la razón. Mientras, nos satisface afirmar que la política aquí esbozada es de servicio, vocación y estima a Cataluña.

Josep Lluís Carod-Rovira es presidente de ERC.

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