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Reportaje:AUGE DE LA METALITERATURA

Novelas que se nutren de novelas

Los tres lo rondaron, los tres lo contemplaron. Ejercieron de narcisos ante el estanque de la literatura y no se ahogaron. Es más, Dante, Cervantes y Joyce son tres de los escritores que después de observar el pasado literario renovaron el arte de escribir.

Eterno ha sido el peregrinar de escritores a esa fuente de inspiración. A la metaliteratura. Sobre todo a medida que avanzaba el siglo XX y mucho más en este nuevo milenio. "Al hombre le conmueve la memoria del pasado y le fascina saber que el futuro pasa necesariamente por él", reflexiona el novelista Andrés Trapiello.

Una historia de caminos y atajos con amigos y detractores. Mientras unos consideran este auge de autorreferencias literarias como una forma para que una obra perviva en otra en una especie de legación de ADN, otros ven este abuso como una señal de decadencia creativa y de desconexión del autor con el mundo real.

"El autor se apropia de su experiencia lectora de la misma manera que utiliza sus vivencias o la historia porque son parte de su mundo", Molina Foix
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El peso de un legado

Pero la realidad es que las más recientes visitas a ese estanque de la literatura ha repoblado cuatro senderos literarios: nuevas visiones de títulos como Regreso a Howards End, de E. M. Forster; Peter Pan, de J. M. Barrie, e Ilíada, de Homero; homenajes a personajes literarios como los del Quijote, Penélope y Robinson Crusoe, a cargo del Nobel J. M. Coetzee; inspiración de una obra a través de la vida de novelistas como Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Henry James, y la exaltación de la literatura como arte, refugio y vía de escape y libertad en obras tipo Lolita en Teherán, El club de lectura de Jane Austen, El librero de Kabul y Balzac y la joven costurera china, con la que Dai Sijie populariza aún más este tipo de narraciones en el año 2000.

Sus autores creen que lo genuino también está en la reinvención de lo ya escrito o del mundo que le da vida. Y para ello cuentan con Goethe como aliado inmejorable cuando dijo que "la originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otros".

Prólogo.

Los mismos albores de la literatura guardan el germen de la metaficción. De la necesidad de nutrirse de sí misma para avanzar. Trapiello, autor de Al morir don Quijote, donde narra la continuación de los personajes de la obra de Cervantes tras la muerte del hidalgo caballero, lo deja claro: "La Eneida, la mayor aportación de Roma a la literatura, es, 800 años más tarde, la continuación de la Ilíada, y la Divina Comedia, de Dante, en la que se funda la literatura occidental, no puede comprenderse, mil años después, sino a partir de Virgilio y la Eneida". Las referencias antiguas son infinitas, según Javier Azpeitia, editor de 451 Editores que prepara una colección en la que un grupo de escritores españoles reescribe obras como El cantar del Mio Cid y El lazarillo de Tormes. Recuerda que toda la dramaturgia griega, tragedia o comedia, reescribía los mismos temas mitológicos, "y la Biblia ha sido un punto de referencia constantemente repetido y rehecho desde la Edad Media".

¿Por qué esa fascinación de los escritores en mirar en su propio pasado? En cierta medida porque buscan inspiración. "Nos vemos en otros escritores como en un espejo revelador de nuestras capacidades y temores", confiesa Leonardo Padura, autor de Adiós, Hemingway. El aumento de este recurso creativo se puede deber a la crisis de identidad del individuo que obliga a revisar los mitos, "a mirarnos en su espejo, quizá por una necesidad de mascarada con la que explicarnos a nosotros mismos y también frente a los otros", analiza Joaquín Pérez Azaústre que, en El gran Felton, rinde homenaje a Fitzgerald.

Presentación.

Es un juego de espejos. Entre los motivos del aumento de esa retroalimentación, aclara Azpeitia, está que puede ser una respuesta al realismo decimonónico que postulaba que la ficción debía ser una representación fidedigna, hasta científica, de la realidad. "No se daban, no se dan cuenta, de que representan la realidad de una forma convencional. Frente a la tendencia general, ciertos autores comprendieron que ése no era el camino en el siglo XX, y se alejaron del periodismo, que les parecía uno más de los géneros de la narrativa de ficción. "Escribo. Escribo que escribo...". Un punto de partida para explorar el mundo de la ficción mirándose hacia dentro para explicar la realidad.

Una forma más de inspiración. Porque lo real y el mundo literario son parte de la realidad. "El autor se apropia de esas ideas de la literatura y de su experiencia lectora de la misma manera que utiliza sus vivencias, sus sueños o la historia. Así es como en su vida se incorporan de manera natural escritores o historias de ficción. Son parte de su mundo. Es que el arte siempre se ha nutrido del arte", reflexiona Vicente Molina Foix, que publica El abrecartas, una novela en clave epistolar donde los escritores son el pretexto para contar la historia de personas que escribían.

Nudo.

Frente a los que hablan de un síntoma de decadencia o crisis creativa, Padura responde que se escribe sobre Todo, y que en ese Todo también está la literatura, obligando a miradas de la realidad que pasan a través de ella. "Sería la misma crisis de Dante cuando descendió con Virgilio a los infiernos, y si Dante no estaba lleno de vida que vengan los realistas, a ver qué viven", añade Pérez Azaústre.

Crisis y decadencias son eslóganes y epígrafes que no tienen nada que ver con la realidad de la propia literatura, asegura Molina Foix. Y cita dos de los pilares sobre los que se sostiene el arte de escribir: Don Quijote, de Miguel de Cervantes, lleno de juegos metaliterarios y revisión de los libros de caballería, y Ulises, de James Joyce, una reescritura de la obra homérica poniendo personajes y situaciones, pero sobre todo un lenguaje moderno. ¿Endogamia y autocomplacencia? Según el autor de El abrecartas, son revisiones, relecturas y homenajes que confirman un renacimiento más. Todo está inventado desde los griegos, y desde entonces el escritor lo que hace es reinventar la historia.

¿Es entonces una muestra del fracaso del escritor para conectar con lo real? Quienes piensan eso son quienes confunden ficción con realidad, los herederos de los que tiran piedras al actor que hace el papel de malvado, explica Azpeitia. Para él, "la ficción no reproduce la realidad, se relaciona con ella de una forma compleja, como lo hacen, a su modo, los sueños. Los caminos de la ficción son diferentes como los de la realidad".

Muchos olvidan, agrega Padura, que la novela es parte del mundo en la medida en que la realidad es novelable. "Además, la novela ha demostrado tener más conexión con la realidad que muchos discursos políticos y filosóficos, de ahí su presencia influyente en la cultura contemporánea". Pérez Azaústre zanja el debate con más interrogantes: "¿Qué es la realidad? ¿Es que los libros no forman parte de ella? ¿Y la música? ¿Y los viajes? ¿Y el erotismo? Al final sólo fracasan los malos escritores, sean naturalistas o funambulistas librescos".

"La realidad es inagotable y podremos vestirla con mil disfraces, incluso con disfraces de época, pero siempre, si está bien vista, será algo vivo, actual, contemporáneo", afirma Trapiello. Y concluye dando una clave de la intrahistoria literaria: "Los contemporáneos de un escritor son los grandes escritores, y raramente sus vecinos de generación".

Desenlace.

El escritor británico David Lodge, que con ¡El autor! ¡El autor! homenajea a Henry James, escribió en su ensayo El arte de la ficción que "el discurso metafictivo no es tanto una escapatoria o coartada mediante la cual el escritor puede rehuir de vez en cuando las obligaciones que impone el realismo tradicional; es más bien una preocupación central y una fuente de inspiración". Así, la herencia literaria en versiones o remakes, sentencia Azpeitia, hace que la literatura de una obra perviva en otras, del mismo modo que un hombre pervive en sus descendientes legándoles su ADN.

HOMENAJES MÁS RECIENTES

Sobre la belleza (Salamandra), de Zadie Smith en un homenaje a Regreso a Howard's End, de

E. M. Forster. "En años sucesivos, el retrato ascendió de categoría, al igual que el propio Howard. Muchas amistades de los Belsey, americanos cultos y elegantes, dicen admirarlo, consideran que posee 'clase y misterio' y evoca el 'carácter inglés' de un modo enigmático".

Peter Pan de rojo escarlata (Alfaguara). Geraldine McCaughrean hizo la continuación oficial de la obra de J. M. Barrie. "Al pie del Monte de Nunca Jamás había ciénagas y pantanos de color rojo escarlata, con un aspecto tan inofensivo como las alfombras de un salón, pero eran peligrosos y profundos como tumbas".

Homero, Ilíada (Anagrama). Alessandro Baricco hace una relectura de la epopeya homérica a través de las voces de 21 personajes."Y, de pronto, para todos nosotros el combate fue más dulce que el retorno a la patria. Marchábamos, con nuestras armas de bronce, y parecíamos un incendio que devora el bosque y que puede verse desde lejos, puedes ver sus luminosos y brillantes resplandores subir hasta el cielo.

Bajamos hasta la llanura de Escamandro como una inmensa bandada de pájaros que desciende desde el cielo y se posa con gran estrépito, batiendo las alas sobre los prados. La tierra retumbaba terriblemente bajo los pies de los hombres y los cascos de los caballos. Nos detuvimos cerca del río, delante de Troya".

Leer Lolita en Teherán (El Aleph/Quinteto). Azar Nafisi exalta la literatura como vía de libertad. "Quienes vivíamos en la República Islámica de Irán nos dábamos cuenta de la trágica e insensata crueldad a la que estábamos sometidos. Teníamos que burlarnos de nuestra propia desgracia para poder sobrevivir. (

...) Ésa fue una de las razones por las que el arte y la literatura pasaron a ser tan esenciales para nuestra vida, no como un lujo, sino como una necesidad. Lo que Nabokov reprodujo fue la textura de la vida en una sociedad totalitaria, donde el individuo está completamente solo en un mundo ilusorio y lleno de falsas promesas; donde ya no se sabe distinguir al salvador del verdugo".

Los años perdidos de Sherlock Holmes (Acantilado). Jamyang Norbu, desvela los dos años del personaje de Conan Doyle en que éste lo dio por muerto para sus lectores. "Viajé durante dos años por el Tíbet, y pasé un tiempo entretenido en Lhasa. (...) Sherlock Holmes tenía muchas ansias de partir, pero el coronel y yo le recomendamos que era preferible tener paciencia. Los pasos estarían cubiertos de nieve hasta finales de primavera, y la caravana Leh-Lhasa no saldría hasta entonces".

El gran Felton (Seix Barral). Joaquín Pérez Azaústre se inspira en Scott Fitzgerald, autor de Suave es la noche: "Tengo una teoría y estoy dispuesto a demostrarla. Scott Fitzgerald no murió el 21 de diciembre de 1940. Ni siquiera murió en el apartamento de Sheilah Graham, en el 1.443 de North Hayworth Avenue de Hollywood, y no fue enterrado, seis días más tarde, en el cementerio de Rockville, en Maryland. Nunca estuvo allí. Scott Fitzgerald vivió casi cien años, y murió en California en 1992".

El abrecartas (Anagrama). Vicente Molina Foix homenajea a personajes como García Lorca, Vicente Aleixandre y María Teresa León. "Querido Federico: ayer volví a verte, de lejos y de cerca, vestido de paisano y con una túnica de teatro. Tú y yo ya nos conocemos. Ahora ni tú ni yo somos aquellos niños de Fuente Vaqueros. Somos otros.

En la escuela del pueblo yo era más alto que tú y es lógico por los 28 meses que te llevo de edad. Pero han pasado casi 30 años y ahora el tiempo nos ha igualado".

Adiós, Hemingway (Tusquets). Leonardo Padura en homenaje al Nobel estadounidense.

"¿Qué se sabrían, mutuamente, el FBI y Hemingway?, ¿cuál podía ser aquella información tan dramática, capaz de obligar a unos a guardar eternamente un secreto y al otro a sentirse asediado y perseguido?, ¿tendría que ver con las indagaciones de Hemingway sobre el reabastecimiento de combustible de los submarinos nazis en el Caribe o sería posible que toda la historia girara alrededor de aquel cadáver perdido y una chapa policial enterrada con él?".

Al morir don Quijote (Destino). Andrés Trapiello continúa con la vida de los personajes de Cervantes tras la muerte del hidalgo. "Y ahora me salgo al mundo, como hace un año me salí con don Quijote. No iba entonces tan contento como voy ahora, porque por lo menos sé que no me zurrarán ni cocerán ni me brumarán más las costillas. Cuando serví a don Quijote me di cuenta de que no hacen falta muchas cosas para salir adelante, y que lo mucho, cuando se va ligero y libre, estorba, y lo poco, satisface y contenta".

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