_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Escrito en España

Setenta años después del estallido de la guerra civil, un puñado de supervivientes de las Brigadas Internacionales llegados de todo el mundo participan estos días en ceremonias de homenaje en varias ciudades españolas.

Desde su creación, las Brigadas tuvieron una dimensión mítica, ya fuera positiva o negativa. Sus combatientes no eran los primeros que cruzaban la frontera de los Pirineos ni los primeros en llegar a Barcelona o a Alicante. Refugiados políticos, en su mayoría italianos y alemanes, habían participado en la resistencia al golpe. Durante todo el verano de 1936, se incorporaron otros militantes, formando centurias que se integraron en las columnas anarquistas, en las del POUM o en las del 5º Regimiento comunista. Los partidos políticos en el exilio animaban a sus miembros a que se incorporaran. Cuando la URSS tomó la decisión, sólo a finales de agosto, de ayudar a la República, no se planteó enviar tantos contingentes como Hitler o Mussolini. Habrá cerca de 2.000 soldados soviéticos durante toda la guerra: 40 veces más en el otro bando, sin contar con los Regulares marroquíes. Puesto que en el mundo entero miles de voluntarios estaban dispuestos a ir a España, más valía contar con ellos: así nacieron las Brigadas Internacionales. La Internacional comunista, el Komintern, encauzó, organizó y también reclutó cerca de 35.000 combatientes, todos voluntarios que no pedían retribución. Este movimiento es único en la historia por su dimensión.

Se ha considerado a las Brigadas Internacionales como un grupo de intelectuales, artistas y poetas. Quizá para algunos la realidad es demasiado vulgar. Se trataba de un ejército de obreros: el metalúrgico parisiense salido de la huelga general de mayo-junio, el minero galés curtido en las marchas contra el hambre, el sindicalista negro de Estados Unidos, el obrero italiano refugiado en Bélgica, el sastre judío de Whitechapel acostumbrado a meterse en peleas con los marineros del fascista Mosley, el parado de Montreal...

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Estos hombres fueron masacrados en Madrid, en la ciudad universitaria, en el Jarama, en la espantada de Aragón y cuando cruzaron el Ebro. Uno de cada cuatro descansa bajo el suelo español y la mitad de los que volvieron quedaron marcados de por vida.

Se oponían a los ejércitos profesionales de Franco con su bravura, de la que no tenían el monopolio, y también con la fuerte convicción de que el destino de la humanidad dependía en aquel momento de su capacidad de resistencia. El fascismo les parecía una amenaza que se combatía a escala internacional: la mundialización no es de hoy. Para los veteranos italianos que habían luchado contra las camisas negras de Mussolini, se trataba de trasladar el frente de lugar. Para los judíos de la Europa Central, expulsados de Francia y luego de Bélgica, para los exiliados alemanes condenados a vivir de la caridad de los comités, España representaba también la oportunidad de poner fin a un sinfín de humillaciones. Para los franceses, que eran mayoría, o los ingleses, el compromiso era la respuesta directa a la no intervención de sus gobiernos democráticos. Muchos también veían la oportunidad de participar en la revolución española.

En febrero de 1939, cerca de 5.000 voluntarios cruzan la frontera francesa mezclados entre las columnas republicanas. Eran ciudadanos huidos de potencias fascistas que, al no poder regresar a sus países, se quedaron combatiendo tras la retirada oficial de las Brigadas Internacionales, cinco meses antes. Saben que al otro lado les esperan los campos de internamiento. Marty les dedica su último discurso retomando las palabras de la Pasionaria: "¡Habéis entrado en la historia!". Pero un muchacho de Varsovia le espeta: "Muy bien, pero ahora, ¿cómo salimos?".

Jefes de la resistencia nacional o que inmigraron a Francia, aunque también a Italia y a Yugoslavia, comandos de los ejércitos americanos, pilotos de la RAF, serán otra vez diezmados. La guerra fría les sorprenderá de nuevo: en Estados Unidos, ¿cuántos lograrán escapar de las garras del FBI? Idéntica a sí misma, Suiza los llevó ante los tribunales cuando volvieron. Pero lo peor ocurre en el Este. Son ex brigadistas muchos de los condenados por la caza de brujas estalinista, con las autoinculpaciones seguidas de ejecuciones inmediatas, que manchan de sangre a principios de los cincuenta las flamantes "democracias populares". No es una casualidad.

La recuperación de la democracia en la península y el hundimiento de la dictadura soviética tienen también consecuencias para los veteranos. En España, les conceden la nacionalidad a título honorífico a finales de los años noventa. En Francia, tras años de amnesia, incluso del Partido Comunista, les reconocen la condición de excombatientes.

Como creación del Komintern, totalmente sometidos a su control, los brigadistas no podían ser definidos en cambio como "su ejército". Es cierto que los códigos del universo comunista de entonces estaban en vigor, como "la espionitis", agravada en España por las derrotas militares. Sin embargo, esta atmósfera era propia de todo el ejército republicano, y los "500 fusilados" de Marty, a los que todavía se aferran algunos autores, son una falsedad inventada por los franquistas, como ya se ha demostrado ampliamente. Los mitos tienen una vida prolongada.

¿Habría incluido un ejército del Komintern a centenares de socialistas y republicanos italianos, a un 50% de franceses que, tal vez, no pertenecían al Partido Comunista o a los miles de voluntarios -la mayoría antimilitaristas convencidos- que no sabían utilizar un fusil cuando llegaron a España?

Las Brigadas Internacionales fueron aún menos "el brazo armado del NKVD" (el antiguo KGB): quedaron al margen de las luchas fratricidas de la República, en concreto las de los días de mayo de 1937 en Barcelona.

¿Puede calificarse en cambio a los brigadistas como "voluntarios de la libertad"? Muchos no hubieran retomado la frase insuperable de Rosa Luxemburgo según la cual la libertad de pensamiento es la libertad de quien no piensa como uno mismo. No hay que negar tampoco que fueron los primeros en implicarse en el combate que liberaría a Europa del fascismo y del nazismo, para convertirla en el lugar de la democracia y la libertad que es hoy. Su gesta constituye una de las páginas más bellas de la historia del siglo XX. Y se escribió en España.

Rémi Skoutelsky es historiador francés. Su última obra es Novedad en el frente. Las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil (2006). Traducción de Martí Sampons.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_