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Corea del Norte desafía al mundo

La huida hacia adelante de Kim Jong-il

El dictador de Pyongyang se agarra a la bomba atómica para tapar su fracaso económico

El miedo a que el estrepitoso fracaso económico estallara en una revuelta que barriera al régimen, llevó a Kim Jong-il, el máximo dirigente norcoreano, a agarrarse al programa nuclear como única tabla de salvación. La explosión de ayer no es más que la huida hacia adelante del llamado Querido líder, que pretende con ella tapar su incapacidad para emprender una reforma al estilo chino con la que sacar a su pueblo del atraso en que lo ha sumergido.

Buena parte de la población urbana de este país de 23 millones de habitantes vive en edificios altos, algunos de más de 20 plantas, construidos en la década de los setenta para demostrar el poderío del régimen, pero desde la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, apenas hay electricidad. La energía y los esfuerzos del Gobierno se han destinado casi en exclusividad al Ejército, que absorbe más del 80% del presupuesto nacional y que dirige el programa atómico.

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El ensayo nuclear es la respuesta del dictador al duro revés que sufrió su moribunda economía con las sanciones financieras impuestas por EE UU en 2005 y reforzadas por Japón tras el lanzamiento en julio pasado de siete misiles. Washington congeló las cuentas de 13 compañías norcoreanas a las que acusó de lavar el dinero que obtenían de la droga y de la venta de dólares falsos. El valor total apenas alcanza los 18,5 millones de euros, pero supone, además de la suma, la pérdida del negocio.

En noviembre pasado, Pyongyang no acudió a la ronda de las conversaciones a seis bandas, que envuelven a las dos Coreas, China, Japón, EE UU y Rusia. Exigía el fin de las sanciones estadounidenses para su vuelta a la mesa de negociación. No sólo no lo logró, sino que Japón aprobó el mes pasado una ley que ahoga aún más al régimen de Kim. La ley prohíbe las remesas y las transferencias de activos financieros a Corea del Norte por personas sospechosas de estar relacionadas con las armas de destrucción masiva. Pero las sospechas son más que arbitrarias y en la práctica los expertos vaticinaron que la medida supondrá la suspensión del flujo de capitales entre los dos países.

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Kim Jong-il heredó la megalomanía y las obsesiones que asfixian al país -invasión estadounidense y derrocamiento del régimen- de su padre, el fundador de la República Democrática Popular de Corea (RDPC), el denominado Gran Líder Camarada Kim Il-sung. Fue su padre quien, tras el desencuentro con la nueva Rusia, inició un acercamiento a Washington que culminaría en el acuerdo de 1994 por el que Pyongyang se comprometía a cerrar sus reactores nucleares y el centro de reprocesamiento de plutonio de Yongbion, a cambio de petróleo y dos reactores nucleares de agua ligera, para producción de electricidad e inservibles para uso militar.

Ese mismo año, un infarto acabó con la vida de Kim Il-sung y su "amado hijo" y designado heredero, más conocido por sus actividades circenses y su pasión por el cine y la música occidentales -además de las mujeres coreanas-, tomó las riendas del país. Al frente del Partido de los Trabajadores de Corea y del Ejército -la jefatura del Estado la ejerce a perpetuidad el Gran Líder-, Kim Jong-il prosiguió la tenue apertura iniciada por su padre, tanto hacia EE UU como hacia Corea del Sur e incluso hizo algún guiño a Europa. La ayuda económica recibida fue fundamental para acabar con la hambruna desatada en 1998 tras varios años de sequías e inundaciones.

Pronto, sin embargo, se rompió el hechizo. Las delicadas redes diplomáticas tejidas por Bill Clinton, con un país con el que nunca se llegó a firmar la paz -la sangrienta guerra de Corea (1950-1953) finalizó en un armisticio- desaparecieron tan pronto como George W. Bush llegó a la Casa Blanca e incluyó a Corea del Norte en el "eje del mal".

La paranoia del régimen, agravada por la suspensión del petróleo y la ayuda económica de EE UU, se manifestó en la expulsión abierta, a finales de 2002, de los inspectores del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) y la rotura de los precintos de los reactores nucleares colocados por el OIEA. El 10 de enero de 2003, Pyongyang anunció que abandonaba el Tratado de No Proliferación nuclear.

Casi podría decirse que Kim Jong-il ha seguido paso a paso un guión perfectamente marcado. De ahí el terror de sus vecinos. Comprobada la eficacia de las bombas que fabrica, el siguiente paso es su utilización para supuestamente evitar la debacle. La preocupación de Japón y Corea del Sur es enorme. Para muchos ciudadanos, la única medida -si es que existe alguna- de disuasión frente al régimen norcoreano es dotarse de más bombas que él. Todo apunta a que la carrera armamentista en Extremo Oriente empezó ayer.

Foto sin fechar de Kim Jong-il (centro), mientras inspecciona una unidad del Ejército Popular norcoreano.
Foto sin fechar de Kim Jong-il (centro), mientras inspecciona una unidad del Ejército Popular norcoreano.EFE

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