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Sentencia del 'caso KIO'

El final de la escapada

La última sentencia condenatoria contra Javier de la Rosa pasa página a la Barcelona del 'pelotazo'

"Todos me han traicionado. Bueno, me han traicionado todos los que se han hecho ricos conmigo", confiesa Javier de la Rosa a EL PAÍS, ante un plato de chanquete, junto a la terraza de un restaurante del Ensanche barcelonés. Acaba de conocer la sentencia dictada por la Sección Primera de la Audiencia Nacional, que le condena a penas que suman cinco años y dos meses de prisión por un delito continuado de apropiación indebida y otro de falsedad documental en el juicio del caso KIO.

Si el Supremo confirma el fallo del pasado lunes, De la Rosa iría de nuevo a la cárcel por haberse llevado más de 375 millones de euros de Kuwait Investment Office (KIO). Esta sociedad kuwaití, cuyos intereses representaba el financiero en España, controlaba el Grupo Torras, que en 1992 protagonizó la mayor suspensión de pagos de la historia económica española: una deuda superior al cuarto de billón de las antiguas pesetas.

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"Todos los que se han hecho ricos conmigo me han traicionado", lamenta De la Rosa
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Jotaerre, uno de los personajes que mayor poder haya llegado a acumular en España con la varita mágica del dinero y que, junto a Mario Conde, encarnó los prodigiosos años del pelotazo, es hoy "un árbol caído", como le describe un antiguo amigo íntimo. Pese a su optimismo voluntarioso de siempre, De la Rosa es hoy un hombre tremendamente solo. Y la sentencia evidencia que está llegando al final de la escapada, tras años de huida hacia delante.

El veredicto de los jueces deja a otros ángeles caídos en la cuneta. Todos ellos fueron estrechos colaboradores de Javier de la Rosa: el ex abogado del Estado Juan José Folchi (tres años de cárcel), el diplomático que fuera amigo del Rey Manuel Prado y Colón de Carvajal (un año) y Jorge Núñez Lasso de la Vega (un año). La nueva condena pasa página a los años de la Barcelona del lodo. Aquellos en los que se tejió una maraña de delitos, irregularidades y tráficos de influencia que convirtió a la élite de la ciudad en una cloaca. Cubierta, eso sí, por el manto de silencio de casi todos los medios.

Fue un cuadrilátero formado por cierto mundo de los negocios, simbolizado en Jotaerre y sus colaboradores; el judicial, que encarnaron el abogado Juan Piqué Vidal y el entonces juez Luis Pascual Estevill; el de Hacienda, representado por los inspectores José María Huguet y Ernesto Aguiar, a quienes la última sentencia les condena a devolver a KIO casi 140.000 euros cada uno, y el político, que implicó a los bajos fondos del pujolismo.

Pero la mayoría de los protagonistas de la maraña ha ido despeñándose. Caminan desprovistos de escoltas, ya no conducen coches de lujo y ni siquiera pueden dejarse ver por el Finisterre, un restaurante clásico en el circuito de la Barcelona económica donde se muñían negocios y donde De la Rosa imperaba desde su mesa fija, adonde acudían, modosos, a impetrar favores distintos negociantes y correveidiles con ánimo de lucro fácil. Hoy, por no existir, no existe ni el restaurante, engullido por otro más moderno, frente a uno de los dos El Corte Inglés de la Diagonal.

Barcelona respira más limpio. Pese a la cercanía de la trama de Marbella o de escándalos como los de Afinsa y el Fórum Filatélico, España ha aprendido algunas lecciones. "Los controles han aumentado y la sociedad está más sensibilizada hacia cuestiones como la ética o la responsabilidad social", sostiene el profesor Antonio Argandoña, de IESE. Aunque, añade, "es en épocas de bonanza cuando es posible que aparezcan personajes dispuestos a aprovecharse de las oportunidades, y tal vez en el futuro caigamos en la cuenta de lo que ahora puede estar ocurriendo tras el boom inmobiliario". El notario barcelonés Juan José López Burniol corrobora que "en los ochenta, la sociedad funcionaba con unos determinados patrones que hoy consideramos intolerables". "Los jóvenes empresarios tenían como ídolos a De la Rosa y a Conde", recuerda un profesor de Finanzas de ESADE. "La libertad exige el orden y el respeto a la ley", sentencia el notario.

En la ciudad limpia, casi todos los pesos pesados miran para otro lado cuando se les habla del "Javier" por antonomasia. Nadie parece haber conocido a los personajes de la cultura del pelotazo y la extorsión. En Cadaqués, localidad de la Costa Brava que convirtió en casi un hijo adoptivo a Javier de la Rosa -éste financió los trabajos de pintura de la iglesia del pueblo-, todos le dan la espalda, mudos.

Jotaerre no es el único que se ha quedado aislado. Juan José Folchi, asesor fiscal y/o secretario de los consejos de administración de las empresas implicadas en las operaciones financieras que acabaron ante los tribunales, regentaba en 1994 un despacho en el que trabajaban 60 personas, entre abogados y economistas. "Cuando estallaron el caso KIO y Grand Tibidabo, empezaron a huir los clientes y los empleados. Así que en 2003 tuve que cerrar el despacho", reconoce a este diario el propio Folchi. "Ahora trabajo para otro letrado", añade, en alusión al bufete del penalista Josep Rofes.

Las manchas en la reputación profesional también han hecho resentirse la actividad del despacho del letrado Juan Piqué Vidal, que durante 19 años fue abogado y mano derecha de Javier de la Rosa. El financiero alardeaba de que nunca se acostaba sin haber hablado con él. No en vano, Piqué ejerció un férreo control sobre los mecanismos del poder judicial de la ciudad. A algunos de los magistrados que llegaban a Barcelona les procuraba vivienda y se ocupaba de que no les faltara empleo a sus hijos. Juan Piqué Vidal fue encumbrado tras haber dirigido a casi todas las togas de oro barcelonesas en la defensa del ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol, en el caso Banca Catalana.

Piqué también defendió, con suerte adversa, a los magistrados Joaquín García Lavernia y Carlos Lorenzo Penalva de Vega, condenados por cohecho. Fueron los primeros jueces de España expulsados de la carrera judicial.

"Yo me desviví por los clientes... y así me ha ido", lamenta Piqué Vidal, en declaraciones a EL PAÍS, y en tono resentido. El abogado espera, al igual que Javier de la Rosa, una sentencia del Tribunal Supremo, que en su caso podría confirmar la pena de siete años de cárcel que le impuso el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) a raíz de una red de extorsión a empresarios catalanes. Fue el conocido como caso Estevill. Pese a todo, su bufete continúa abierto y representa a personajes de enjundia como el ex presidente del Barça José Luis Núñez Clemente. "Soy como un médico internista, de toda la vida, al que acuden los clientes en busca de consejo", afirma el propio Piqué.

El frente judicial de la trama se complementaba con el todopoderoso juez Luis Pascual Estevill, el humilde cabrero que se convirtió inesperadamente en azote de la burguesía catalana. La disyuntiva con él era pagar o acabar en la cárcel. "El perro que mordía era Estevill. Pero quien le azuzaba era Piqué Vidal", dijo sobre ambos el empresario José Felipe Bertrán de Caralt, una de las mayores fortunas de España y víctima de la trama de extorsión. A sus 74 años, se sabe muy poco de la vida cotidiana actual de Estevill. Algunos le ven a menudo a media mañana tomarse un café cortado en un bar cercano a la Vía Augusta y jugar a las tragaperras con el cambio. Ya no conduce ninguno de sus lujosos Jaguar con los que acudía al juzgado. Pero no ha renunciado ni a su atildado atuendo, ni a los Montecristo que ni siquiera apagaba cuando se personaba en el lugar de un crimen para levantar un cadáver.

Pascual Estevill estuvo también estrechamente conectado con el pujolismo. Fue a propuesta de CiU que aterrizó como vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), del que sería expulsado tras ser condenado por prevaricación.

De un modo u otro, todos estos ángeles caídos formaban parte de una misma telaraña. El propio asesor fiscal personal del ex presidente de la Generalitat, Juan Antonio Sánchez Carreté, ha sido condenado recientemente por el Supremo a dos años de prisión y multa de 1,2 millones de euros por la compra de la sociedad Kujal a Erkimia de dos centrales hidroeléctricas por valor de 2.127 millones de las antiguas pesetas. El mismo día de la compra, las centrales fueron revendidas por 2.807 millones.

En este mismo caso estuvo implicado Lluís Prenafeta, quien fuera todopoderoso secretario general de la presidencia pujoliana, aunque finalmente pudo eludir el banquillo. Si Jordi Pujol ensalzó a De la Rosa como "empresario modelo", Prenafeta se sirvió del dinero de Jotaerre y de los servicios de Piqué Vidal para lanzar El Observador, un periódico diseñado para arruinar a La Vanguardia y a su editor: no quería benevolencia, sino militancia. "No pararé hasta que el conde de Godó pida limosna en la calle Pelayo", dijo el ex secretario general de Presidencia en una ocasión. No hubo tal. Pero Prenafeta forma parte de los escasos protagonistas de este entramado que han salido bien parados. Hoy preside la fundación nacionalista Catalunya Oberta y hace negocios indefinidos en Rusia.

Prenafeta es uno de los personajes con los que De la Rosa ha acabado peleado. Como Manuel Prado, al que Jotaerre pagó en 1992 de forma fraudulenta 12 millones de euros. O como Manuel Guasch, un antiguo estrecho colaborador con buena entrada en los salones empresariales madrileños, a quien colocó en la presidencia de Ebro cuando Torras-KIO entró en la azucarera en 1988, cargo que mantuvo durante una década, y que ahora ha seguido su propio camino tras la compra de Alimentos Naturales. Esta empresa, que formaba parte del grupo alimentario del BBVA, se halla en plena expansión.

También se desvaneció la confianza entre Jotaerre y Jorge Ventosa, vástago de Joan Ventosa Calvell (un fiel de Francesc Cambó, aupado por éste a tres ministerios entre 1917 y 1931), cuya relación arranca de la Banca Garriga Nogués y actualmente copropietario de unos astilleros. Y con los hermanos Juncadella (Javier y José María), de los que fue socio en la empresa textil Coma Cros. No acabó bien con Folchi, pero se ven a veces. "Por imperativo legal", ironiza el abogado. Y es que la suerte judicial de uno está ligada a la del otro.

Hoy, el mundo de Javier de la Rosa se reduce a su familia y su defensa. Entre tanto revés, ha tenido que vender sus cuadros. El financiero, y abogado, incluso viste la toga y sube al estrado, solo, para defenderse. Siempre con el apoyo de su hija Gabriela, también abogada, de 30 años y que podría emparentarle con el Rey (es novia de Juan Gómez-Acebo de Borbón, hijo de la infanta Pilar, hermana de don Juan Carlos). "Los abogados no se atreven a defenderme. Es en estos últimos 13 años cuando yo he aprendido Derecho", musita. A su lado, incondicional, su esposa, Mercedes Misol, de quien cuesta oír una crítica en Barcelona. Muchos la consideran heroica.

Javier de la Rosa, esta semana en Barcelona.
Javier de la Rosa, esta semana en Barcelona.TEJEDERASDe izquierda a derecha, Juan Piqué, Juan José Folchi y Luis Pascual Estevill.

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