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Reportaje:

Paul Auster vuelve a rodar entre amigos

El escritor estadounidense dirige cerca de Lisboa su segundo largometraje en solitario, 'The inner life of Martin Frost', una comedia 'haiku' de amor con algo de misterio

Moreno, con menos ojeras que de costumbre, relajado y casi dicharachero, Paul Auster (Newark, New Jersey, 1947) rueda estos días en Azenhas do Mar, cerca de Sintra, su segunda película como director. Tras firmar Smoke (1995) con su amigo Wayne Wang y dirigir en solitario Lulú on the bridge (1998), el autor de Trilogía de Nueva York vuelve detrás de la cámara: "Me viene muy bien salir de vez en cuando de la soledad del cuarto donde escribo, tomo el aire, veo gente que me inspira...". La historia se titula The inner life of Martin Frost, y es una comedia que surge del pedazo inicial de la novela El libro de las ilusiones. "Es una historia que me ha rondado mucho tiempo. Tiene amor y un misterio que se revela poco a poco".

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Auster aparece puntual a mediodía en el vestíbulo del precioso hotel Lawrence's de Sintra; se sienta en un sillón y sin fumar ni nada empieza a contar cosas. El tipo solitario está hecho un encanto, un campeón de la sociabilidad. Aunque anoche hicieron el primer rodaje de escenas nocturnas, dice, y acabaron a las tres. "Y yo me he despertado a las siete, como siempre. Parezco un perro, me despierto sin querer siempre a la misma hora".

Salvo ese pequeño detalle, todo es buen rollo: "Estamos a mitad del rodaje y está yendo muy, muy suave. Anoche se quemaron unas cortinas con unas velas, pero no fue grave. El sitio es maravilloso, el equipo es excelente, los actores están soberbios y ni siquiera hemos tenido el típico avión que se cuela en el sonido, o el gallo que cacarea en la casa de al lado. Demasiado bueno para durar, pero en fin".

El equipo técnico es, sobre todo, mínimo: menos de 20 personas, lo que sumado al elenco raquítico de actores, cuatro, lleva a Auster a definir la película como "un haiku". "No será tan corta, seguro, pero todo es minimalista. Tenemos dos eléctricos, la maquilladora es a la vez la peluquera, el operador tiene un ayudante mexicano, hay dos técnicos de sonido, un solo escenario...".

O sea, que Auster se las ha ingeniado para rodar con el mínimo dinero posible. Y con gente, también lo más cercana posible, parecería. De los cuatro actores, tres son amigos y una de la familia: su hija Sophie, que fue Lulú cuando tenía 10 años, en el debut de Auster como director, y que ya tiene 18: "Ahora es una maravillosa actriz y cantante", dice su padre sin asomo de rubor.

El protagonista, Martin Frost, es el inglés David Thewlis. De repente aparece y Auster le da los buenos días y un abrazote. El escritor conoció al intérprete del profesor Lupin de Harry Potter y el prisionero de Azkabán en Cannes, "hace 10 años". Aunque había otros candidatos para el papel, fueron cayéndose y Thewlis no lo dudó. "Siempre fui fan de Paul". Y no se arrepiente: "Es en el rodaje que mejor lo he pasado en mi vida. Es una historia de amor con risas".

Completan el reparto la belleza francesa Irene Jacob, otra vieja amistad fraguada en las noches de Cannes, y Michael Imperiali, ex de Los Soprano al que Auster hizo una prueba sin éxito para Smoke y al que rescató para un papel breve pero trágico en Lulú. "Me quedé con muchas ganas de trabajar más con él. Y está impresionante; esta vez, por contraste, es el elemento cómico de la película". Para aumentar la envidia de las visitas ante tanta felicidad laboral, Auster rueda el grueso de la película en una preciosa casa con jardín, muy cerca del mar. Hay olivos muy viejos y al fondo se ve la sierra de Sintra. Se supone que la acción transcurre en California, pero Auster tenía varias razones para venir a rodar a Portugal. "Primero, soy amigo del productor portugués Paulo Branco, y él quiso hacer la película; luego, porque rodar aquí es mucho más barato que en América. Y, además, el campo aquí es tan espectacular como en el norte de California".

Y en fin, aquello que no parece americano se sustituye por material made in USA: "Hemos cambiado los tiradores de las puertas, el papel de escribir... En el fondo, el paisaje da igual: la historia no transcurre en ningún sitio, salvo en la casa".

Quizá por el prurito del escritor, Auster trata de ser un director capaz de olvidar las palabras para narrar con imágenes. "Puedo pensar en imágenes, y aunque las palabras son importantes también, y escribir un guión es un acto literario, he aprendido a hacerlo más breve para no tener que cortar luego 45 minutos de rodaje. Esta vez hemos ensayado dos semanas y eso me ha permitido ir quitando frases, lo que también ayuda a ir en busca del haiku".

Paul Auster, en un descanso del rodaje.
Paul Auster, en un descanso del rodaje.KAMERAPHOTO / JOÃO PINA

Terapia y libros

The inner life of Martin Frost siempre fue una historia tirando a corta y, por más señas, reciclada. Ésta es la historia de la historia: "La primera versión la escribí en 1999. Empezó siendo un guión para una película de 30 minutos que me pidió una productora alemana. Pagaban mal y raro, en dos plazos, más uno a cuenta, y un amigo me dijo que no la hiciera. Así que lo dejé en el cajón. Pero luego me puse a pensar y dije: 'Es un largometraje'. Entonces empecé a escribir El libro de las ilusiones, y pensé en poner allí toda la historia. Pero al final opté por usar sólo la primera parte. Después escribí La noche del oráculo, y Brooklyn Follies, pero Martin Frost seguía en mi cabeza. Así que decidí acabar el guión y hacer la película. No fue fácil porque en Estados Unidos es difícil encontrar dinero para hacer cine independiente. Pero apareció Paulo...". Bueno, ¿y cómo es esa vida interior de Martin Frost? "Vamos a acabarla primero y luego hablamos".

Aunque allí está Martin Frost, es decir, David Thewlis. ¿Cómo es Martin Frost? "No está bien. Es excéntrico y muy raro. Probablemente necesita ayuda médica, un poco de terapia". ¿Y Auster? "¡No! La terapia de Paul son los libros. Lo pone todo ahí".

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