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Reportaje:

Un circo para volar desde la butaca

El espectáculo 'Dralion' del Cirque du Soleil llega a Valencia tras visitar Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla

El Cirque du Soleil es magia sin truco, incredulidad en el rostro de un público entregado, precisión hasta la locura dentro y fuera del escenario, malabares, equilibrios y contorsiones de plastilina. El secreto de esta fábrica de cuerpos de ficción es producto del talento de sus 700 artistas y de las dotes organizativas de esta gran compañía de naturaleza circense que nació en 1984.

Hoy Dralion, uno de los siete espectáculos itinerantes de la firma canadiense, llega a Valencia. Atrás quedan los más de 600.000 espectadores que ya han podido disfrutar de este gran montaje en Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla. La carpa del Circo del Sol, instalada en la avenida de las Cortes Valencianas y con capacidad para 2.475 personas, albergará este espectáculo hasta el próximo 28 de mayo.

En Drailon, 63 acróbatas procedentes de más de una decena de países diferentes intervienen en la obra y ponen en escena 11 números de gran complejidad técnica. El espectáculo, que no sigue ningún guión narrativo y juega con la representación estética de los cuatro elementos, aire, tierra, agua y fuego, destaca por su gran belleza visual. De la simbiosis entre la vanguardia de Occidente y los tradicionales dragones chinos nació este espectáculo, cuyo estreno tuvo lugar en la capital británica en 2004. Dos años lleva de gira Dralion, que tiene previsto visitar numerosas ciudades del mundo antes de finalizar su periplo.

Entre los números más sorprendentes, destaca el protagonizado por una niña china de poco más de 10 años que, apoyada en una sola mano encima de una barra vertical de metal, consigue mantener el equilibrio y soportar su propio peso mientras cambia incesantemente de postura. Poner su cuerpo en posición horizontal o cambiar de mano sin titubear son sólo algunas de las muestras de la increíble capacidad de la artista y la perfección que rige cada uno de sus movimientos. Los malabares del ucranio Víctor Kee se mueven en el terreno de la danza y constituyen una pieza clave dentro del espectáculo. Kee llega a controlar a la vez siete pelotas que pasan de sus manos a su cuerpo deslizándose sin que ninguno de sus movimientos olvide los dictados rítmicos de la música que envuelve el ambiente.El ballet sobre las luces, donde siete mujeres realizan una danza de puntillas sobre unas bombillas encendidas, o el salto al aro, en el que 10 hombres sincronizan sus movimientos al saltar al aire y cruzar unos aros amarrados a una mesa completan el espectáculo y echan un pulso al escepticismo inicial del público.

Para crear una sensación de irrealidad, Dralion utiliza la iluminación, el decorado (cuyo creador, Stephane Royque, ha ideado una pared metálica de ocho metros de altura parecida a una malla gigante) y la música (compuesta por Violaine Corradi y resultado de la mezcla de ritmos tradicionales, melodías indias y sonidos electrónicos). Todo, made in Cirque du Soleil.

En definitiva, un sueño fantástico para todos los que quieran volar sentados en una butaca.

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