_
_
_
_
_
Reportaje:Fútbol | Liga de Campeones

Del 131 al Ferrari

Viejos aficionados y Calleja, único representante de la etapa en Segunda, retratan el salto del club castellonense

"Antes no teníamos ni campo de entrenamiento. El vestuario eran cuatro duchas, para las que hacíamos turnos, y el agua caliente se acababa enseguida. El estadio tenía una grada muy bajita, por lo que el balón se salía del campo. Y eso quemaba mucho al presidente [Fernando Roig]". Así retrata Javier Calleja (Madrid, 1978) cómo era el Villarreal en 1999, cuando llegó al club castellonense procedente del Alcalá de Henares y debutó en la Segunda División. La semana pasada, el Villarreal viajó en un avión privado a Milán, se alojó en el hotel más lujoso de la capital italiana y visitó la tienda oficial de Ferrari. Calleja jugó precisamente en San Siro su primer partido casi completo (85 minutos) después de casi dos años machacado por las lesiones: se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y, ya recuperado, se lo volvió a romper. "Tú ves la capacidad de otros clubes y la nuestra, en infraestructura, en población..., y te cuesta pensar que estemos entre los ocho primeros", añade.

Más información
Toque frente a contragolpe

En estos ocho años, el Villarreal ha crecido de manera progresiva y ha fichado a grandes estrellas, pero Calleja ha logrado sobrevivir. Al menos, hasta final de temporada, cuando acaba su contrato. "En el fútbol casi somos mercancía y parece imposible durar tanto en un equipo. Es motivo de orgullo". De los que llegaron, Calleja destaca a Víctor, a Riquelme, y a Quique Álvarez, "un central como la copa de un pino al que no se valora tanto".

También la hinchada ha sufrido una metamorfosis, explica Juli Nebot, aficionado de 32 años, nieto de Ramón Nebot, portero del Madrid y el Valencia. "Antes iban muy pocos jóvenes al campo. La mayoría eran abuelos. Ahora está lleno de familias", cuenta Nebot, que recuerda un viaje en autobús de toda la noche a La Línea de la Concepción, en 1992, para ver el ascenso del Villarreal a Segunda. El presidente de entonces, Pascual Font de Mora, les dio 90.000 pesetas para las entradas. Les sobraron 40.000. "¿Qué hacemos con este dinero, Pascual? "Emborrachaos", respondió Font de Mora.

El Villarreal arrastró problemas económicos hasta la llegada de Roig, en 1997. Lo recuerda Esteban Salgado, de 56 años, vecino de El Madrigal, y encargado de organizar, a finales de los 70, rifas de jamones y de coches para la supervivencia del club, amén de conciertos de Camilo Sesto y actuaciones de la vedette Susana Estrada en el frontón que había detrás del estadio, donde también se daba cine de verano. En 1977 rifó un Seat 131 Supermirafiori. Eran tiempos en los que la publicidad estática se pintaba a mano en las paredes del estadio y la pintura salía más cara que los ingresos, dice Folgado.

Calleja.
Calleja.ÁNGEL SÁNCHEZ

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_