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Manual de instrucciones para nuevos jubilados

Antón Costas

En los últimos meses he tenido la oportunidad de pronunciar una serie de conferencias por toda España, invitado por la Fundación La Caixa, dirigidas a personas mayores; es decir, a personas en situación de jubiladas. La experiencia ha sido gratificadora, y el contacto con la gente mayor me ha hecho descubrir algo que no tenía claro cuando comencé ese ciclo: contra lo que es una percepción social muy generalizada sobre la vejez, me encontré con personas con una calidad de vida excelente, con un interés enorme por entender lo que está pasando en el mundo y con el deseo de sentirse útiles y ocupados. Todo lo contrario de la visión que con frecuencia tenemos de la vejez, como una situación de dependencia y estación final.

Este cambio se va acentuar en los próximos años, cuando comience a llegar a la edad de jubilación la llamada generación del baby boom. Una generación numerosa, nacida entre finales de la década de 1940 y el año 1960. La jubilación de esa generación romperá los patrones hoy existentes sobre la vejez. Al contrario que las anteriores, es una generación con un elevado nivel cultural y profesional, y con una calidad de vida y unas pautas de salud muy diferentes de las que pudieron disfrutar sus padres y abuelos. Este hecho, unido a su elevado número, va a cambiar de forma radical el funcionamiento de la vida política, social y económica de nuestras sociedades. A partir de ahora vamos a ver sociedades en las que convivirán tres generaciones diferentes en situación de "activos", es decir, una sociedad sin edades.

Este cambio demográfico, movido por el aumento espectacular de la esperanza de vida y por la mejora de las condiciones de salud de las personas mayores, va a ser (junto con el cambio científico y tecnológico), un verdadero tsunami social, económico y político.

Las consecuencias sobre nuestras vidas cotidianas y sobre nuestras instituciones políticas y empresariales van a ser enormes. Sólo pensar que entre 2008 y 2015 la mayor parte de nuestras grandes empresas van a jubilar a la mitad de sus actuales plantillas nos debería hacer pensar cómo vamos a abordar esos efectos. Sin hablar de cuestiones relacionadas con pensiones, seguros médicos o alargamiento de la vida laboral.

Pero hoy sólo me interesa formular una pregunta que me surgió de ese contacto con los mayores: ¿qué hacen los jubilados con su tiempo?

Como el fenómeno de la jubilación es aún nuevo entre nosotros, no he podido encontrar respuesta autóctona. La imagen que hoy tenemos de nuestros jubilados es la de grupos de personas de la tercera edad yendo de un lado a otro, de excursión o de vacaciones colectivas con el Imserso.

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Pero sería conveniente conocer algo más acerca de sus comportamientos económicos, porque van a ser determinantes en el futuro inmediato. A falta de información sobre los nuestros, podemos ver qué hacen los jubilados en otras sociedades donde el fenómeno lleva ya décadas. En un libro titulado El complot de matusalén, Frank Schirrmacher utiliza la investigación de una periodista inglesa, Victoria Cohen, que se preguntó por el comportamiento de los actuales pensionistas ingleses: ¿Les motiva lo mismo que a las demás personas el puro consumismo? ¿Qué compran realmente la gente de 75 a 85 años? ¿Licuadoras y medallas, como suponemos, o, por el contrario, juegos de ordenador y los últimos modelos de reproductor de DVD?

Por lo que se ve, los jubilados anglosajones lo compran todo y se lo llevan a casa. Pero la cosa no acaba aquí. Dos días después de comprar van a la tienda y vuelven a empezar el juego con otro tipo de productos. Les gusta también comprar desde casa por catálogo. Hacen el pedido y el recibir la mercancía va seguido del acto de volver a reembalar el producto y proceder a su devolución. Eso parece explicar el hecho de que frente a los mostradores de devoluciones de los grandes almacenes británicos de Marks&Spencer sólo se ven octogenarios. La explicación de la autora es porque les entretiene devolver lo que han comprado; porque lo que les interesa no es la compra, sino el simulacro de un tráfico de mercancías del que se sienten excluidos. El ciclo del reembolso dinero-producto-dinero no añade nada a los haberes de los ancianos, pero consume su tiempo. Y precisamente esta actividad les da la sensación de estar participando en la vida social.

Ése es el reto que tenemos delante: dejar de ser jubilados ociosos para convertirnos en jubilados ocupados. Lo que nos dicen esa y otras investigaciones en otros países es que los jubilados desean intervenir activamente de alguna manera en la vida económica, aunque sólo sea para disfrutar de experiencias sociales. Son laboriosos ancianos que se niegan a quedar excluidos y que no encuentran hasta el momento canales más productivos y satisfactorios.

Pero el problema es que no sabemos cómo. La actual generación de jubilados españoles (y las que les seguirán) es la primera que va a vivir colectivamente 20 o 30 años como jubilados. Nunca antes había ocurrido. Y no saben qué hacer con esa situación, con su tiempo y recursos. Son una generación que ha llegado a la jubilación sin manual de instrucciones para su uso. Ese manual habrá que ir escribiéndolo poco a poco entre todos. Creo que éste es el reto más importante al que nos enfrentamos individual y socialmente, porque significará organizar la vida social, económica, laboral y política de una forma que hoy no sabemos ni imaginar.

Pero mientras vamos elaborando ese manual de instrucciones para nuevos jubilados, lo primero que hay que cambiar es la imagen misma de la vejez. Hasta ahora nuestras percepciones, y el propio discurso oficial, vinculan la vejez con situación de dependencia. Sin que esto signifique dejar de atender las situaciones de dependencia, esas percepciones y ese discurso deben ir cambiando. Porque, como he dicho, vamos hacia una sociedad en la que los mayores serán mucho más independientes y capaces de valerse por sí mismos. Los nuevos viejos gozan de buena salud.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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