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Aprender de la experiencia, aprovechar el capital humano

Francisco Pérez García

Tras un debate entre Thomas Carlyle y John Stuart Mill a mediados del siglo XIX, la Economía es vista con frecuencia como una ciencia triste en sus predicciones. Así sucede también a veces entre nosotros cuando valoramos los problemas del futuro como si fueran nuevos barrancos por los que probablemente nos despeñaremos. Y sin embargo, la trayectoria económica valenciana y la de un número creciente de países en los últimos años o décadas no justifican ese pesimismo. Al contrario, sobre todo si se contemplan los hechos con perspectiva de largo plazo, se constata que las pruebas superadas son muchas y el resultado, un desarrollo colectivo más que notable.

Si ante la celebración del III Congreso de Economía de la Comunidad Valenciana en los próximos días se revisan los cambios acaecidos desde 1984, fecha del I Congreso, se confirma esa impresión. En aquel momento nuestro principal problema era un desempleo del 20% y los textos del I Congreso recuerdan que la confianza en la capacidad de responder a ese grave problema era dispar. Podía haber motivos para el pesimismo: una larga crisis económica, los cambios institucionales de la democracia apenas asentados y la incertidumbre frente a la inmediata integración en Europa. Veinte años después, los logros alcanzados frente a aquellas dificultades son tan notables que deberían permitir a la sociedad valenciana sentirse con fuerzas para responder a los desafíos actuales.

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Para justificar esta afirmación sirven algunos datos. Entre 1984 y 2005 en la Comunidad Valenciana se han creado más de 800.000 nuevos empleos, creciendo los ocupados en un 90% y reduciéndose la tasa de paro hasta el 7,9%. Para algunos grupos y en ciertas zonas estamos prácticamente en pleno empleo. Esta evolución del empleo ha tenido fuertes efectos sobre el crecimiento de la renta y definido un horizonte de inserción laboral y social para jóvenes y mujeres más complejo, pero sin duda mucho más favorable.

Los jóvenes, mucho más cualificados que sus padres, se han convertido en la punta de lanza de nuestra mejora en capital humano. Los titulados universitarios empleados han pasado de 95.000 en 1984 a 425.000 en 2005. En la última década, más de la tercera parte del empleo creado ha sido para los universitarios, a un ritmo que alcanza los 30.000 puestos de trabajo anuales. En cuanto a las mujeres, hoy trabajan más de 800.000, dos veces y media más que en 1984. Este enorme cambio está asociado a las sustanciales mejoras educativas de las jóvenes que, al menos en este aspecto, han dejado de estar discriminadas.

Estos logros no significan la ausencia de problemas laborales y, sobre todo, no deben servir para ignorar que estamos ante nuevos retos de gran calado, derivados de la oleada de cambio tecnológico y de integración internacional. Muchos de ellos se reflejan en la dificultad de la economía valenciana para mejorar la productividad y los salarios a la vez que crea empleo, y para frenar la precariedad o la destrucción de empleo en algunas actividades industriales. Todo esto tiene que ver, sobre todo, con nuestra especialización productiva, demasiado orientada hacia actividades maduras y productos que hoy fabrican mucho más baratos otros países.

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Mientras tanto, somos débiles en actividades que poseen las características que el mercado paga mejor. Cuando se insiste en la importancia de invertir en conocimiento, capital humano, desarrollo tecnológico, innovación, diseño o marca, no se trata de tópicos: la evidencia empírica es concluyente en ese sentido. Los productos que incorporan esos ingredientes se valoran más en los mercados, se venden a precios mayores y permiten aprovechar más adecuadamente los recursos que los países desarrollados poseen con mayor abundancia: el capital humano, tecnológico y empresarial.

La estrategia de Lisboa propuesta por la UE apunta correctamente la dirección de los cambios para mejorar el ritmo y la calidad del crecimiento, basándolo más en factores que aportan conocimiento (más inspiración que transpiración o, si se prefiere, más clicks que bricks). En el caso valenciano esa es también la cuestión y el reto principal no es sólo mejorar los perfiles del capital humano y emprendedor que poseemos, sino aprovecharlo mejor. Para ello hemos de emplearlo cada vez más en actividades en las que pueda hacerse efectivo todo su potencial de generación de valor añadido.

El III Congreso de Economía Valenciana ha de servir para constatar la magnitud de los desafíos actuales y también la probada capacidad de respuesta del tejido productivo y social valenciano. Aunque el agua que pasa por el río no es nunca la misma, hay buenas razones para pensar que en próximas convocatorias del Congreso volveremos a comprobar que la economía valenciana ha respondido positivamente a los incentivos. Ahora se trata de conseguir que éstos apunten en la dirección adecuada.

Francisco Pérez es catedrático de la Universitat de València y director de investigación del Ivie.

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