Javier Egea o la belleza revolucionaria
Hace pocas semanas, Nelly Carmona -compañera sentimental de Javier Egea durante un tiempo- nos obsequió con una copia de un libro inédito e inconcluso del poeta titulado Réquiem. El libro, fechado en 1981, parece un alegato contra el dictador argentino Videla, en la misma línea que su libro Argentina 78. Porque para Egea los poetas viven con los ojos abiertos, ojos de denuncia ante cualquier injusticia o ante cualquier barbarie. Por eso él eligió ser poeta en la calle, poeta de su barrio y de su gente que lanzaba versos a los cuatro vientos, clamando contra el capital y la explotación diaria, contra la ignominia y la estulticia, contra los tiranos y los dictadores.
Como su admirado Rafael Alberti, Egea mantenía que la poesía es un género para ser llevado por plazas y mercados, por colegios y fábricas, por parques y jardines. Con ese mismo espíritu de trasladar la poesía a otros espacios, la Asociación Cultural del Diente de Oro -que este mes de diciembre cumple tres años- organiza una serie de recitales cada quince días en un escenario muy particular: la esquina de la barra de un bar. Javier Egea era un solitario, y en los bares los solitarios buscan las esquinas en sombra de las barras, ese rincón insuficiente de luz y siempre estratégicamente bien situado en el que el observador distraído, casi sin mover la cabeza, puede saber lo que sucede en cualquier rincón del local. Desde esta perspectiva surgió la idea de que cada poeta que nos visitara, integrado desde su llegada en el ambiente del bar y formando parte, pues, de su clientela, tomara asiento en un taburete situado en ese rincón de la poesía, de manera que nuestro compañero-a de barra de esa noche se transforme en poeta, y no al revés como suele suceder. Así nacieron las Vitolas del Anaïs, pequeños cuadernillos donde se recoge una breve muestra de la obra en curso del poeta invitado. Además, la Asociación creó una línea editorial que bajo el nombre La Isleta del Moro ha alcanzado sus primeros seis títulos. El que abrió la colección, como no podía ser de otro modo, consistió en un álbum homenaje a Egea titulado Un día feliz. Por otro lado, y contando con el patrocinio del Ayuntamiento de la ciudad, se creó un premio de poesía que lleva el nombre del poeta y del que se acaban de publicar las bases en su tercera convocatoria.
Para Javier Egea la belleza era revolucionaria, lo mismo que el amor. Su gran personalidad, así como su entrega y total dedicación a la poesía, es un buen ejemplo para las futuras generaciones.
Javier Benítez Laínez es presidente de la Asociación del Diente de Oro
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