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Columna
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Caprichitos

Tengo tres hijos como tres soles. El mayor se llama Chaves, como nuestro presidente, y es un muchacho muy responsable pero algo atolondrado. Al mediano, que todavía va en pantalones cortos aunque ya tiene bigote, le pusimos de nombre Zarrías, que es el patrón del recuento de votos. Más listo que el hambre. Al pequeño, que fue un descuido en Nochevieja, le hemos puesto Luis-Pizarro, y es la alegría de la casa, un crío muy alegre y dicharachero, que se entretiene con cualquier cosa. Ahora juega mucho con el estatuto. Da gloria oírle contar sus planes de reforma: vamos a pedir esto y vamos a pedir lo otro y vamos a modificar este punto y éste y éste y, macho, en cuanto se vayan mis padres nos vamos a tirar desde el techo de la Constitución, lo vamos a pasar chupi. Como decía la abuela: déjalos que alboroten; si dan guerra es que no están malos.

Yo me huelgo de ver a Luis-Pizarro disfrutar con este juego. Está el crío como loco. Hasta que se canse, claro. Los niños son así, se pasan meses con el mismo juego, y un buen día no vuelven a hacerle caso; lo meten en la caja, y ya no lo sacan cuando vienen amiguitos. Les pasó a nuestros dos mayores, a Chaves y a Zarrías. Hace unos años se pidieron a los Reyes Magos una segunda modernización de Andalucía, que es un juego muy entretenido. Es como el Monopoly pero en socialdemócrata. Desarrolla mucho la fantasía y la imaginación. Durante un montón de tiempo no jugaron a otra cosa. Tiraban los dados y salía cinco. Uno, dos, tres, cuatro y cinco: "Una Andalucía de Alta Velocidad, cohesionada y conectada con el mundo". ¡Me la compro! O salía tres. Uno, dos y tres: "Andalucía, nuevos derechos y nuevas prestaciones para todos". ¡Me la compro! Así todo el día. Tú les decías: ¡Chaves, Zarrías, venga, poneos los zapatos y vamos a mejorar de verdad las escuelas! Y ellos protestaban: ¡Sí, hombre, justo ahora, que nos estamos imaginando un montón de colegios con ordenadores y piscinas terapeúticas! Y así estuvieron mucho tiempo. Hasta que un buen día subieron a casa de los vecinos de arriba, que son catalanes, y los vieron jugar con el estatuto. Cuando bajaron, metieron la segunda modernización de Andalucía en el armario y no volvieron a jugar con ella. Ellos querían otro estatuto.

Al año siguiente se lo echaron los Reyes, y desde entonces no juegan a otra cosa. Chaves y Zarrías es lo primero que hacen cuando llegan del colegio bilingüe. Pero el que más se entretiene es Luis-Pizarro, que está todo el santo día montándolo y desmontándolo dentro de los límites de la Constitución. Yo, la verdad sea dicha, prefiero que jueguen con el estatuto a que se masturben o a que hagan botellón. Pero me asusta que no piensen en otra cosa. Algunas veces les digo: niños, ¿sabéis que en Andalucía viven 286.996 personas en situación de pobreza extrema? Pero ellos ni caso. Y otras veces los saco de paseo para que vean lo que queda del parque natural del Cabo de Gata, las urbanizaciones y los plásticos del levante, la destrucción de las marinas de Aguamarga, o los planes para La Fabriquilla, pero nada, no reaccionan.

Hasta que se cansen y les dé por otra cosa.

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