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Reportaje:

En tren Talgo a través de Kazajistán

Nursultán Nazarbáyev se prepara para dirigir el país durante otros siete años tras las elecciones presidenciales de hoy

Pilar Bonet

¿Qué tienen en común la película El Nómada y los trenes Talgo que cada noche recorren 1.200 kilómetros por la estepa, entre Almatí, la vieja capital de Kazajistán en el Sur, y Astaná, la nueva capital, en el Norte?

El Nómada, una fábula sobre las luchas de las tribus kazajas contra los mongoles, es una coproducción con Estados Unidos y Rusia en la que Kazajistán ha invertido 35 millones de dólares (unos 30 millones de euros) para darse a conocer en el mundo. Los Talgo, a su vez, reflejan la voluntad del presidente Nursultán Nazarbáyev de modernizar el transporte en un territorio que va del mar Caspio a las montañas del Altái y de Siberia a los desiertos de Asia Central.

En la película, los guerreros kazajos emparentados con Chinguiz Khan son encarnados por actores norteamericanos, la música es italiana, y el cámara, alemán. La cinta agota localidades y provoca debates sobre el uso de licencias históricas para forjar la conciencia nacional. El Nómada concluye con un mensaje de Nazarbáyev, a saber, que sólo "la unidad" de los kazajos en torno a un "caudillo" asegura "la integridad" y "la independencia".

Ninguna de las elecciones ha superado los criterios occidentales
La economía creció un 9,4% en 2004 y crecerá más de un 8% este año
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En lo que se refiere al Talgo, la línea Almatí-Astaná, que funciona desde 2003, no es Madrid-París, por el aislamiento térmico que reduce el espacio de los pasajeros (las temperaturas bajan a 40 grados bajo cero en invierno) y por las costumbres de los ferroviarios locales, que cobran aparte las sábanas. Sin embargo, por sus pasajeros, recuerda los trenes que unían Bonn y Berlín, cuando el funcionariado alemán viajaba entre la vieja y la nueva capital. Una plaza en coche cama cuesta un máximo de 16.000 tengues (cerca de 100 euros).

El Nómada y el Talgo sí tienen algo en común. Respectivamente, dan testimonio de la búsqueda de un pasado y un futuro por parte de un país de 15 millones de habitantes que nunca existió como Estado antes del fin de la Unión Soviética en 1991. En gran parte, el artífice de Kazajistán es Nazarbáyev, un antiguo líder comunista, de 65 años, que practica el autoritarismo político y el liberalismo económico.

En política, Nazarbáyev se desembarazó del Parlamento y creó otro a su medida, como Borís Yeltsin en Rusia, pero sin muertos. En economía, hizo reformas más radicales que Rusia en el sistema bancario, en la privatización (con participación extranjera) y en el sistema de pensiones. Éste se inspira en el sistema chileno, "pero es mejor aún", según Gregori Marchenko, ex director del Banco Central y uno de los artífices de la reforma. La sanidad y la educación son malas y hay más pobreza que en Rusia. Más del 60% de la población vivía con menos de 4,30 dólares (3,6 euros) al día en 2003, según datos del Banco Mundial.

Nazarbáyev compite hoy en unas elecciones presidenciales con otros cuatro candidatos, entre ellos el ex jefe del Parlamento, Zharmajánn Tuyakbay. Nadie duda de que el líder revalidará su cargo por siete años más, gracias a su prestigio, pero también gracias a la manipulación de los medios informativos y los abusos del poder imperantes en el mundo postsoviético hasta las revoluciones democratizadoras. Ninguna de las elecciones tanto parlamentarias como presidenciales celebradas hasta ahora en Kazajistán ha superado los criterios occidentales.

El presidente tiene retos importantes como impulsar la reforma, pese a los intereses creados, incluidos los de su propia familia, y realizar sus promesas de avanzar hacia la democracia. La economía creció un 9,4% en 2004 y crecerá más de un 8% este año. Tras las cifras, hay una élite organizada en clanes, que se reparten los sectores claves, al margen de su forma de propiedad. A cada una de las tres hijas de Nazarbáyev se le atribuye un sector de influencia. Dariga tiene su propio partido y un imperio de medios de comunicación y está casada con el viceministro de exteriores Raját Alíyev; Dinara es esposa de Timur Kulibáyev, un oligarca del sector petrolero, y Alia tiene intereses en la construcción. El sobrino del presidente, Kairat Satybaldy, es el número dos en la compañía de ferrocarriles local, que estos días vende los billetes del Talgo envueltos en propaganda electoral de Nazarbáyev.

Las ambiciones de Kazajistán tienen limites. Para el Talgo, que también cubre la ruta de 700 kilómetros desde Almatí a Chimkent, el freno ha sido Uzbekistán, que se opuso al paso por su territorio. Chimkent, una ciudad meridional en la ruta de la seda, es hoy fin de trayecto para un ferrocarril que ya tenía a China como meta al inaugurarse en 2001.

La política nacionalista de Kazajistán ha alterado las proporciones étnicas, pero la kazajización cultural no avanza al ritmo que desearía Seidimbek Slanuly, asesor científico de El Nómada. De 1989 a 1999, el porcentaje de kazajos en la población aumentó del 39,6% al 53,4%, y el de rusos bajó del 37,8% al 30%. En los pasaportes, además de la ciudadanía, consta la procedencia étnica de los titulares, y en la Administración estatal la etnia kazaja tiene una representación muy superior a su porcentaje demográfico. Kazajistán ayuda económicamente al retorno de los uralmani, los kazajos dispersos por otros países. De ellos, 200.000 han regresado, sobre todo de Mongolia.

El kazajo es hoy "lengua estatal", y el ruso, "lengua de comunicación interétnica". El profesor Slanuly cree que Nazarbáyev es "demasiado humano y flexible" en su política lingüística, sin embargo, le elogia por trasladar la capital al norte y por atajar así el separatismo entre los rusos de esa zona. Kazajistán, dice, debe "superar la colonización rusa" en su sistema educativo. "Somos los autores de la civilización nómada. La creamos antes de Cristo y la continuamos hasta que nos encerraron en granjas colectivas soviéticas en los años veinte del pasado siglo", señala.

El presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, en una fotografía de archivo.
El presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, en una fotografía de archivo.AP

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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