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Reportaje:HURACÁN EN AMÉRICA CENTRAL

Un inmenso cementerio en el lago Atitlán

El mal tiempo dificulta las tareas de rescate en el municipio de Santiago Atitlán, donde dos aldeas han sido sepultadas por el lodo

"No es más que inmenso cementerio. Nuestros hermanos han sido enterrados bajo una tonelada de barro. Necesitamos ayuda de emergencia", asegura con tristeza el alcalde de Santiago Atitlán, Diego Esquina, en la orilla de lago Atitlán, en cuyo municipio cientos de campesinos se encuentran desaparecidos.

A unos cientos de metros de allí, se puede distinguir una larga masa de barro que, al alba del pasado miércoles, se tragó las comunidades indígenas de Panabaj y Tzanchaj. "Aquí estamos de duelo y muy tristes. La situación es dramática, las dos comunidades no son más que un inmenso cementerio", prosigue el alcalde que expresa su impotencia ante la gestión del desastre por parte del Gobierno del presidente Óscar Berger.

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"El convoy con ayuda no llegó. Estoy desolado. Queremos que el presidente venga, como hizo cuando vino a pedir nuestros votos durante las elecciones", agrega. Santiago Atitlán, situado a 180 kilómetros al oeste de la capital guatemalteca, reagrupa unos 47.000 habitantes, indígenas de ascendencia en su mayoría, diseminados en torno al imponente lago Atitlán, sobre el que se alzan los volcanes de San Pedro, San Lucas Tolimán y Santiago.

Tras el paso del huracán Stan, los pueblos de Panabaj y Tzanchaj, situados al pie del San Lucas, fueron borrados del mapa el viernes por un torrente de barro, piedras. Los campesinos no tuvieron tiempo de huir. Hasta ayer sólo habían sido encontrados 70 cadáveres, muchos de ellos niños, que fueron enterrados inmediatamente en un cementerio cercano. "Hoy hemos suspendido la búsqueda de supervivientes. Llueve demasiado y el lugar es muy peligroso. No podemos arriesgarnos a perder más vidas", asegura el portavoz de los bomberos voluntarios, Mario Cruz.

Una semana después de que el huracán "Stan" empezara a golpear el territorio guatemalteco, sigue sin conocerse la auténtica dimensión de la tragedia. De acuerdo con la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), todavía se ignoran los datos de 118 de las 421 comunidades afectadas en todo el país. La destrucción de la red vial (un tercio de carreteras asfaltadas y la mitad de los caminos de tierra están impracticables), anula los esfuerzos de llevar auxilio a los damnificados. El ministro de Salud, Marco Tulio Sosa, advertía ayer del inminente peligro de epidemias, causadas por la contaminación provocada por los cientos de cadáveres insepultos, extremo que se agrava por horas.

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La vulnerabilidad de la región centroamericana ante este tipo de fenómenos se explica por el subdesarrollo que atenaza a las poblaciones afectadas. Las técnicas de cultivo de tala y roza y el uso de la leña para cocinar han sometido a los bosques y selvas guatemaltecas, consideradas hasta hace poco como el segundo pulmón de América después del Amazonas, a una deforestación imparable, lo que deja a los suelos muy desprotegidos ante fenómenos como las lluvias torrenciales.

Según el Ministerio de Agricultura, 30.000 kilómetros cuadrados, la tercera parte del territorio guatemalteco, están anegados, con pérdidas que se calculan, provisionalmente, en unos 1.600 millones de euros.

Un grupo de mayas guatemaltecos se cubren el rostro ante el hedor en Panabaj.
Un grupo de mayas guatemaltecos se cubren el rostro ante el hedor en Panabaj.

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