Morante se inspira

Morante se inspiró en el tercero, segundo de su lote. Fue una de esas faenas llamativas. De las que entran por los ojos y se cuelan directas al alma. De mucha estética. De gran ceremonia. De soluciones geniales, como aquel molinete belmontino con el que resolvió un trance que parecía apurado. Ligada a medias, como suelen ser estos trabajos. Y, sobre todo, de enorme eco en un tendido rendido al torero nada más abrirse de capa con su primero. Morante jugó con todo eso. Con el ambiente a favor, con la psicosis creada en torno a su sola presencia. Jugó y lo aprovechó a la manera que lo hacen los toreros de tan acusada personalidad. Ante él, un bien armado toro de Núñez del Cuvillo, el mejor con diferencia del resto, que tuvo mucho aire en varas y banderillas, y una pronta y alegre embestida en la muleta. Toro ideal para torero tan singular. Los golpes de inspiración aderezaron una faena que tuvo en la mano izquierda sus momentos más contundentes. Mano baja y gran lentitud en cada natural. El resto, pinceladas hermosas. Con el toro venido a menos y la faena cortada en varios pasajes, a Morante se le escaparon los trofeos con el descabello. Sólo en este toro hubo un conato de competencia en quites. El Juli, por vistosas caleserinas; Morante, por clásicas y enganchadas verónicas y el remate de una bella media.

El resto de la corrida contó muchísimo menos. Morante se esforzó con el sobrero de Fuente Ymbroa. Muy trabajada esa faena, con menos gotas de genialidad. Y no se confió con el flojo de Algarra. Para El Juli tres deslucidos toros. Insistente en todos, no logró romper la psicosis morantista que pareció pesarle.