Olfateando la muerte
Equipos caninos especializados detectan más de un centenar de cebos envenenados
A finales del pasado septiembre, el Juzgado de lo Penal número 3 de Jaén condenó a tres de los seis encausados por delitos relacionados con el uso de cebos envenenados en el coto de caza Santa Ana, en Torredelcampo. En una sentencia poco frecuente, el guarda del coto, uno de los socios de la explotación cinegética y uno de los vocales de su Junta Directiva eran condenados a tres meses de cárcel, por un delito contra la fauna, y seis meses de multa por un delito de daños al haber causado la muerte a tres perros de pastores.
Este es un caso inusual, porque no es fácil identificar a los autores de este tipo de delitos y menos frecuente aún es sorprenderlos in fraganti. Pero incluso cuando se da alguna de estas dos circunstancias, tampoco es fácil que un juez imponga penas de cárcel, aún cuando, desde 1995, el Código Penal tipifica el uso de cebos envenenados como delito de mera actividad, es decir, sancionado con independencia de los daños que se hayan producido. Como lamentan los responsables del Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (WWF-Adena), en una década "las condenas firmes a los envenenadores no sobrepasan, en todo el país,la veintena, mientras que el número de incidentes con cebos envenenados, de los que se tenga constancia y que hayan sido denunciados, es de varios miles".
Entre 1990 y 2001 se anotaron en España, y de acuerdo a los datos recopilados por WWF-Adena, más de 2.100 episodios de envenenamiento, afectando a especies silvestres tan amenazadas como el águila imperial, el alimoche o el buitre negro. Por comunidades autónomas, este balance lo lidera Andalucía, con 879 episodios, aunque en gran medida esta cifra está condicionada por un notable esfuerzo de vigilancia y detección, algo que no ocurre en otras regiones. De hecho, existe una estrategia andaluza para el control de los venenos que, coordinada por la Consejería de Medio Ambiente, implica la colaboración de otras consejerías (Agricultura, Gobernación y Justicia), Guardia Civil, Federación Andaluza de Caza, sindicatos ganaderos y organizaciones ecologistas.
Perros entrenados
Quizá una de las herramientas más novedosas que se han puesto en marcha gracias a esta estrategia sea la de los equipos caninos especializados. En agosto de 2004 se inició el entrenamiento de 15 perros para que fueran capaces de detectar las sustancias que, con mayor frecuencia, se utilizan en la elaboración de los cebos envenenados. De esta manera pueden rastrearse, con notable eficacia, aquellas zonas en donde estas prácticas delictivas vienen siendo frecuentes, facilitando el acopio de las necesarias pruebas y generando, además, un valioso efecto disuasorio.
Las inspecciones, aún cuando algunos de los perros siguen en periodo de formación, se iniciaron a finales de diciembre de 2004. En los primeros ocho meses de actividad, repartida por toda Andalucía, los equipos caninos han sido capaces de localizar 166 cebos envenenados, además de una treintena de animales muertos a consecuencia de estas trampas y repartidos entre 17 especies faunísticas diferentes. Gatos y perros (domésticos o asilvestrados), zorros y ginetas, son las víctimas más numerosas.
A diferencia de lo que ocurría hace dos décadas, cuando la estricnina era el veneno que con mayor frecuencia se encontraba en los cebos, en la actualidad se suelen emplear productos fitosanitarios altamente tóxicos, cuya adquisición no plantea demasiados problemas al ser de uso, más o menos común, en tareas agrícolas.
En la mayoría de los casos se trata de sustancias incluidas en la familia de los carbamatos o en la de los organofosforados, como el aldicarb, el carbofurano, el metomilo o el dimetoato. Como reconoce la propia Consejería de Medio Ambiente, "en algunos casos se han encontrado en los cebos concentraciones de estas sustancias hasta 1.500 veces superiores a la dosis letal requerida para envenenar a cualquier especie de fauna silvestre". Esta circunstancia, unida al uso de algunos alimentos (embutidos, magdalenas, salchichas) como cebo en el que depositar los tóxicos, supone, además, un grave riesgo potencial para la salud de las personas.
Los equipos caninos han sido adiestrados para localizar, justamente, este tipo de sustancias, que con mayor precisión se identifican, una vez retirado el cebo, en el Centro de Análisis y Diagnóstico de la Fauna Silvestre de Andalucía (CAD), ubicado en San Jerónimo (Sevilla). Gracias a las inspecciones, los datos recopilados por este laboratorio y la información que también se genera en los centros de recuperación de especies amenazadas, ha sido posible elaborar un mapa donde ubicar aquellos municipios en los que, entre 2001 y 2004, se haya certificado, al menos, un caso de envenenamiento. En total son más de 200 municipios, lo que da idea de la extensión dela extensión del problema.
Sobre el mapa
El mapa de los cebos envenenados revela cómo este problema está presente en toda Andalucía. De acuerdo a los datos recopilados por la Consejería de Medio Ambiente en el periodo 2001-2004, los episodios de envenenamiento, a escala regional, superan, con holgura, los 400. A la cabeza de este balance se sitúa la provincia de Sevilla con 82 episodio, seguida de Málaga (79), Jaén (60), Córdoba (52), Granada (51), Cádiz (49), Almería (43) y Huelva (28). Pos municipios, destacan los de Ronda (Málaga, 14 episodios), Priego de Córdoba (14), Villamanrique de la Condesa (Sevilla, 9), Écija (Sevilla, 8), Alanís (Sevilla, 8), Coín (Málaga, 8).
A juicio de Ecologistas en Acción, "resulta especialmente preocupante la consolidación de esta práctica ilegal en determinadas comarcas ya que, por ejemplo, se confirma la existencia permanente de envenenadores en las serranías de Ronda y Antequera". También hay provincias, como Granada, "donde esta práctica ilegal se reparte por todo el territorio, mientras que en otras, como Córdoba, las áreas calientes se localizan en parques naturales, en este caso el de Hornachuelos y el de las Subbéticas".
Estos delitos también tienen un claro reparto estacional. Revisando las estadísticas de los últimos 12 años, los ecologistas aseguran que "desde mediados de febrero hasta mediados de junio se concentra más del 70 % de las muertes anuales conocidas, de aves y mamíferos, por el uso de métodos no selectivos de caza, ya sean cebos envenenados, lazos, cepos o cajas-trampa". Durante 2005, la actividad de los equipos caninos se ha concentrado, justamente, en esos meses, ya que de las 55 inspecciones realizadas, 35 se llevaron a cabo entre marzo y junio.
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