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Un estudio genético revela que el cerebro humano aún sigue evolucionando

Dos mutaciones ventajosas coincidieron con las revoluciones paleolítica y neolítica

Javier Sampedro

El consenso científico es que la evolución biológica se detuvo con la aparición del Homo sapiens, hace unos 100.000 años, para dejar paso a la evolución cultural. Pero Bruce Lahn, de la Universidad de Chicago, ha descubierto dos mutaciones que contradicen esa idea. Ambas alteraron genes del desarrollo cerebral, y ambas fueron ventajosas para sus portadores, puesto que se extendieron con rapidez por la población humana. La primera surgió hace 37.000 años, en la época del salto cultural del paleolítico superior, y la segunda hace 6.000, en plena revolución neolítica.

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"La evolución cultural puede estar conectada con la genética"

El motor de la evolución descubierto por Darwin, la selección natural, se basa en la reproducción diferencial de los individuos cuyos genes están mejor adaptados al entorno local. El consenso científico es que ese motor impulsó el espectacular crecimiento del cerebro de los homínidos, pero que dejó de hacerlo cuando surgió el Homo sapiens, cuya supervivencia y reproducción dependen menos de los genes que de los factores socioculturales.

Un Homo sapiens afortunado puede nacer con una mutación que mejore su cerebro, pero no se reproducirá más por ello, y por tanto la mutación no se extenderá por la población. De ahí el consenso actual: la cultura detiene la evolución cerebral.

Lahn lleva tiempo estudiando dos genes (Microcephalin y ASPM) esenciales para el desarrollo cerebral. La inactivación de cualquiera de ellos causa microcefalia, una malformación congénita que reduce el cerebro de su tamaño normal (entre 1.200 y 1.600 centímetros cúbicos) al típico de un chimpancé (400 centímetros cúbicos).

El investigador ya publicó el año pasado que esos genes fueron importantes en la evolución de los homínidos, pero hoy demuestra en Science que también lo han sido en nuestra especie.

Cuando una mutación ventajosa se ha propagado con rapidez en el pasado, deja muchos rastros genéticos que se pueden detectar en las personas actuales. Por ejemplo, el gen Microcephalin y sus aledaños cromosómicos pueden adoptar 86 configuraciones distintas, pero la mutación que surgió hace 37.000 años se propagó de tal forma que ahora está presente en el 70% de la población mundial.

El paleontólogo Richard Klein, de la Universidad de Stanford, ha sostenido durante décadas, y en solitario, que las grandes innovaciones culturales iniciadas hace 40.000 años (herramientas avanzadas, diseños flexibles, arte simbólico) se debían a una mutación. Ayer comentó a EL PAÍS: "Lahn muestra de forma convincente que una mutación surgida en esa época se propagó con rapidez, pero si esa mutación hubiera sido ventajosa por aumentar la capacidad intelectual, yo creo que su frecuencia actual debería ser el 100% en todo el planeta. No creo que el gen Microcephalin esté detrás de la diáspora que propagó a la humanidad moderna por el mundo".

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