Cronista: duro oficio
Ayer, me hice el propósito de madrugar. En lugar de dormitar frente al ordenador, salí a la calle y me puse a andar camino de La Florida, donde descansan las estatuas del escritor Aldecoa y el explorador Iradier, además de los reyes godos que sobraron de la lista. Estaba dispuesto a contar cuanto viesen mis ojos, á la maniére de Perec; Georges no el rumbero catalán. Bajé, pues, hasta el paseo Cervantes y al llegar al Prado -donde gozaban los críos, roncaban jóvenes con resaca y algún abuelo expulsado de casa- entré en el único bar abierto a hojear los papeles. Pedí un crianza con pincho y me dije que, puestos a anotar cuanto viesen mis ojos, lo mismo daba sentarme en la terraza que en un banco del parque. Al tercer rioja (11.45), me percaté de que empezaba a ver mal -debía de haberme desayunado el estofado del día anterior- y opté por regresar a casa. Había que asegurar la última crónica. Me puse a aporrear las teclas, pero caí frito, hasta el aperitivo.
Disfrutamos de una ciudad bonita, pero ensimismada, con calidad de vida y corta mirada
Decidí dar otra vuelta para darle "color festivo" a la colaboración, pero nada, nada de nada. Apenas había gente por la calle, los bares estaban cerrados y sólo algunos vecinos se movían por las aceras... Por fin, un garito abierto. "En lugar de uno, tomaré dos", rumié; más el tercero con el de "invita la casa, que mañana cerramos por vacaciones". Con buen ánimo, el cigarro en la boca, y dispuesto a escribir la crónica. Tan sólo me faltaba el tema. Y no tenía ("duro oficio, el de cronista", me lo dijo Pérez, que estuvo en Mallorca).
Bueno, asuntos siempre hay varios, pero son de recambio: dónde veranean nuestros políticos; qué pasa con los cocodrilos de nuestros embalses; ese perro que bebe cerveza, como el de Anatomía de un asesinato, una de Preminger, sólo que el que conozco no se marea luego de lamerla, como hacía el de la película de Otto, sino que hace como que baila un aurresku, que para algo su dueño potea en el batzoki... Pero me resistía a echar mano de esos temas. Lo que me hubiera gustado es ofrecerles una visión exhaustiva sobre los espectáculos que nos programan o las gentes famosas que nos visitan, pero me temo que la competencia ya lo ha dicho casi todo y sonaría a tópico patatero, a refrito encebollado. Y, mientras, el Glorioso Deportivo, el Alavés de Piterman en California, enfrentándose al Earthquakes de San José. Ay, si Diego de Borica (ex gobernador de aquellas tierras) o el misionero fray Fermín Francisco de Lasuén levantaran la cabeza.
Quedan los libros. Mi suegra, que sabe de mi afición a leer "cosas raras", como ella dice, me sugiere que escriba sobre ellos. He releído una semblanza de Gustavo de Maeztu escrita por Estanislao María de Aguirre en los años veinte, y me doy cuenta de que esta ciudad ya no tiene nada que ver con aquella "rociada de rancho y de agua bendita". Ahora disfrutamos de una ciudad bonita, pero ensimismada, con calidad de vida y corta mirada, de gentes variadas que además de fiestas patronales, sueñan con vacaciones pagadas. Aquí o más allá... Que el tipo del bombo es muy canso.
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