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Reportaje:

Palau en el Palau

El poeta solitario y rebelde se emocionó en el homenaje que se le rindió en un Palau de la Música abarrotado

El homenaje a Josep Palau i Fabre celebrado en el Palau de la Música abrió el martes por la noche el certamen Barcelona Poesia 2005, que se cerrará el próximo miércoles en el mismo lugar con el Festival Internacional de Barcelona.

Palau al Palau (el juego de palabras era una tentación irresistible) reunió a poetas, músicos, actores y bailarines en un espectáculo tan poliédrico como la obra de este autor, que, además de narrador y ensayista, actor y dramaturgo, editor y traductor, es uno de los especialistas y coleccionistas de Picasso más importantes del mundo. La entrada de Palau i Fabre (1917) fue emocionante, con el público de pie y entregado en una ovación. La tribu rendía su tributo al poeta catalán más anciano, quizá el último superviviente, con Teresa Pàmies y Carles Sentís, de una generación de escritores que vivieron la Guerra Civil como adultos.

Solitario y rebelde, Palau se exilió voluntariamente a París en 1946. Entonces ya había escrito La sabata, un poema de una sinceridad descarnada que Alfonso Vilallonga recitó muy bien el martes acompañándose del piano. En La sabata el poeta comparaba una prostituta a un viejo zapato y decía: "Quiero que se percaten mis parientas y amigas: / Josep Palau no es un ángel ni es un chico modelo". El poema ya cayó muy mal entonces entre los círculos conservadores y ha sido la puntilla con la que Palau ha mantenido hasta hoy su espíritu rebelde.

Joan de Sagarra recordó en el homenaje que su padre fue uno de los pocos amigos que en 1946 fueron a despedir a Palau. "Espero que ahora no se nos haga comunista", dijo Josep Maria de Sagarra al ver salir el tren de la estación de Francia. Víctor Pi, un actor que tiene una fisonomía idéntica a la del joven Palau, dramatizó el momento en que el poeta, después de llegar a París, visita a Picasso y éste lo recibe en su estudio con un calor inesperado.

Su pasión por Picasso marcaría toda su vida. Julià Guillamon señaló en su glosa: "Palau i Fabre se ha identificado siempre con personajes singulares, héroes individualistas que han emprendido en solitario la lucha contra el mundo, desde el hombre de las cavernas hasta el eremita". Sobresale su interés por el alquimista (que explica su devoción por Ramon Llull), el genio (Picasso) y el alienado (Artaud). Fausto y Don Juan son dos figuras opuestas que también han fascinado a Palau. Si Fausto pretende reducir la experiencia a puro conocimiento, Don Juan sufre la tentación contraria: reducir todo el conocimiento a experiencia.

Palau al Palau fue coordinado por Jordi Coca y contó con aportaciones entrañables, aunque desiguales, como es inevitable en este tipo de homenajes. Hubo lecturas de poemas de Palau y de sus poetas preferidos a cargo de amigos y compañeros. Sobre una pantalla se proyectaron imágenes de una escena violenta de Le salaire de la peur, en la que Palau ejercía su buen revés de manera sorprendente. También se proyectaron palabras de cariño de varias personalidades grabadas sobre un fondo amarillo (que recordaba los anuncios electorales de ERC), entre las que destacó la sincera disculpa del director Joan Ollé, que pidió perdón a Palau por no haber hecho nada con su teatro.

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Emocionante y aplaudida fue la coreografía Jardí tancat, a cargo del grupo IT Dansa, y la intervención de los cantautores Ramon Muntaner, que rompía un silencio de años, de Maria del Mar Bonet, que cantó con su pulcritud habitual un poema del homenajeado, Jo em donaria a qui em volgués. Al final, Palau subió al escenario en silla de ruedas para dar las gracias y recitar de memoria versos de Rimbaud, Lorca y su propio Cant espiritual, que en versión castellana del mismo autor empieza así: "No creo en ti, Señor, pero tengo tanta necesidad de creer en ti, que a menudo hablo y te imploro como si existieras".

Al final otra ovación, con un Palau (en el doble sentido de la palabra) emocionado y todos los participantes aplaudiéndole también sobre el escenario. No hubo necesidad de salvas a la patria ni del Cant dels segadors mientras el joven poeta Manuel Forcano, símbolo de un relevo generacional asegurado, conducía a Palau en su silla de ruedas fuera del escenario. Aquí no se rinde nadie.

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