Exclusiones
Una de las peores herencias políticas legadas por el aznarato, y son varias, ha sido el enconamiento de la cuestión vasca, que a medio plazo no parece tener visos de solución. Es verdad que la famosa firmeza antiterrorista del régimen de Aznar contribuyó a hacer irreversible el declive de ETA, iniciado en 1992 con la caída de Bidart. Pero su explotación populista de cara al electorado español, que incluyó la designación del PNV como principal enemigo encubridor, tuvo unos efectos perversos muy desgraciados. Ante todo, hizo el juego a la estrategia de los terroristas, pues logró separar a las élites española y vasca para enfrentarlas entre sí con beligerante agresividad. Pero además alienó de forma progresiva a un electorado vasco que cada vez se sintió más amenazado por la hostilidad de Madrid, abrigando en consecuencia sentimientos de exclusión que facilitaron la tarea de la propaganda secesionista, como pudo verse en los comicios de 2001.
A todo lo cual se vino a añadir la criminalización del brazo político de ETA, excluyéndole de la representación electoral mediante la nueva Ley de Partidos suscrita por el PSOE tras el Pacto Antiterrorista firmado con el Gobierno de Aznar. Es verdad que el pacto tenía la virtud de enviar a ETA el mensaje inequívoco de que ya no podría dividir en su beneficio a los dos grandes partidos que se alternan en el poder del Estado. Pero la ley anti-Batasuna quizá fue innecesaria e inoportuna en tanto que demasiado tardía, pues para entonces ETA ya se daba por vencida y lo único que se consiguió fue retrasar su desmilitarización, debilitando a los líderes civiles que, como Gerry Adams en Irlanda, hubieran podido facilitar su retirada. Además, por benéficos que a corto plazo parezcan los efectos de esa ley excluyente, sus efectos a largo plazo bien podrían llegar a resultar mucho más perniciosos, en la medida en que hagan crecer entre los vascos la sensación de sentirse excluidos del sistema político español. Por eso, como aquella ley fue una medida de excepción, cuanto antes desaparezca, mejor.
Pero la miope ley anti-Batasuna continúa vigente, y por eso los tribunales se han visto obligados a poner la mayoría absoluta al alcance del PNV en las elecciones del 17 de abril. Y esto el lehendakari no lo merece de ningún modo, pues las razones para castigarle electoralmente son muy sólidas. Su aciago plan Ibarretxe es un lamentable artefacto incivil y chapucero que carece de cualquier viabilidad jurídica. En su pasado trámite parlamentario, sólo pudo sacarlo adelante con el apoyo de Batasuna, en contra de lo que había prometido. Y luego fue rechazado por el legislativo español, sufriendo una abultada derrota que tendría que haber sido asumida por Ibarretxe presentando su dimisión. Pero en lugar de eso, haciendo gala de una falaz estolidez vuelve a presentarse a los nuevos comicios vascos, amenazando con imponer de facto el mismo proyecto fracasado contra la legalidad en vigor, si es reelegido por una mayoría suficiente. Ante tanta prevaricación, lo racional sería que el electorado vasco le retirarse su confianza. Pero no parece que vaya a ser así, pues los ciudadanos vascos desconfían mucho más de Madrid que de Ibarretxe, al que ven como un fiable escudo protector contra la exclusión que creen sufrir a manos españolas.
¿Qué puede pasar el 17 de abril? Dentro de lo posible, lo más deseable sería una victoria insuficiente del PNV, pero con una mayoría tan escasa que, al no bastarle con los escaños de Madrazo, estuviera obligado a pactar con el PSE de López. Pero si esto es lo más deseable, también es lo más improbable, a juzgar por unas encuestas que pronostican una mayoría suficiente del PNV sólo necesitada del concurso de Izquierda Unida. Pero si esto es lo más probable, también es lo más indeseable, pues estaríamos ante un agravamiento de la bloqueada legislatura anterior. De modo que, para salir del impasse, casi sería mejor que la victoria de Ibarretxe se produjera por mayoría absoluta. Pues así, al no necesitar a Madrazo, estaría en disposición de alcanzar un acuerdo por consenso con los socialistas vascos de López.
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