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Reportaje:

Lo que creen los científicos

Cien investigadores responden a la pregunta "¿En qué cree usted aunque no pueda probarlo?"

Javier Sampedro

John Brockman, escritor, editor y animador cultural de la élite científica, ha formulado a un centenar de investigadores la pregunta: "¿En qué cree usted aunque no pueda probarlo?". Las respuestas ya están colgadas en su revista electrónica Edge (www.edge.org), y tienen un morbo indudable: son justo las ideas que los científicos no pueden confesar en sus publicaciones técnicas.

Desde el Big Bang, la materia se ha ido organizando en partículas, átomos, estrellas, planetas, moléculas orgánicas y (al menos en la Tierra) bacterias, animales y cerebros conscientes. Eso es lo que los científicos consideran probado. Pero sus creencias no probadas cuentan otra historia, o muchas otras.

Martin Rees: "La vida inteligente es exclusiva de la Tierra, pero se extenderá por toda la galaxia"
Lynn Margulis: "Todos los sentidos humanos proceden de una bacteria llamada espiroqueta"
Craig Venter: "La vida en nuestro planeta ha evolucionado a partir de microbios llegados del espacio"
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El 'homo floresiensis' era un ser inteligente pese a su reducido cerebro

"Dudo que el Big Bang sea el principio del tiempo; tengo la fuerte sospecha de que nuestra historia se extiende mucho más atrás", escribe en Edge el físico teórico Lee Smolin. No puede probarlo, pero lo cree. Como cree su colega Lawrence Krauss, también sin pruebas, que "hay un número enorme, tal vez infinito de universos, y algunos pueden estar experimentando Big Bangs en este momento".

Einstein dijo que "Dios no juega a los dados", pero Alexander Vilenkin cree que jugaba demasiado: "Hay buenas razones para pensar que el universo es infinito, luego ha de haber infinitas regiones con historias idénticas a la nuestra". Gregory Benford prefiere creer en una gran cadena ontológica: "Si los seres vivos pueden crear nuevos universos con mejores leyes, nosotros somos una consecuencia inevitable del universo, un eco de inteligencias anteriores que eligieron deliberadamente crear un orden más sostenible".

He aquí lo que cree Craig Venter, el ex contendiente privado en la carrera del genoma: "La vida en la Tierra es con toda probabilidad el resultado de un suceso panespérmico". En la jerga, eso quiere decir que no surgió aquí, sino que llegó del espacio exterior. Venter ha estado últimamente secuenciando los genes de miles de organismos desconocidos y ha concluido que "un número finito de temas se usan una y otra vez y podrían fácilmente haber evolucionado a partir de unos pocos microbios llegados en un meteorito o en el polvo galáctico".

El físico Paul Davies también cree que la vida bulle en el universo, aunque por razones más bien místicas: "La vida es capaz de conectarse con los mecanismos básicos del cosmos, de resonar con el orden matemático oculto que lo hace funcionar".

Pero, si el universo existe para que haya matemáticos que lo entiendan, ¿quién garantiza que la evolución produzca matemáticos? La bióloga Lynn Margulis aporta una idea: que todos los sentidos humanos provienen de una bacteria llamada espiroqueta. Es la parte de su teoría simbiótica de la evolución que (todavía) no ha podido demostrar.

El lingüista John McWhorter ha hallado en una isla de Indonesia los dos lenguajes más simples del mundo, el Keo y el Ngada. Carecen de prefijos, sufijos, tonos y otras complicaciones. La isla se llama Flores. Hace unos meses, cuando McWhorter leyó sobre el diminuto Homo floresiensis, no pudo evitar que le asaltara una creencia: que los humanos de la isla habían simplificado su lenguaje para entenderse con los hobbits. No ha podido probarlo, pero lo cree.

"Creo que la vida inteligente es exclusiva de la Tierra, pero que tiene el potencial de extenderse por toda la galaxia", afirma el cosmólogo Martin Rees. "La idea es un sustituto de la religión, y espero que sea cierta".

¿Significa lo mismo el verbo creer para científicos y creyentes? Este diario le planteó la pregunta a Brockman, y él se la rebotó a cinco estrellas de su elenco. He aquí sus respuestas.

"No", responde el filósofo Daniel Dennett, de la Universidad de Tufts. "Los científicos pueden apoyarse en fórmulas que no comprenden si se convencen de que otros expertos las comprenden. Los creyentes se proclaman incapaces de comprender aquello que creen".

"Los científicos comparten la creencia de Einstein de que 'la naturaleza es sutil pero no maliciosa', y de que podemos usar nuestro poder de razonamiento para descubrir pautas y leyes en el mundo", añade Martin Rees, el Astrónomo Real del Reino Unido. "Pero algunos añaden creencias más peculiares, por ejemplo que las leyes naturales han sido diseñadas por un Creador, o que no podemos comprender la consciencia".

"Yo diría que, en general, el científico dice creo que en el sentido de pienso que, y no en el sentido de tengo fe en", puntualiza el gran evolucionista Robert Trivers, de la Universidad de Rutgers.

Y, curiosamente, dos de los más brillantes psicólogos del mundo discrepan entre sí:

"De ningún modo significa lo mismo", dice Steven Pinker, de Harvard. "En el lenguaje ordinario creer puede significar 'albergar un pensamiento' o 'tener fe en algo'. La primera acepción se usa en vez de saber cuando el hablante tiene dudas".

"No es tan diferente", opina Nicholas Humphrey, de la London School of Economics. "Decir creo es admitir que los fundamentos de la creencia son emocionales además de racionales, que la creencia suena bien estética, moral e incluso espiritualmente. Pero la gran diferencia es que el científico la ve como un desafío para seguir adelante, y el religioso como una señal de que ya ha llegado".

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