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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El alegre oficio de pensar

De vez en cuando, un profesional académico de la filosofía se permite aliviarse el corsé de los altos estudios y practica lo que podríamos llamar un pensar "asilvestrado" sobre asuntos cotidianos que interesan a cualquier profano cuyo encefalograma no coincida con la línea recta de la vulgaridad mediática vigente. El experimento no siempre obtiene felices resultados. A veces ocurre como cuando un famoso tenor se empeña en cantar tangos o rancheras: su voz está ya tan operísticamente impostada que aplasta tonante la gracia más pícara o popular del género chico. Sin embargo en las mejores ocasiones o sea si el autor no es pedante ni enfático, su preparación en la gran tradición filosófica le permite despertar por medio de la observación del día a día una insólita riqueza de sugerencias que ayudarán al lector en su propia tarea reflexiva. Porque nadie puede pensar por otro, pero hay quien sabe ayudar a pensar a los demás...

NI IMPACIENTE NI ABSOLUTO

Mariano Peñalver

Fundación José Manuel Lara

Sevilla, 2004

249 páginas. 16 euros

Este último es por fortuna el caso de este verdaderamente estimulante libro de Mariano Peñalver, galardonado con el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos de 2004. El profesor Peñalver fue el primer rector por elección de la Universidad de Cádiz, donde ha enseñado durante mucho tiempo filosofía y en la actualidad sigue haciéndolo como profesor emérito. Su especialidad académica es el pensamiento francés moderno y contemporáneo de Voltaire a Jacques Derrida y se le considera uno de los introductores de la corriente hermenéutica en España. Quizá no sea una efusión meramente subjetiva añadir que, en un medio profesional en el que las figuras intelectualmente relevantes suelen despertar en el terreno humano cierta fobia y los que son más entrañables no gozan del mayor prestigio como sabios, Mariano Peñalver es incluso entre sus colegas juntamente querido y admirado. Si no recuerdo mal, Platón recomendó en su momento un ideal semejante...

Ni impaciente ni absoluto,

un título que proviene de una caracterización de Nietzsche para su Zaratustra, sigue con fortuna el ejemplo machadiano del Juan de Mairena, no sólo en su metodología sino también en su talante rico en humor y gozo reflexivo. Admite por igual la teoría mínima pero lo suficientemente razonada como para convertirse en semilla de una indagación posterior, el aforismo, el comentario o la cita intencionada y bien ubicada del dictamen ajeno, incluso la noticia de lo memorable que no suele ser rememorado (ejemplo de esta última especie: "El católico Gobierno de Vichy preguntó al Vaticano si no se oponía a las medidas contra los judíos: 'No, con tal de que se apliquen con justicia y caridad', fue la respuesta de Roma").

Sin alzar la voz pero sin declinar la mente, el profesor Peñalver habla del saber y de la enseñanza, del poder, de la violencia, del arte y del placer, del deber, de Dios y de la muerte

... Casi no hay página de este agudo prontuario que no convide al lector a cerrar un momento el libro en su regazo y quedarse dando vueltas por sí mismo a la sugerencia recibida del autor. Algunas son inagotables en su exigencia: "Si algún hombre merece morir, toda violencia está justificada". Otras alumbran nuestra perplejidad política más que cien editoriales o tertulias: "Lo que hoy se frustra en la ideología de derechas es el discurso. Lo que se frustra en la ideología de izquierdas es la práctica". De vez en cuando, plantea con envidiable nitidez la tarea principal que urge a nuestro ambiguo gremio: "La oscuridad que inquieta al filósofo no es la del no saber sino la del no comprender. Y el no comprender no es ignorar el nombre de las cosas sino no comprender su sentido".

Algún atisbo irónico hay también de la raíz de buena parte de nuestros males. Por ejemplo cuando menciona este dictamen leído en las pruebas de aptitud para ingreso en la Universidad en junio de 1990: "Platón, que era judío, estudió en la escuela de Sócrates quien, denunciado por los padres de alumnos, fue condenado a muerte por corrupción de menores". Y uno piensa melancólicamente que quizá los maestros necesarios como Mariano Peñalver llegan muchas veces demasiado tarde...

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