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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Gracias, señor juez

Serrano Puértolas. Su nombre no se me despinta. Su segundo apellido es el primero mío. Ni su aspecto cuando me interrogó como acusada. No creía lo que le contaba, ni lo que acababan de decir y dirían otros siete inculpados conmigo.

Fuimos detenidos (verano del 68) en Burgos mientras buscábamos un lugar para comer y hablar. No sé si nos seguían o nos encontraron por casualidad. El hecho es que algunos teníamos lo que se llamaba entonces antecedentes policiales, y fuimos trasladados a una comisaría de la ciudad. Sin explicación, como era habitual.

Al caer la noche, fuimos trasladados en distintos coches, de dos en dos, a un destino que desconocíamos, amedrentados y confusos, entre esas amenazas de "te voy a dar el paseíllo" tan de costumbre y de muchísimo susto. El destino fue San Sebastián, que se encontraba (pocos días después del atentando contra el inspector Manzanas) en estado de excepción. Pasamos unos días interminables en los calabozos del Gobierno Civil, abarrotados en esos días por desgracia no tan excepcionales.

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Pasó deprisa por esos días horribles de subidas y bajadas, de interrogatorios permanentes, de calabozos a rebosar, de miedo y de amenazas constantes (algunas realizadas). El caso es que después de unas semanas largas pasamos a la prisión de Martutene. Los ocho. Parecía que estábamos acusados de asociación ilícita y de reunión más ilícita todavía por las calles de Burgos.

A los cuatro o cinco días de estar en Martutene nos llevaron a declarar al juez. Sucios, un tanto malolientes, asustados (yo tenía entonces 22 años y mis compañeros los rondaban), nos encontramos ante el juez Serrano Puértolas. Su indignación al oír los hechos que le fuimos uno a uno relatando fue evidente. Nos habían, me dijo abiertamente, trasladado de un territorio con una jurisdicción (la normal: detención de 72 horas, etcétera) a otro territorio de jurisdicción excepcional (suspensión de ¿garantías?). El caso es que nos puso inmediatamente en la calle. Y nos aseguró que iba a presentar una denuncia por ese traslado ilegal. Así, todo de seguido y de golpe.

Ese juez era Serrano Puértolas. El caso nunca fue a parar al Tribunal de Orden Público, simplemente desapareció. He visto la necrológica de nuestro juez salvador y justiciero. Gracias, señor juez. En nombre mío y de los siete restantes.

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