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Columna
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Tacones lejanos

Las películas de Pedro Almodóvar suelen mejorar con el tiempo, cuando se vuelven a ver sin apriorismos. Y es que ante cada estreno de "la última de Almodóvar" hay expectativas tan diversas como número de espectadores. Cada cual espera reconocer en la nueva película la imagen personal que se ha hecho del autor. Cada uno tiene en la cabeza su propio Almodóvar, pero éste prefiere sorprender con aventuras cinematográficas dispares, descolocando a sus seguidores. En este sentido, quizás haya sido Tacones lejanos (1991) la que más sorprendió, al tratarse de un melodrama limpio y duro, lejos de las comedias de humor que tanto éxito le habían dado hasta entonces.

Pero, ojo, que se trata de un melodrama de Almodóvar, es decir, de una visión personal e intransferible del mundo de los sentimientos mezclada con un jocoso sentido de la parodia. No es una imitación de Douglas Sirk como en su momento se dijo, aunque haya en él algo de Imitación a la vida, ni de los culebrones que en aquel momento estaban de moda en la televisión ("La gente que me quiera insultar dirá que es como Cristal", declaró Almodóvar entonces). "En Tacones lejanos hay madres, hijas, asesinatos, embarazadas, misterio, dobles personalidades y esas cosas de los folletines, pero hay detrás seres humanos con emociones de verdad", es decir, "es un gran melodrama, con todo el impudor que tienen los melodramas para hablar de los sentimientos, aunque a lo mejor éste es un poco más desnudo de lo habitual", le confesó a Diego Muñoz.

En realidad, Almodóvar bebió de ambas vertientes tanto como de los folletines argentinos y mexicanos que interpretaron Libertad Lamarque o María Félix, entre otras divas del género. Y, puestos a bucear, hasta pueden escudriñarse referencias a Hitchcock y a Bergman y, desde luego, al glamour sofisticado del cine americano "de mujeres" de los años cuarenta.

En declaraciones a Frédéric Strauss, Almodóvar reconoció que en Tacones Lejanos era coherente adoptar dicho glamour "porque su artificio tiene mucho que ver con el hecho de que la protagonista sea una estrella y pertenezca al mundo del espectáculo. La historia que cuenta se encuentra muy cerca de algunas biografías de estrellas reales americanas. No sólo hace referencia a las películas que hicieron Lana Turner o Joan Crawford, sino que también se parece a las relaciones de Lana Turner con su hija, que mató a su amante, e incluso a la vida de Joan Crawford con su hija Christina. El glamour en este caso forma parte del lenguaje y pertenece al mundo del que hablo".

La peripecia argumental de Tacones lejanos es realmente rocambolesca. La estrella de la canción Becky del Páramo (Marisa Paredes) reencuentra a su hija Rebeca (Victoria Abril) 15 años después de haberla abandonado. La chica se ha casado, sin saberlo, con un antiguo amante de la madre (Féodor Atkine), al que adora, pero con quien se lleva mal. Durante la separación que ambas han sufrido, Rebeca ha sublimado su añoranza de la madre haciendo amistad con un travestido (Miguel Bosé) que imita a la diva en un tugurio, en el que a su vez es imitado por un grupo de travestidos grotescos. Una inesperada y divertida relación sexual con este travestido la dejará embarazada, al tiempo que se descubre que su marido ha sido asesinado. Por si fuera poco, el travestido es en realidad el juez que lleva el caso, un curioso personaje de doble y hasta triple vida. Las situaciones se disparatan, entremezclando Almodóvar los términos del melodrama con los de su caricatura. Es una parodia de la parodia del género, pero respetando sus leyes: un equilibrio en el que Almodóvar se arriesgó resolviendo en clave cómica situaciones patéticas, e incluso interrumpiendo la acción dramática con un número musical insospechado, que interpreta con brío Bibi Andersen. Salió victorioso del empeño, lo que hoy, pasado el tiempo, se puede apreciar mejor. Según Strauss, "Tacones lejanos es su película más compleja y más rica desde el punto de vista psicológico e incluso psiquiátrico, en la que todos los desconciertos sentimentales, todos los trastornos de identidad de los personajes pueden convertirse en un espectáculo". O lo que es lo mismo, Almodóvar en estado puro.

Entre los elementos más admirables de Tacones lejanos están las brillantes interpretaciones de Marisa Paredes y Victoria Abril. Sus miradas y silencios son tan intensos y significativos como los momentos en que se enfrentan cara a cara, como en una película de Bergman. La alusión viene al caso porque en su diálogo más violento se cita Sonata de otoño como ejemplo del distanciamiento entre una madre y su hija. Ambas actrices combinan la tragedia con el humor de forma inteligente y sensible. Baste recordar el momento en que Victoria Abril se confiesa culpable del asesinato ante las cámaras de televisión, uno de los más hilarantes de la película; o la coartada de Marisa Paredes cuando es acusada de asesina: "No se mata al marido de tu hija dos días antes de debutar en el teatro...". O el diálogo que ambas establecen en la ambulancia, en el que la caricatura llega a su máxima cota...

Sin embargo, ninguna de las dos actrices fue nominada a los premios Goya de aquel año. La película sólo recibió cinco nominaciones (sonido, maquillaje, dirección artística, montaje y diseño de vestuario), ninguna de las cuales se convirtió en premio. Paradójicamente, la Academia de cine seleccionó Tacones lejanos como representante española en los Oscars de Hollywood, nominación que no logró, aunque sí la de los Globos de Oro. Por su parte, los premios franceses César la consideraron mejor película extranjera del año. Marisa Paredes obtuvo el premio Sant Jordi, el de la asociación de actores españoles y el del festival de Gramado, donde Almodóvar también fue reconocido como mejor director.

Emociones intactas

Tacones lejanos, realizada en 1990, está interpretada en sus papeles principales por Victoria Abril, Marisa Paredes, Miguel Bosé, Ana Lizarán, Mairata O'Wisiedo, Cristina Marcos, Féodor Atkine, Miriam Díaz Aroca y Bibí Andersen. Guión y dirección de Pedro Almodóvar. Productor ejecutivo: Agustín Almodóvar. Productor asociado: Enrique Posner. Música: Ryuichi Sakamoto. Fotografía: Alfredo F. Mayo. Montaje: José Salcedo. Decorador: Pierre-Louis Thévenet, y directora de producción: Esther García.

El crítico David Bartholomew escribió en The Film Journal, en febrero de 1992: "Los fans de Pedro Almodóvar pueden alegrarse: su novena película, Tacones lejanos, es la mejor hasta la fecha. Incluso le conseguirá nuevos adeptos entre el gran público, gente que haya estado alejada de la sensibilidad fantasiosa, y, a veces, cargante de Almodóvar" (...).

"Almodóvar está claramente divirtiéndose con un genero clásico de Hollywood, despedazándolo y luego, curiosamente, reconstruyéndolo con todas las emociones intactas".

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